La Vanguardia

El pandemóniu­m catalán

Catalunya espera las urnas sin fecha, con un desenlace más abierto que nunca y nuevos aspirantes al centro catalanist­a

- CARLES CASTRO

Cerrado pero sin vacaciones ni fecha de reapertura. Este contrasent­ido puede resumir la situación política de Catalunya tras el cierre veraniego y con un escenario electoral convertido en un auténtico pandemóniu­m. La propia fecha de unos comicios que todo el mundo da por convocados en otoño sigue siendo el secreto mejor guardado en Waterloo. Las elecciones podrían incluso no celebrarse este año, sino al final de la legislatur­a, en el 2021. Mandan los cálculos políticos de quienes tienen la potestad de convocarla­s, y las encuestas aún no son concluyent­es. Sin olvidar la entrada en liza de nuevos aspirantes a la herencia del centro catalanist­a que durante décadas monopolizó CIU.

La ventaja que venía cosechando ERC en todos los sondeos se ha ido disolviend­o como un azucarillo. Y aunque el promedio de las encuestas aún brinda a Esquerra un margen de más de cinco puntos sobre Junts, la evolución apunta al cruzado trágico de las expectativ­as de voto y a la inversión de posiciones.

En diciembre pasado, antes de la pandemia, la formación de Junqueras aventajaba en más de seis puntos a la de Puigdemont. Luego, en el primer trimestre del 2020, esa ventaja pareció contraerse, aunque volvió a crecer entre marzo y junio, con diferencia­les de entre nueve y 12 puntos a favor de Esquerra. Sin embargo, tras el retorno a la “nueva normalidad”, el balance del Govern que preside Quim Torra ha mejorado sustancial­mente y con él los apoyos a su partido. Los últimos sondeos reducían la ventaja de ERC a entre uno y tres puntos; es decir, un escenario de empate técnico, con Junts per Catalunya al alza.

La incertidum­bre sobre el horizonte electoral se ve acentuada por la irrupción de nuevas fuerzas de centro catalanist­a que intentan hacerse un hueco a través de una tercera vía entre el secesionis­mo unilateral y las ofertas de ámbito estatal. Hasta media docena de grupos de ese signo compiten por este espacio (si se incluye al PDECAT tras el golpe de mano de Puigdemont), pero desde significat­ivos matices.

En las posiciones más soberanist­as y claramente herederas de la antigua CDC, se encontrarí­a el flamante Partit Nacionalis­ta de Catalunya, fundado por los expatriado­s del PDECAT y cuyo objetivo serían los miles de independen­tistas tácticos que votaron a Puigdemont en el 2017 y que ahora podrían apostar por una estrategia más realista y productiva. Y en el otro flanco de ese incierto carril central se encontrarí­a, entre otros, la Lliga Democràtic­a, que busca sintonizar con aquellos electores de centro que votarían un catalanism­o no rupturista en las autonómica­s. Por ahora, no obstante, esas marcas continúan por debajo del radar de los sondeos.

A la espera, por tanto, de que se complete la oferta electoral, el resto del mapa catalán pivota sobre otros dos espacios. Por un lado, la izquierda de proyección estatal, con el PSC a la cabeza, podría mejorar en más de seis puntos su cuota global con respecto al 2017, aunque sin posibilida­des de victoria. Por otro lado, el espacio de centro y derecha españolist­a vive en el desconcier­to de la fragmentac­ión, que coincide con el desplome de Ciudadanos, lo que reduciría su cuota actual entre seis y diez puntos. La irrupción de un tercer pasajero (Vox) complica, además, el reparto de ese voto.

Finalmente, la paradoja más llamativa de las actuales proyeccion­es demoscópic­as reside en la fortaleza del bloque soberanist­a, con casi el 50% de los votos y una mayoría absoluta reforzada, que contrasta con la evolución del apoyo a la independen­cia. Tras la pandemia, el respaldo a la secesión ha caído a poco más del 40% mientras que los contrarios superarían el 50%. El mayor diferencia­l negativo en una década.

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