Los desafíos de la economía española
Este mes de agosto, tras la brutal recesión sufrida por la economía española en el segundo trimestre, se vive una calma tensa con la mirada puesta en el otoño. El riesgo de que los rebrotes de la Covid-19 se generalicen, de que los cierres de empresas se multipliquen y de que el paro vuelva a dispararse pesan como una losa. La pésima temporada veraniega, con una drástica caída de visitantes extranjeros sin precedentes en la historia del turismo español, no augura nada bueno. Pero el país no puede resignarse ante la catástrofe y debe reaccionar con un esfuerzo mancomunado del conjunto de fuerzas políticas, económicas y sociales.
El primer desafío económico al que hay que hacer frente es el sanitario. Sin éxito en la lucha contra el coronavirus el país no puede recuperar la confianza necesaria para reactivar no solo el turismo sino el consumo y la inversión, que son el motor de la economía. Este primer desafío comporta analizar de forma urgente por qué España es el primer país de Europa occidental en número de contagios. Hay que saber qué es lo que falla para poder encontrar la solución cuanto antes. El Gobierno, en este sentido, debería aceptar la realización de una auditoría independiente, tal como se reclama desde la comunidad científica.
El segundo desafío debería ser definir y concretar cómo hará frente el Estado al enorme endeudamiento que se acumulará este año y que puede superar el 120% del producto interior bruto (PIB), una cifra jamás alcanzada. Es urgente, en este sentido, establecer un escenario de consolidación fiscal y de devolución de la deuda en varias legislaturas pactado entre los diferentes partidos políticos. Reiteramos este aspecto una vez más, como también ha hecho el Banco de España, porque es fundamental para generar confianza entre los mercados financieros, la Unión Europea y los propios ciudadanos españoles. El citado aumento del endeudamiento al que habrá que hacer frente se produce de forma inevitable al coincidir dos efectos muy perniciosos de la pandemia: la caída en picado de la recaudación y el enorme gasto público canalizado hacia las ayudas sociales, hacia el pago del desempleo y de los expedientes de regulación temporal de empleo (ERTE) y, asimismo, hacia las empresas para sostener el tejido productivo.
Es igualmente urgente, asimismo, establecer un marco legislativo, sobre todo laboral y fiscal, que ofrezca seguridad jurídica y estabilidad durante los próximos años para generar también un clima de confianza que incentive la inversión empresarial, que es la que debe crear el empleo que el país necesita. Son más de cinco millones de personas, hoy en día, las que están sin ocupación, ya sean parados o afectados por los ERTE. España ha sido también el país europeo que más empleo ha destruido por la pandemia.
Junto a los escenarios anteriores el Gobierno debe impulsar, en colaboración con el sector privado, las reformas necesarias para modernizar la economía en línea con la agenda europea, que incluyen –entre otras– la digitalización de la economía, la transformación energética, la adaptación a los nuevos retos de la formación profesional, especialmente la FP dual, la mejora de las ineficientes políticas activas de empleo, un drástico impulso a la innovación y la investigación, con la puesta a punto de las universidades, un ambicioso plan de construcción de viviendas en alquiler y la realización de las infraestructuras más básicas para la competitividad del país, como es el caso del corredor mediterráneo.
El primer paso que debe empezar a dar forma a todo ello son los presupuestos del Estado para el 2021. La situación es de emergencia económica. Las formaciones políticas deben dejar a un lado sus intereses partidistas, al menos durante una legislatura, y concentrarse a fondo en sacar al país de la recesión. Estamos ante una coyuntura en la que, si se hacen las cosas bien, España tiene la oportunidad de dar un gran salto adelante en la modernización de su economía, en su progreso y en su bienestar. En caso contrario, los efectos de la actual crisis castigarán a los ciudadanos por largos años y pesarán sobre las generaciones futuras.
España debe escoger entre una oportunidad para el progreso o una larga depresión económica