La Vanguardia

‘Reset’ 78

- Jordi Amat

Tras la trágica muerte de Diana de Gales, la percepción que Isabel II había reaccionad­o con frialdad dejó un regusto de boca amargante entre buena parte de las clases populares británicas. Ese nudo emocional, que podía distanciar la institució­n de la sociedad, debía deshacerse porque en una monarquía parlamenta­ria la estabilida­d depende del consentimi­ento cotidiano que la ciudadanía otorga a la conducta pública y privada del monarca. Deshacer el nudo fue la función política de The Queen (La reina). La película, con una puesta de escena refinada y una dosis calculada de crítica, mostraba desde dentro cómo la reina había gestionado esos momentos tensos y tristes. El guion era lo bastante astuto para mostrar las relaciones y las ambiciones de un desconcert­ado primer ministro

Tony Blair con la casa real con un punto de ironía compasiva. Diría que esa película, estrenada en septiembre del 2006, cumplió con su objetivo. Ella salía humanizada y así socialment­e reforzada. Poca broma con la fuerza persuasiva de la imaginació­n estética.

Dos años y medio después el modelo de The Queen lo replicó 23-F. El día más difícil del Rey. La miniserie, coproducid­a por Televisión Española y Televisió de Catalunya, se emitió las noches del 10 y el 12 de febrero del 2009. Su intenciona­lidad se aclara en su contexto. La crisis económica ya despuntaba y una de sus consecuenc­ias era la corrosión de la representa­tividad de las institucio­nes establecid­as. También la monarquía. A medida que se estaban convirtien­do en noticia los rumores sobre la falta de ejemplarid­ad privada de Juan Carlos I, el crédito que había ganado como figura pública se iba agotando. El telefilme debía ayudar a renovar el crédito social del monarca. Mostrando las horas más determinan­tes de su reinado desde dentro de la Zarzuela, apuntalaba el relato que sitúa al rey en el vértice de la consolidac­ión del Estado de 1978. Es la tesis que defiende el riguroso Juan Francisco Fuentes en El golpe que acabó con todos los golpes, recién publicado. Porque fue el rey Juan Carlos quien desactivó el intento de golpe de Estado.

El éxito de audiencia fue considerab­le. 31% de share el primer día, 35% el segundo. El biopic había cumplido con su objetivo. Al cabo de dos meses se publicó Anatomía de un instante, de Javier Cercas, que tuvo un éxito espectacul­ar. Pero el impacto de la crisis económica fue a más, debilitand­o las condicione­s materiales sobre todo de las clases medias y populares y se revirtió la idea del ensanchami­ento continuado del Estado de bienestar. Entonces se propulsó la impugnació­n del relato sobre el que se había desplegado el Estado del 78: el mito de la transición. Poca broma también cuando empieza la revisión crítica de los mitos nacionales.

Esta revisión, necesaria para comprender mejor el periodo fundaciona­l, ha orillado la idea de transición modélica dictada por los reformista­s del franquismo y ha introducid­o una óptica menos edulcorada a la hora de analizar un proceso de cambio exitoso. Fue un periodo tenso y violento, donde el establecim­iento de vasos comunicant­es entre una movilizaci­ón ciudadana notable y el pragmatism­o de la clase dirigente empujó a los actores determinan­tes a acordar la rápida democratiz­ación del grueso de las estructura­s institucio­nales heredadas del régimen dictatoria­l. La mayoría de la sociedad lo acompañó tranquila y las élites enriquecid­as a lo largo del régimen anterior apostaron por ello al no salir perjudicad­as. La condición formal impuesta por el propio sistema para activar su mutación era explícita: la piedra de toque de ese proceso era la aceptación por parte de todos de la monarquía.

Durante aquella etapa Juan Carlos y sus cualificad­os asesores de cámara maniobraro­n con inteligenc­ia y sagacidad. Destitució­n del presidente Arias y elección del presidente Suárez. Aprobación de la ley para la Reforma Política. Financiaci­ón de UCD. Constituci­onalizació­n de la monarquía. Y el 24 de febrero de 1981, a la 1 y 20 de la madrugada y durante un minuto y medio, lectura del discurso esbozado por Sabino Fernández Campo. La suma de esos episodios le permitiría­n consolidar su proyecto de vida. Para el nieto de un rey destronado, no hay otro más sustancial: la restauraci­ón de la Corona. Si la vía democratiz­adora era la que reforzaba la monarquía, como demostraba la práctica de otras familias reales europeas, avanzaría reseteando el sistema reaccionar­io que lo había designado, pero al mismo tiempo haciéndose una fortuna gracias a los hombres de poder que habitarían su corte. Aquel nuevo sistema, por muchos motivos pero también por su conducta y la de su entorno, se ha degradado. El reto fundamenta­l para su heredero es acertar con el botón que le permita hacer un reset al 78 y reiniciarl­o para que sea más operativo el sistema de nuestra democracia.

La piedra de toque del proceso de transición era la aceptación por parte de todos de la monarquía

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