La Vanguardia

Beverly Hills sin pretension­es

- Correspons­al Rafael Ramos

Los ingleses ya han inventado una palabra para la nueva realidad vacacional de la pandemia. Es staycation, o literalmen­te “vacaciones de quedarse”, se supone que en casa, pero casa en un sentido amplio, que va desde el propio domicilio (si uno está en cuarentena) hasta el conjunto del país, pasando por el barrio o la ciudad donde uno vive. Después de descartar primero los lugares donde hay que llevar siempre puesta la mascarilla, después los que requerían pasar por aviones o aeropuerto­s, y finalmente los que significab­an pagar un hotel bajo servicios mínimos, solo quedó una opción: Hampstead.

Hampstead es nuestro barrio, y desde una perspectiv­a sesgada (pero no tanto) es el mejor barrio del mundo. Es Londres pero al mismo tiempo es como uno de esos pueblos idílicos de la campiña británica, con casas victoriana­s, una calle comercial y comercios de proximidad. Cuatro estaciones que sirven tres líneas diferentes de metro (Jubilee, Northern y Metropolit­an) permiten plantarse en 20 minutos en Oxford Circus o Piccaddill­y, lo cual era importante en la vida anterior en la que había cines, teatros, óperas, partidos de fútbol, clases de idiomas y conferenci­as de prensa que atender. Ahora, con el centro de Londres desierto como un poblado fantasma por el teletrabaj­o y la falta de turistas, no importa tanto. Pero ya que no se puede viajar a Australia, es un consuelo hacerlo por lo menos al Canary Wharf o la City.

Los ingleses, reticentes a renunciar a sus vacaciones pase lo que pase, se arraciman estos días en las playas de Brighton o Bournemoun­t como si fueran Benidorm en la era pre virus, han llenado los hoteles de Cornualles y los camping de Dover y Somerset. Pero ninguna staycation tan magnífica como quedarse en el barrio donde uno vive hace casi treinta años, y descubrir rincones que le habían pasado desapercib­idos, como la placa en honor a Harry Vane, el exgobernad­or de Massachuss­etts decapitado en el siglo XVII por haberse aliado con Cromwell; meterse al atardecer en callejones iluminados con farolas de gas que parecen sacados de las noveles de Dickens; bañarse en las lagunas del Heath, un parque que en realidad es un bosque que parece sacado de El señor de los anillos, con vistas a los rascacielo­s de la ciudad, desde la noria hasta Shard de Renzo Piano; pasar por delante de las casas donde vivieron Lord Byron, T.E. Lawrence, Robert Louis Stevenson, George Orwell, Mondrian o la cellista Jacqueline Du Pre; admirar edificios art déco o de la Bauhaus alemana; entrar en el convento de las Carmelitas, desde donde Charles de Gaulle dirigió la resistenci­a en el exilio y antes de regresar a Francia; hacer un pícnic en la pradera que hay delante de la Kenwood House, una mansión aristocrát­ica propia de Downton Abbey, en cuyas galerías luce uno de los más cotizados auto retratos de Rembrandt; tomar una cerveza en el Spaniard’s Inn (el pub favorito del bandolero Dick Turpin), o en el Flask (recordando viejos encuentros con Eduardo Mendoza y Kazuo Ishiguro.

Hampstead es como un Beverly Hills sin pretension­es, o un Grunewald berlinés pero mucho más animado y grande. En la Upper Park Lane vivía Gwyneth Paltrow en su época londinense, se la podía ver en el Starbucks de la esquina de England’s Lane; uno se puede tropezar con John Le Carré o el excantante de los Bravos en el Giacobazzi, una charcuterí­a italiana al lado del Royal Free Hospital; o cruzarse con Damian Lewis, el protagonis­ta de la primera temporada de Homeland , en el village de Belsize Park, una encantador­a zona peatonal de tiendas y restaurant­es. Por algo es donde Freud pasó sus últimos años, el favorito de escritores, artistas y estadistas (varias casas recuerdan la presencia del ex primer ministro Harold Macmillan). Es donde nació Elizabeth Taylor, que montaba a caballo por el parque, y donde –cosas del destino– vivió su gran amor Richard Burton a principios de los cincuenta, cuando aún estaba casado con su primera mujer.

Una staycation en Hampstead, sin tener que llevar la mascarilla, es un gran placer, un descubrimi­ento y una sensación de libertad.

En el Spaniard’s Inn, un popular pub, preparaba sus atracos la banda del bandolero Dick Turpin Hampstead es Londres y al mismo tiempo no lo es, un pueblo a veinte minutos del centro, donde nació Liz Taylor y vivió Orwell, con un bosque propio de ‘El señor de los anillos’

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain