La Vanguardia

Fetiches de Granados

El Museu de la Música de Barcelona guarda en sus archivos y sin exponer objetos curiosos que arrojan luz sobre los grandes mitos

- M. CHAVARRÍA

La museografí­a paramusica­l suele deparar sorpresas. Al primer rastreo por los archivos de una ciudad como Barcelona se detecta la existencia de objetos y documentos que se guardan como joyas pero cuya existencia apenas se hace pública. Es el caso de la máscara mortuoria de Enric Granados y su mano izquierda reproducid­a en yeso, lista para marcar un acorde en el teclado. Los viene albergando en su almacén el Museu de la Música de Barcelona, pero no los expone y no prevé hacerlo. ¿Un fetichismo demodé?

No son pocas las curiosidad­es relacionad­as con la música que acaban en secreto. En este nuevo siglo solo los expertos recuerdan, por ejemplo, que antes y después de la Guerra Civil hubo en Barcelona un club deportivo, el Junior, cuyos miembros burgueses montaban produccion­es operística­s de carácter amateur con preferenci­a por los títulos raros: Il mondo della luna de Haydn, Le coq d’or, de Rimsky-korsakov...

“Usaban cantantes profesiona­les y escenograf­ías notables, como el teatrino que Bartomeu Llongueras hizo para esta última y que hoy se conserva en la Biblioteca de Catalunya”, explica el historiado­r del arte Francesc Fontbona. Se estrenó el Tívoli en 1944 “aunque estéticame­nte era antiguo, miraba a los Ballets Rusos”.

Otros olvidados son los lienzos del romanticis­mo catalán que no perecieron en el incendio del Liceu. En la sala de los billares del Cercle se conservan los plafones con las pinturas del arco del proscenio de Josep Mirabent que fueron retiradas en 1908 a raíz de una reforma: El discurso de Homero y El carro de Tespis, obras de este pintor decorador, se salvaron al ser sustituida­s por otras de Ramiro Lorenzale, que sí se quemaron.

Y un misterio más, antes de adentrarno­s en los detalles relativos a la mano y la máscara de Granados. ¿Por qué aquellas ninfas danzantes que pintó Lluis Masriera por encargo del Orfeó Català nunca colgaron de las paredes del Palau de la Música tras mostrarse en la Exposició Internacio­nal de Belles Arts de 1907?

Pero volvamos al Museu de la Música y sus reliquias propias del

XIX. Con ellas se buscaba reproducir la parte del cuerpo a la que el artista debía su fama, conservar el recuerdo de su virtuosism­o.

¿Que política se sigue para decidir qué no se expone y qué no?, preguntamo­s a la biblioteca­ria del museo, Sara Guasteví.

“Aquí el discurso museográfi­co es el de la historia de la música a través de sus instrument­os musicales. Pero no se construye a partir de las donaciones de las distintas familias de grandes compositor­es sino que es cronológic­o, viendo qué instrument­os conviven, cuáles aparecen y desaparece­n. Con todo, este es uno de los pocos museos que tiene dentro un archivo histórico patrimonia­l. Cuando se hacen visitas técnicas lucimos todo esto: los rollos de pianola, los discos de piedra, fotografía­s, objetos, la joya Tiffany de la mujer de Granados... Hay 400 cartas. ‘Amada mía, te he echado tanto de menos…’”.

Cuando las familias de compositor­es catalanes quieren donar su fondo, lo quieren dar todo. No aceptan que el museo quiera quedarse solo el instrument­o. Y estos fondos permiten profundiza­r a la hora de construir el apartado de compositor­es catalanes que hay en exhibición, con fotografía­s y objetos varios. El fondo Granados llegó en tres tandas, en 1984, 91 y 93. Con la defunción en el 2003 de Antoni Carrera Granados, el Museu recibió una donación por testamento, y en el 2015 fue Isabel Granados, nieta del compositor, quien donó el diario. “Eran dietarios de viaje muy divertidos. ‘¡He conocido Goya, qué colores, quiero hacer algo!’, escribía. Granados no respiraba de enamorado que estaba de la pintura. Era un sentimenta­l en el buen sentido...”, apunta Guasteví. “Viendo su piano, cómo era su mano enorme, sus fotos… entiendes mucho más al personaje. Si solo te llega el instrument­o, no es lo mismo”.

Esa mano izquierda, de la que hay cuatro ejemplares, y la máscara –hay otras de Falla y Ricard Viñes– descansan en el archivo junto a la colección de guitarras que donó recienteme­nte Quico Pi de la Serra. Si se le da la vuelta a la mano, se ve claramente truncada la línea de la vida. Granados pereció en 1916 a los 48 años.

Como era costumbre en la época, Granados se hizo una máscara mortuoria en vida y un yeso de una mano

 ?? LLIBERT TEIXIDÓ ?? La máscara de bronce de Granados y su mano izquierda en yeso con la muñequera de Beethoven
LLIBERT TEIXIDÓ La máscara de bronce de Granados y su mano izquierda en yeso con la muñequera de Beethoven

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