EE.UU. y China andan a la greña
Hace mucho que se tienen ganas las dos mayores economías del mundo. Washington lleva un siglo mandando y Pekín cree llegada la hora de tomar el relevo a una administración que ha caído en manos de un hombre tan irresponsable como irracional. Por ahora, ambas potencias se contentan con marcarse una especie de pulso cibernético, al tiempo que se lían en una guerra de aranceles y puñaladas traperas geopolíticas. Aún no han llegado a las manos, pero todo indica que algún día lo harán, quizá antes de que nadie lo imagine, empezando por los propios pugilistas enfrentados, los dos muertos de ganas de declararse indiscutible campeón mundial de los pesos pesados.
Ya casi no queda ni un confín libre de los efectos de esta pelea preliminar sin reglas escritas. El espionaje está al orden del día, sea cibernético, industrial o militar. Las noticias falsas corren de un lado a otro como una lluvia de derechazos administrados sin piedad al área más blanda del contrincante. Aunque la superioridad militar de EE.UU. sigue siendo abrumadora, Pekín dedica a defensa un porcentaje creciente del presupuesto.
La globalización ha significado que la región Asia-pacífico sea ahora la más dinámica a nivel mundial. ¿Pero quién lo iba a decir en 1971 cuando Henry Kissinger informó a Nixon que Zhou Enlai estaba dispuesto a recibirles en Pekín? El histórico encuentro tuvo lugar al año siguiente. Ambas partes salieron ganando, pero lo cierto es que China se beneficiaría enormemente de esa pax americana. Ahora bien, el milagroso crecimiento de la economía de la República Popular iba acompañado de un descomunal anhelo por recuperar su poderío naval en el “mar de China”, que siempre ha considerado suyo.
Además de mantener el mayor ejército terrestre del mundo, Pekín dio luz verde a la creación de una fuerza naval que le permitiría controlar las aguas que bañan sus costas. Puede que EE.UU. tenga diez portaviones, algunos entrados en años, pero China ya tiene dos, y nadie sabe cuántos submarinos silenciosos y destructores y …. Es más, van creando islas artificiales en esas aguas tan disputadas, sobre todo entre los aliados estadounidenses.
Ya casi no pasa día sin que se produzca un nuevo altercado entre estas dos potencias. Y puede decirse que la errática presidencia de Trump no hace más que echar más leña al fuego. De hecho, si aún no nos hallamos atrapados en una nueva guerra fría, al tiempo, porque van al alza las amenazas. El día que lleguen a las manos, harán que el coronavirus nos parezca una nadería. La reelección de Trump podría desencadenar una hecatombe.
Hasta ahora se limitan a jugar a nautical chicken, una versión naval a lo grande de aquel juego que se hizo famoso gracias a Rebelde sin causa, la película en la que James Dean y otro joven conducen sendos coches, a todo gas, hacia un precipicio. Pierde el primero en abandonar antes de que su coche caiga al vacío. En 2009, un buque de la Marina americana se acercó peligrosamente a la base de submarinos de Hainan. Varias embarcaciones chinas le siguieron hasta que abandonara sus aguas. Una vez logrado su objetivo, uno de los barcos chinos pasó rozando la proa del buque intruso, y al hacerlo, la tripulación entera subió a cubierta y se bajaron los pantalones, en lo que fue, a modo de despedida, un colosal calvo retador.