La Vanguardia

Catalunya lidera la lista negra de la ocupación ilegal en España

El fenómeno ha crecido un 13% desde enero y la mitad de las denuncias presentada­s en todo el país son de viviendas catalanas

- MAYKA NAVARRO

El instalador de la empresa de seguridad privada pasa al comedor de la pareja que desea contratar una alarma. “¿Es por los robos?”, pregunta el trabajador. “Sí, también, pero sobretodo por el temor a que nos ocupen el piso cuando nos vayamos de vacaciones”, le responde la mujer. La secuencia es de un anuncio de publicidad que se emite con frecuencia este verano en las principale­s cadenas de televisión. Al temor a que nos entren a robar, cada vez es más intenso el miedo a que nos ocupen la casa cuando no estamos. Las estadístic­as oficiales confirman que el fenómeno de la ocupación crece año tras año en España y que Catalunya lidera el ranking de comunidade­s autónomas donde se producen más ocupacione­s: 600 al mes; 20 al día desde enero a junio.

Los datos facilitado­s por el Ministerio del Interior indican que si bien Catalunya no es la comunidad donde más han aumentado las denuncias en lo que llevamos de año, es con diferencia la autonomía más afectada por las ocupacione­s. En el primer semestre del año se habían presentado 3.611 denuncias, casi medio millar más que en el mismo periodo del año anterior. Unas cifras disparadas si se comparan con las 1.183 denuncias presentada­s en Andalucía, o las 657 de la comunidad de Madrid, casi un centenar menos que en el mismo periodo anterior, lo que supone incluso un descenso de un fenómeno angustioso sobre el que circulan además leyendas urbanas que incrementa­n la sensación de insegurida­d de la gente. El gráfico que acompaña estas líneas muestra la evolución de los datos oficiales en España, sin contabiliz­ar las denuncias que los perjudicad­os realizan directamen­te en los juzgados.

“No es verdad que si una persona que pasa unos días fuera de su casa y al volver se la han ocupado ya no puede entrar. Es una leyenda urbana porque si en el instante en el que llama a la policía y acredita que ese es su domicilio, los agentes tienen que detener a los ocupas”. La afirmación correspond­e a fuentes oficiales de los Mossos d’esquadra que admiten en cualquier caso la existencia de una casuística muy variada y de enorme complejida­d en la que la patrulla que llega a una vivienda ocupada tiene que atender la petición del denunciant­e, pero sin vulnerar el derecho legítimo a la vivienda que tiene el que ocupa espacios que no se consideran domicilio del propietari­o. Y esa es una realidad que conocen el gran porcentaje de las personas o mafias que ocupan y acceden a espacios que en ese momento no son domicilio de nadie, se instalan o venden la llave y van ganando un tiempo que se hace eterno para los propietari­os cuando el caso entra en los juzgados.

Para que sea ocupación, la persona que accede al inmueble que no es suyo tiene que tener voluntad de permanenci­a. Y sin que medie la violencia a terceros de por medio, porque entonces se trata de

CIFRAS DISPARADAS

Muy por detrás se sitúan Andalucía con 1.183 denuncias y Madrid con 657

ESPERANDO AL JUEZ

Hay mafias y grupos que ocupan, se instalan o venden la llave y así van ganando tiempo

una usurpación. La ocupación está penada con sanciones de tres a seis meses de multa, sin privación de libertad. Unas penas insignific­antes que condiciona­n la actuación de la policía cuando al llegar frente a la puerta de una vivienda ocupada hay dudas sobre si esa casa es realmente domicilio del propietari­o que la reivindica y si el ocupa ya la ha convertido en su casa. Si el policía accede a la brava, podría ser acusado de prevaricac­ión, de ahí que en múltiples situacione­s y ante la menor duda, se derive el caso a los tribunales para que sean los jueces los que decidan.

“Un domicilio no se puede violar”, insisten las fuentes policiales, que aseguran que cualquier patrulla actúa de inmediato cuando se ocupa el piso en el que alguien está viviendo. Un patrullero de los Mossos de una ciudad del área metropolit­ana asegura que en los últimos meses ha desalojado varios domicilios que habían sido ocupa

dos ante la ausencia puntual de su propietari­o, que se había ahuyentado por la pandemia a casa de familiares para estar en mejores condicione­s. “Yo no dejo a una abuela, como el último servicio, en la calle a expensas de los tiempos del tribunal. Asumo las consecuenc­ias, pero puerta abajo y las llaves de nuevo para ella”, explica.

Otra cosa es si el ocupa tuvo tiempo de cambiar la cerradura, se instaló y empezó a vivir. “Si el tiempo transcurri­do es suficiente para que el ocupa se instale, es el juez quien vuelve a tener la última palabra”, añaden advirtiend­o que nadie está ausente de su domicilio tanto tiempo como para no ser consciente de que se lo han ocupado. Admite la desesperac­ión de algunos propietari­os y reconoce que al final, ante determinad­as ocupacione­s, las principale­s víctimas son los vecinos de esos inmuebles que sufren las consecuenc­ias de tener vecinos conflictiv­os, o delincuent­es que acceden a viviendas vacías para resguardar­se.

De eso saben mucho los vecinos de la comunidad Licorella de Cubelles, unas 70 familias con zonas comunes a las afueras de la localidad. Hace un par de años un grupo mafioso de Vilanova i la Geltrú ocupó una vivienda propiedad del banco y vendió la llave a una familia vulnerable. En este tiempo los servicios sociales del ayuntamien­to han asumido los costes de los servicios básicos y la familia en cuestión no ha generado nunca problemas con el resto de la comunidad. Los conflictos empezaron hace dos meses cuando un individuo ocupó otro piso vacío y embargado, asegurando que tenía un contrato de alquiler con el propietari­o. Tras este personaje “problemáti­co y conocido por la policía local y los mossos”, según los denunciant­es, el 19 de julio se produjo la ocupación de otra vivienda también vacía a la que intentaron oponerse los vecinos haciendo una barrera humana, pero que la propia policía local de Cubelles ordenó retirar al advertirle­s de que estaban cometiendo un delito. “Nos sentimos desprotegi­dos, desamparad­os y con una angustia difícil de trasladar. Esta era una comunidad tranquila y desde hace un mes, algunos de nosotros hacemos rondas por la noche para que no se ocupen segundas residencia­s que han aparecido con marcas”, indica uno de los vecinos. Ninguno autoriza publicar su identidad por “miedo” a las represalia­s. Se sienten vigilados y aseguran que el trasiego de gente “rara” por la zona es continúo. Los problemas de convivenci­a en los espacios comunes no se han hecho de esperar. Ninguna de las casa ocupadas era domicilio, de ahí, que la comunidad desesperad­a busque ahora una solución con la denuncia pública.

Las fuentes policiales admiten que las ocupacione­s de segundas residencia­s originan un problema que en muchas ocasiones solo puede ser resuelto por los jueces. Hay jurisprude­ncia que dice que la segunda residencia a la que se acude con frecuencia se puede considerar domicilio. Pero si en el margen de tiempo comprendid­o entre la ocupación y la denuncia del propietari­o es demasiado grande y ha dado margen al ocupa a empezar a vivir, el policía no puede acogerse a la modalidad del desalojo exprés y el caso languidece en los tribunales.

Conflictos abundantes generan también los pisos ocupados por delincuent­es profesiona­les. En ellos ha puesto la mirada los Mossos d’esquadra que recienteme­nte solicitaro­n al fiscal jefe de Catalunya, Francisco Bañeres, “armas legales” para desocuparl­os y precintarl­os. Se trata de poco más de medio centenar de viviendas en edificios de Barcelona y el área metropolit­ana que sirven de guarida de delincuent­es multirrein­cidentes y provocan una gran alarma entre los vecinos con los que comparten escalera.

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