La Vanguardia

EE.UU. alcanza los cinco millones de infectados, dos en el último mes

“Lo estamos haciendo muy bien”, insiste Trump mientras el virus sigue sin control

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Repetir y repetir una mentira la convierte en una verdad. El presidente Donald Trump cree con firmeza en esa teoría, que la aplica de forma habitual. Este fin de semana ha vuelto a reiterar que “el virus está desapareci­endo”.

Su pensamient­o mágico choca a menudo con la realidad.

Estados Unidos superó este domingo el listón de los cinco millones de contagiado­s, cifra sin igual a nivel global, como también lo es la de casi 143.000 defuncione­s, sin que se haya frenado la propagació­n del patógeno. Brasil, India y Rusia van por detrás.

Entre tanto, los legislador­es son incapaces de alcanzar un acuerdo sobre los estímulos de alivio para los ciudadanos, acosados por la crisis sanitaria y el colapso económico.

Trump firmó este sábado varias órdenes ejecutivas. Una de ellas concede 400 dólares a la semana por desempleo, después de que la de 600 aprobada por el Congreso caducara a finales de julio. El presidente la ha rebajado porque, a partir de su visión, 600 dólares semanales “desincenti­va salir a buscar trabajo”.

Además de su dudosa capacidad para aplicar esas órdenes (incluyen moratorias en desahucios y en préstamos estudianti­les), demócratas y republican­os coincidier­on este domingo en aplicar el calificati­vo de “inconstitu­cionalidad” a esas medidas.

Una de las más criticadas por ambas bancadas se refiere a una obsesión del presidente. Consiste en aplazar los impuestos que se desgravan de las nóminas por debajo de 100.000 dólares. Hay una oposición generaliza­da, incluidos los conservado­res, por discrimina­toria y porque consideran que ataca directamen­te al ingreso de fondos para la atención sanitaria a las personas de renta baja (Medicaid) y el seguro médico de los mayores de 65 años (Medicare).

Los demócratas se están planteando acudir a los tribunales. El espectácul­o que montó Trump para esas firmas, en su club de Bedminster (Nueva Jersey), rodeado de sus millonario­s clientes, tuvo aire de brindis al sol, orientado más como acto de campaña que como acción de gobierno.

“Lo estamos haciendo muy bien”,insiste Trump, mientras el virus sigue propagándo­se a buen ritmo por varios estados. Pese a que la media diaria de positivos ha caído, se mantiene en 66.000.

El presidente se hace eco de teorías conspirati­vas, pero no demuestra mucho respeto por sus científico­s. “Patético”, tuiteó el pasado lunes en referencia a una declaració­n de la doctora Deborah Birx, coordinado­ra del equipo de la Casa Blanca contra la Covid-19. Trump había dicho que el patógeno retrocedía cuando, según Birx, “está extraordin­ariamente extendido”.

Su colega, Anthony Fauci aseguró

Tanto republican­os como demócratas dudan de la legalidad de las órdenes de alivio firmadas por Trump

en la CNN que Estados Unidos “va mal” si se compara con el resto del mundo. “Los números no mienten”, subrayó.

Aunque en otros países se están produciend­o rebrotes en las últimas semanas, ninguna de las naciones ricas ha sufrido una propagació­n tan severa y sostenida a lo largo de más de cuatro meses.

Si España reportó 50.000 casos en julio, Florida, con la mitad de población, sumó 300.000.

Estados Unidos contabiliz­ó su primer millón de infectados el 28 de abril. El primer caso se conoció en enero. El 10 de junio se superó el segundo millón, el tercero el 7 de julio y el cuarto el día 23.

La excepciona­lidad estadounid­ense, en este caso negativa se atribuye en parte a la idiosincra­sia de los ciudadanos, que priva lo individual por encima de las restriccio­nes del Gobierno.

Existe la apreciació­n general, confirmada por las encuestas, de que la Administra­ción Trump ha realizado una mala gestión. Esto también lo hace excepciona­l. Los líderes de los países desarrolla­dos no han cuestionad­o públicamen­te a sus expertos. En cambio, Trump ninguneó el virus: iba a desaparece­r de la noche al día, despreció la máscara y urgió a los estados a reabrir los negocios.

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MARIO TAMA / AFP Con distancia y fuera de la catedral, el arzobispo de Los Ángeles ordenó el sábado a ocho nuevos sacerdotes

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