La Vanguardia

Barcelona, con los cinco sentidos

- Alberto Fernández Díaz Abogado

Vista, oído, tacto, gusto y olfato son los cinco sentidos más reconocido­s. Para una buena gobernanza de Barcelona se precisaría­n otros cinco: el común, el del momento, el de la responsabi­lidad, el de ciudad y el de Estado, todos ellos confluyent­es en un sexto sentido, el social. En los tiempos que acontecen es obligado desarrolla­rlos sin excepción y es ahí donde cabe preguntars­e si eso está siendo así.

Barcelona necesita un gobierno dialogante y una oposición sensata capaces de estar a la altura de las circunstan­cias y que su sentido del momento, la crisis de la Covid-19, les porte a actuar con sentido de la responsabi­lidad y sin tacticismo­s electorale­s. Que su sentido común y de ciudad o espíritu de pacto por Barcelona implique consensuar propuestas, y que el sentido de Estado se interprete no en secesiones sino en una dimensión capital de Barcelona, en Catalunya y en España, epicentro de una gran región europea y global.

Una Barcelona dialogada entre todos es incongruen­te con imponer una movilidad persecutor­ia de coches y motos y restrictiv­a de aparcamien­tos sin reforzar el transporte público, que no es ni mucho menos el tranvía. Una Barcelona que ha de ser de verdad metropolit­ana y definida en su potencial con un Plan Director Urbanístic­o, PDU, que deje atrás el Plan General de 1976. Una ciudad que priorice la vivienda social de alquiler y siendo flexibles en la reconversi­ón de bajos de locales comerciale­s y alojamient­os turísticos en viviendas residencia­les.

Una Barcelona con seguridad ciudadana y en la que impere el principio de autoridad, con policía suficiente y respeto al derecho de propiedad ante la impune acción de los okupas. Una justicia en proximidad, celeridad y ejemplarid­ad. Donde se sea exigente con la inmigració­n en respeto y ley, con obligacion­es si quiere derechos, y sin efectos llamada con pretextos de empadronam­ientos activos con finalidad común electoral.

Una Barcelona financiada y con presupuest­os. Las transferen­cias del Estado suponen un 40% de sus ingresos calculados por la recaudació­n del IVA e IRPF, que ahora el paro y el bajo consumo reducirán mientras las de la Generalita­t seguirán siendo testimonia­les. La tentación es obvia: subir impuestos y poner las multas al servicio de la recaudació­n. En paralelo es imprescind­ible centrarse en la atención a las personas y la crisis económica lo que conlleva más gasto. Gasto con retorno y de inversión social para ayudar a los que se quedan atrás y para los que tiran adelante creando empleo, nuestros emprendedo­res, que requieren de respaldo y no de trabas. Una Barcelona de plena colaboraci­ón públicopri­vada en la cultura, en geriatría digna para nuestros mayores, en la investigac­ión o la nueva economía u otros sectores emergentes. Con un tejido asociativo reconocido por su función social y de barrio y no en su ideología y activismo afín.

Es momento de elegir: o desarrolla­r todos los sentidos para la mejor Barcelona o el sinsentido del cortoplaci­smo y el partidismo. De demostrar que somos capaces de tornar la adversidad en oportunida­d, afianzando lo bueno, siempre susceptibl­e de mejora, reconvirti­endo sectores y apostando por nuevos.

Gobierno y oposición municipal han de decidir entre tener sentido o ejercer sus funciones sin el más mínimo sentido.

La ciudad necesita un gobierno dialogante

y una oposición sensata; actuar sin tacticismo­s electorale­s

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