La Vanguardia

Lo más crudo del crudo centro

Para los barcelones­es la plaza Catalunya y la calle Petritxol es una ruta nostálgica con fotografía­s de Català-roca. Ahora, sin turistas, las calles evocan aquel blanco y negro

- Jordi Basté Barcelona

Mis abuelos paternos vivían en la calle de las Moles, número 7, entresuelo. Por el norte Fontanella, por el sur, Comtal. Un lugar lo más centrado que hay en el centro. Confieso que uno de mis sueños sería entrar, de nuevo algún día, en ese minúsculo piso.

De los abuelos recuerdo su cariño, el amor por el cine y la música del tocadiscos. Y, por encima de todo, el inolvidabl­e gusto de las patatas que se freían en el aceite del rustido del pollo que hacía la abuela. Si con los padres la nostalgia va vinculada a la desobedien­cia, con los abuelos, a la paciencia ..... y al gusto.

Con ellos pasaba algún fin de semana. “Bajaba” a Barcelona –como aún dice mi madre– desde el barrio de Horta. La plaza Catalunya, tan cerca de la calle de las Moles, forma parte de ese imaginario cuando los padres me compraban en una puesto que había cerca de la calle Bergara, las vezas para las palomas. Era una época que la palomas no eran las ratas con alas en que se han convertido medio siglo después. Hoy en día las palomas han perdido el glamur, no hay ninguna puesto para comprar y alimentar a estos bichos y, en todo caso, el espectácul­o lo puede dar un vuelo rasante y asesino de unas gaviotas de metro y medio.

En la actualidad cruzo la plaza más conocida de Barcelona una vez al mes aproximada­mente. Para un nativo es una plaza que se mira pero que no se observa. Está de paso. Es aquella plaza que, para una generación, está al lado de El Corte Inglés y para otra enfrente de la tienda de Apple. De hecho, sé de esta plaza, y de Barcelona, más por lo que he leído a Lluís Permanyer (las encinas, por ejemplo) que de lo vivido.

Jamás me había fijado en la enorme cantidad de estatuas que rodean la plaza. Hay centenares de palomas pero, a las seis de la tarde, no hay gente. El centro de Barcelona está angustiado. Hemos pasado de Pinto a Valdemoro. La sobredosis de turismo con su negocio ocasional ha dado paso a un verano de ciudades para sus ciudadanos. Con un vacío triste y muy poco próspero para sus comerciant­es.

En esa época bajaba hasta la calle Comtal donde había La Montserrat­ina, una pastelería con una insuperabl­e coca donde el azúcar campaba por las anchas de la masa. La Montserrat­ina ya ha cerrado como tantos otros comercios que formaban parte del universo mental de muchas generacion­es de barcelones­es. Por ahí deambulaba por calles y callejuela­s hasta Petritxol donde me sentaba con los abuelos en la granja Dulcinea con sus mesas de madera esperando un plato de nata (con azúcar, por supuesto) y una ensaimada. Hoy he vuelto a esta calle, llena de “aucas” en sus paredes, de galerías de arte, de papelerías .... Está casi todo cerrado. El paisaje es deprimente. Estoy en contra de la masificaci­ón turística pero también de la tristeza comercial. No hay turistas de aquí, ni de allí, ni de más allá. Una calle que tenía excesiva vida, a una moribunda a la espera de tiempos mejores. Me siento en el Dulcinea y me pido mi plato de nata de nostalgia infantil. Solo hay dos mesas (una familia francesa de cuatro y un chico y una chica alemana). Nadie más. Es 31 de julio y la granja cierra mañana por vacaciones. Me pregunto si, en víspera de Navidad, volverán a formarse la largas colas

No queremos turismo para Barcelona pero los barcelones­es nos largamos... a hacer turismo (eso sí, local)

de cada año. “Esperemos que sí” –me dice uno de los históricos camareros del local. Salgo y una mujer que tiene una tienda de postales grita que “el fin de semana que viene no abre”. Está deprimida la zona como escribían hace ocho días en un magnífico (y doloroso) reportaje Silvia Angulo y Ramón Suñé en La Vanguardia. Nombraron esta zona del centro de la ciudad La milla de plomo. Brillante bautizo.

No queremos turismo para Barcelona pero los barcelones­es nos largamos... a hacer turismo. Le llamamos turismo local, una manera pija de decir que no nos vamos ...pero sí. Paseo por Portaferri­sa, Portal de l’àngel, Comtal, vuelvo a pasar por casa de mis abuelos en Moles, 7. Siento algo que no sé describir. Observo la calle para arriba, para abajo. Al lado del portal de los abuelos una tienda de marcos a medida. Una auca en una pared con la imagen de la Virgen de Montserrat reza: “Senyora, no deixeu mai a soles els veïns del carrer de les Moles” (Señora, no dejéis nunca a solas a los vecinos de la calle de les Moles). Espero que se cumpla el sueño de ver el piso.

No hay un alma por la calle. Es media tarde. Y la nostalgia es silenciosa, triste, dolorosa.

(Mañana, el Laberint d’horta)

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Hay 28 esculturas de
diferentes artistas (Frederic Marès, Josep
llimona, Eusebi Arnau...) También hay el monumento a Macià, obra de Josep Maria
Subirachs
KIM MANRESA Plaza Catalunya Hay 28 esculturas de diferentes artistas (Frederic Marès, Josep llimona, Eusebi Arnau...) También hay el monumento a Macià, obra de Josep Maria Subirachs
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