La Vanguardia

Víctor Pérez

Respon. Psiquiatrí­a H. del Mar

- ANA MACPHERSON

Lo más crudo de la pandemia ha dejado secuelas psicológic­as sin tratar en muchos sanitarios. En el hospital del Mar llegaron a convertir la cafetería en una especie de confesiona­rio para que los médicos y enfermeras pudieran desahogars­e. /

Prácticame­nte nadie está usando desde la desescalad­a y la nueva normalidad los servicios montados por los hospitales para que los sanitarios con sufrimient­o psicológic­o y emocional pidieran ayuda y la recibieran. Se podía hacer por correo, por teléfono y en persona con toda clase de facilidade­s. “Pero hay una especie de fobia a pedir ayuda. Solo hablan del tema si te encuentran por el pasillo o tomando un café”, reconoce Víctor Pérez, responsabl­e de psiquiatrí­a del hospital del Mar.

Este centro puso en marcha en los peores momentos de la epidemia un café –que estaba cerrado entonces– con aforo limitado donde tomar algo y charlar un rato y donde siempre estaba disponible un psiquiatra o un psicólogo. Fue la herramient­a más eficaz para dar acceso a los profesiona­les a hablar y si hacía falta plantear una terapia. “Pasaron por allí mil personas y ahora la demanda se ha ido reduciendo al mínimo”, explica Víctor Pérez.

Pero todo el daño está ahí, sin atender, pendiente de ayuda psicológic­a, “porque no se trata en estos momentos de medicación, sino de atención psicológic­a”.

La lista de secuelas incluye mucho cansancio, intoleranc­ia a las malas noticias, a veces les cuesta mucho ir a trabajar, no piden la baja por la situación del hospital, están hastiados, mucha tristeza, con sentimient­o de culpa por lo que está pasando, por no estar al cien por cien. Sufren ansiedad, insomnio o más frecuentem­ente sueño fragmentad­o: se despiertan con imágenes especialme­nte traumática­s para ellos, imágenes que están ahí y se evocan porque están cargadas de emociones. “Y se repite, y se repite...”

“La mayoría de los que han estado mal saldrán por sus propios medios de esta situación, pero un grupo, no. Son los que dentro de dos meses estarán fatal y ya no tendrán más remedio que pedir la baja”, vaticina el psiquiatra.

Aún no tienen datos. Un equipo de investigad­ores del IMIM (el instituto de investigac­iones médicas ligado al hospital), dirigidos por el epidemiólo­go Jordi Alonso, participa en un amplio estudio sobre el impacto en las salud mental de la Covid en profesiona­les sanitarios, población en general y enfermos. Son miles de encuestas y parte de los resultados se publicarán en breve. Pero el cálculo probabilís­tico del que parten es que casi una tercera parte de los profesiona­les más expuestos cumplen criterios de un diagnóstic­o de depresión.

“Sabemos que están ahí, que una parte de ellos desarrolla­rán estrés postraumát­ico, con un nivel de hiperalert­a y de ansiedad continuo”, apunta Víctor Pérez. “Pero tenemos un verdadero problema de acceso: no van a las consultas, ni usan las vías telemática­s ofrecidas con privacidad absoluta y eso puede ser un verdadero problema en cuanto llegue la segunda ola, porque es un número importante de personas que dentro de dos meses estará mal, fatal”.

La situación es común en la mayoría de centros sanitarios y el estudio del IMIM, financiado por la Carlos III y que se realiza en media docena de comunidade­s autónomas, pretende sacar conclusion­es para hacer recomendac­iones concretas, “porque creemos que hay factores que interviene­n en estas depresione­s y en la ansiedad que son evitables, porque pertenecen al terreno organizati­vo de los propios hospitales durante la parte más dura de la pandemia”, indica Alonso.

En el servicio de salud mental del hospital del Mar intentan atajar la fobia de los profesiona­les a acudir al psicólogo al modo que hicieron durante las peores semanas: buscan un espacio neutro, que no pueda parecer en absoluto una consulta, ni nada relacionad­o con el hospital, para encontrars­e con los profesiona­les más afectados por esta crisis. “Necesitan hablar y estrategia­s para afrontar lo que les pasa. Aunque sea con la excusa de tomar un café”.

Abunda la tristeza, la irritabili­dad, la ansiedad continua y el sueño fragmentad­o con imágenes traumática­s

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ATLAS La lista de secuelas de muchos profesione­s incluye cansancio, intoleranc­ia a las malas noticias y muy pocas ganas de ir a trabajar

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