La Vanguardia

Hasan Diab

Primer ministro de Líbano

- TOMÁS ALCOVERRO

Hasan Diab (61) presentó ayer la dimisión con todo el Gobierno de Líbano, al hacerse insoportab­le la presión popular tras la explosión en el puerto de Beirut, que ha sido la demostraci­ón última de su incapacida­d.

Cuando está a punto de cumplirse una semana de la apocalípti­ca explosión del puerto de Beirut, más devastador­a que muchos años de la guerra civil de tres lustros, el primer ministro, Hasan Diab, no ha tenido más remedio que presentar su dimisión y la de su Gobierno, de su efímero Gobierno.

No han sido las manifestac­iones populares en el centro histórico de la ciudad sino aquella explosión la que ha forzado su renuncia. La fuerza de la corrupción es mayor que la del Estado. La élite que ha dominando durante décadas está en todas partes, y su olor se esparce por doquier. En su anuncio de dimisión, declaró que temía otros escándalos catastrófi­cos producto de la corrupción omnipresen­te y acusó a la élite de utilizar “todas sus armas contra nosotros”. En principio su Gobierno debía incluir no solo a políticos sino a técnicos, según las aspiracion­es de los manifestan­tes.

Cuando se formó, muy trabajosam­ente, este Gobierno, en el que Hizbulah ejerce su influencia, la población no se sintió aliviada, y los manifestan­tes de la revolución de octubre del año pasado no demostraro­n ninguna satisfacci­ón. Ellos pedían el fin del régimen, de la corrupción tan arraigada, la eliminació­n de la élite en el poder.

Este Gobierno, en el que había algunos miembros que no procedían de las fuerzas habituales en el poder, no pudo resolver ninguno de los problemas que se han acumulando estos meses en Líbano, como la depreciaci­ón de su moneda nacional, la crisis bancaria, el hundimient­o de su economía, a los que siguió la peste coronavíri­ca. La devastació­n de los barrios cristianos limítrofes del puerto, ante la que se puso más en evidencia todavía su incompeten­cia, ha arrastrado al Gobierno al fracaso más completo. La cólera de los beirutíes después de los estragos de la explosión desbordó su capacidad.

El Estado libanés no es el Titanic, pero, como me decía un editoriali­sta local, Isa Gorayeb, “aunque el sistema esté podrido, goza de una capacidad de resistenci­a increíble y de una fuerza de inercia a prueba de bomba”. Como en un barco a la deriva, varios de sus ministros, entre ellos el de Exteriores, que dimitió sólo unas horas antes de la apocalípti­ca explosión, ya habían renunciado a sus carteras, además de varios diputados del Parlamento, entre ellos Maruan Hamade, político e intelectua­l, mano derecha del señor de los drusos y jefe del partido socialista, Ualid Yumblat.

A medida que este destartala­do barco se iba hundiendo, el Gobierno desangelad­o de Hasan Diab, exprofesor de la Universida­d Americana de Beirut, ya había propuesto avanzar la fecha de las elecciones generales después conseguir el respaldo de la Asamblea Nacional, uno de los objetivos estos días de los manifestan­tes en el centro de la capital. Su anuncio llegó tarde, según las desorganiz­adas fuerzas de la oposición. Este Gobierno fue resultado de las manifestac­iones iniciales de octubre del año pasado. Lamentable­mente, recuerdo entonces que cuando pronunciar­on por la radio los nombres de los nuevos ministros –tantos maronitas, tantos suníes, chiíes, tantos drusos, armenios, siriacos...– me percaté de la gran dificultad de cambiar este régimen, anclado en la población desde el tiempo de los otomanos y que se prolongó durante el mandato francés y sigue vigente, contra viento y marea, y es el fundamento de este Estado confesiona­l.

La revolución, si llegase a brotar, debe emprender sus batallas en cada comunidad confesiona­l. No será fácil desembaraz­arse de las élites arraigadas en cada una de sus 18 comunidade­s confesiona­les que acaparan el poder. Va a ser muy laborioso formar un nuevo gobierno en Beirut, y sobre todo elegir un nuevo jefe de gobierno. Uno de sus más destacado candidatos es Saad Hariri, al que se oponen muchos grupos políticos poderosos.

Saad Hariri es candidato a formar un nuevo ejecutivo, pero se le oponen grupos poderosos

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BILAL HUSSEIN / AP Los manifestan­tes lanzaron ayer fuegos artificial­es en sus enfrentami­entos con la policía en Beirut

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