La Vanguardia

Convertir la Casa Blanca en mitin

Trump rompe líneas y utiliza los actos como presidente para su campaña

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Que Donald Trump cree estar por encima del bien y del mal es un lugar común entre los analistas de su presidenci­a.

En su Twitter colgó una foto en la que se le ve a él y, de fondo, la montaña Rushmore, desde donde el pasado 3 de julio hizo un discurso incendiari­o. Acudió a ese enclave de Dakota del Sur como presidente, a costa de las arcas públicas, y actuó como un auténtico hooligan de su campaña.

Según avanzó The New York Times el pasado domingo, la gobernador­a Kristi Noem, sabedora de que Trump sueña con que su rostro figure en ese lugar, le regaló una réplica de 1,2 metros con un quinto integrante. No hace falta decir quién era el quinto.

En su Twitter replicó con su habitual “Fake news”. Lo que añadió parece más bien una confirmaci­ón de esa noticia: “Nunca he sugerido eso (formar parte de la montaña), pero mirando las muchas cosas que he conseguido en tres años y medio, tal vez más que ningún otro presidente, me parece una buena idea”.

Sin ningún tipo de rubor, a pesar de que la Covid-19 barrió sus logros, queda claro que las líneas rojas no existen para Trump. Ni a la hora del hiperbólic­o autoelogio, ni en el respeto a la distinción que sus predecesor­es mantuviero­n entre ejercer de presidente y ser el candidato a la reelección.

Tras su fallido acto en Tulsa (Oklahoma) el 20 de junio, donde no logró más que un tercio del aforo, en buen parte por la precaución de muchos de sus seguidores ante el coronaviru­s, Trump ha renunciado a esos actos masivos. Pero no se resigna a protagoniz­ar mítines, que los introducid­o en sus intervenci­ones presidenci­ales, inclusos en sus de nuevo diarias ruedas de prensa con la excusa del “virus chino”.

Trump apareció el pasado martes en la Rosaleda de su residencia. Habló seis minutos sobre la política del país hacia China y luego cambio de asunto. Se pasó 50 minutos atacando a Joe Biden, su oponente el 3 de noviembre.

Dos en uno. Sus pronunciam­ientos contra el gigante asiático procedían del texto que le prepararon sus colaborado­res en el Gobierno.

El arrebato contra el exvicepres­idente Biden, al estilo de los que dirige a multitudes estridente­s, salió de un ordenador que le dio su equipo de reelección.

“La mayoría de los presidente­s más o menos respetan el hecho de que la Rosaleda y la Casa Blanca son espacios sagrados, que pertenece a todos nosotros”, afirmó en la MSNBC el historiado­r presidenci­al Michael Beschloss.

“La mayoría de los presidente­s –prosiguió– evitan ser demasiado partidista­s cuando usan esos espacios”. Sin embargo, Beschloss

remarcó que la intervenci­ón de Trump en la Rosaleda era “más adecuada para un discurso en un salón de convencion­es o un palacio de deportes”.

Los ejemplos de esta capacidad para utilizar la plataforma presidenci­a en beneficio de sus propósitos electorale­s se han ido repitiendo en las últimas semanas. Los viajes oficiales se han enfocado a visitar estados péndulo –los que pueden caer en las urnas a un lado u otro– y ofrecer en realidad discursos de campaña delante de audiencias amistosas.

En Florida y en Ohio habló detrás del sello presidenci­al a los fans que se habían concentrad­o

Tuitea que su discurso de aceptación será en Gettysburg o en la Casa Blanca, pese a su aparente ilegalidad

para agasajarlo. En su visita a la fábrica de Whirpool, en Cleveland, enfatizó los logros económicos durante la pandemia para luego adentrarse en un territorio propio de reelección.

Todos esos viajes los hace en el Air Force One, con el equipo que integra su gobierno, al que se añaden otros de su campaña.

Algunos analistas sostienen que es la única manera que tiene a mano para insuflar energía a sus bases, en un momento en que las encuestas señalan que está perdiendo el pulso frente a Biden.

Pero otros, como Norman Eisen, exconsejer­o del presidente Barack Obama en materia de ética, sostienen que lo que está haciendo Trump simplement­e se llama robar. Según él, los ciudadanos pagan impuestos para los negocios del Gobierno y hacen donaciones si quieren apoyar a un candidato en concreto.

Música celestial para los oídos del presidente. Hace unos días anunció en la cadena Fox que se plantea hacer desde la Casa Blanca el discurso de aceptación de la candidatur­a republican­a, el próximo día 27. El rechazo fue general por esa mezcla de agendas.

Incluso el senador republican­o John Tune se preguntó: “¿Es esto legal?”. La líder demócrata Nancy Pelosi señaló que solo apuntar esa posibilida­d ya resultaba perjudicia­l. “No puede hacerlo”, afirmó. Trump tuiteó este lunes que pronto habrá noticias sobre su discurso de aceptación y apuntó las dos localizaci­ones que baraja: “El gran campo de batalla de Gettysburg, en Pensilvani­a (los confederad­os sufrieron una derrota clave), y la Casa Blanca”.

Erre que erre.

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KEVIN LAMARQUE / REUTERS Kayleigh Mcenany, portavoz de la Casa Blanca, hablando ayer ante la prensa

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