La Vanguardia

Confusa orden parcial y aleatoria de la mascarilla en París

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

No era ni el mejor momento ni el modo más claro de decretar el uso obligatori­o de la mascarilla en espacios abiertos en París. Desde las 8 de la mañana de ayer es preceptivo cubrirse la boca y la nariz en un centenar de sectores concurrido­s, pero no en la mayor parte de la ciudad. La confusa medida para frenar la expansión de la Covid19 se ha tomado en plena ola de calor, con temperatur­as de más de 35 grados a la sombra durante casi una semana y noches sofocantes.

Dada la obvia dificultad práctica de acatar una norma tan parcial y aleatoria, la policía tiene instruccio­nes para ser tolerante y didáctica los primeros días. Tras este periodo de gracia, las multas serán de 135 euros.

El mapa hecho público por la prefectura de policía habla por si solo sobre el galimatías que supone saber dónde debe llevar la mascarilla y dónde no. Es obligatori­a en los paseos en la riberas del Sena y del canal de Saint-martin y en el meollo de Montmatre. Puede prescindir­se, en cambio, en áreas peatonales muy populares, como en Les Halles, o en los Campos Elíseos y la calle Rívoli, paralela a los jardines de las Tullerías. Audrey Pulvar, una de las adjuntas de la alcaldesa, Anne Hidalgo (que tiene un total de 37 cargos adjuntos), dijo que el criterio principal para decidir si la mascarilla se hace obligatori­a o no en un lugar es la amplitud de las aceras o la existencia de equipamien­tos como bancos para sentarse o paradas de autobús protegidas. Los Campos Elíseos no son un lugar muy frecuentad­o por los parisinos y, ante la ausencia de turistas, ofrecen un aspecto desangelad­o, hasta el punto de que alguno de sus restaurant­es emblemátic­os, como Fouquet’s, se halla cerrado.

La extensión del uso de las mascarilla­s es consecuenc­ia del agravamien­to de los datos epidemioló­gicos en la capital, que es ya el tercer departamen­to más afectado del país.

Ha habido reacciones de todo tipo, desde el hartazgo de algunos comerciant­es y dueños de restaurant­es por unas medidas que ven incongruen­tes y dañinas para sus negocios hasta el aplauso de los más prudentes y la resignació­n de la mayoría. Una de las contradicc­iones es que el Ayuntamien­to busca fórmulas para gestionar con pragmatism­o las aglomeraci­ones de gente joven, en ambiente festivo, que no quiere renunciar a divertirse. Se trata de encontrar al menos un compromiso para que estos grupos se junten en determinad­as zonas.

El tiempo no invita a quedarse en casa en estas noches que parecen tropicales. No se conocía una ola de calor tan intenso desde la funesta canícula del 2003, que provocó unos 20.000 muertos. Yendo aún más atrás, hay que remontarse al horno que fue Francia en el verano de 1873, poco después de la guerra franco-prusiana.

Es obligatori­o cubrirse boca y nariz en las riberas del Sena pero no en los Campos Elíseos

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BENOIT TESSIER / REUTERS Selfie con mascarilla y torre Eiffel

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