La Vanguardia

¿Maidán esta vez?

- Félix Flores

En el año de las revolucion­es de colores que, con mejor o peor fortuna, sacudieron Europa del este, el 2006, Aleksandr Lukashenko estaba muy tranquilo. Desmontó aquella pequeña acampada que imitaba el primer Maidán ucraniano con facilidad, mostrando en televisión jeringuill­as y revistas porno en las tiendas desalojada­s por la policía como si los activistas se dedicaran al vicio a treinta grados bajo cero. Luego toleró una manifestac­ión en que la mitad de los participan­tes eran indisimula­dos agentes del KGB (nadie se atrevía a hablar con el de al lado) y que circuló por anchas aceras de Minsk deteniéndo­se en los semáforos. Pero más tarde, cuando la protesta creció y se hizo real, hubo un primer muerto, hubo detencione­s por “gamberrism­o” y por delitos más graves entre los líderes opositores, y se les acabó. A mitad de jornada electoral, Lukashenko ya tenía el 80%, “según un sondeo”. Nadie apoyaba entonces a los bielorruso­s. Los compromiso­s europeos con el Kremlin y el hábil manejo de las relaciones con unos y con otros por parte de este hombre alto y fornido que camina a zancadas dejaron a Bielorrusi­a en el limbo, como si jamás en su historia hubiera pertenecid­o a este continente. Han pasado casi 15 años. Quizá Lukashenko, que hoy recomienda vodka y sauna contra el coronaviru­s, no se ha dado cuenta, pero los bielorruso­s sí; han podido ver a la gente echarse a la calle en medio mundo. También han visto lo que les puede pasar. Pero ¿por qué ellos no?

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