La Vanguardia

El laberinto es la felicidad

En el centro de un paraíso verde se elevan los muros de un laberinto, apartado al norte de Barcelona. Un domingo cualquiera las familias buscan la salida... y la felicidad

- Jordi Basté Barcelona

Me gustan los jardines, y me gusta llamarlos jardines y no espacios verdes, y me gustan porque son una invención del hombre aliada con la naturaleza. Un pacto entre el territorio y su poblador, frente a la guerra habitual que mantienen para dominarse el uno al otro. Los jardines nos desvelan de cuajo la otra dimensión del hombre. La de la pasión por lo inútil, por lo estético.

Blitz, David Trueba

–¿Estás alegre, niño? –le suelta una mujer a su hijo. Me sorprende la pregunta por como está formulada. No es habitual cuestionar a un nene si está alegre. ¿Por qué la madre le pregunta si está alegre y no feliz? ¿Qué diferencia hay entre la alegría y la felicidad?

Me acerco a la madre y le pregunto por la expresión. La mujer es cubana.

–El niño es un poco ratón (cobarde) y ha costado que venga hasta acá.

Están ambos jugando perdiéndos­e y reencontrá­ndose en el Laberint d’horta, situado en el centro de un impresiona­nte jardín del edén, imposible para los antófagos que se alimentan solo de flores.

Es domingo y hoy la entrada es gratuita. Fui el jueves anterior con un sol que caía a plomo en Barcelona y la humedad era, directamen­te y sin eufemismos, asquerosa. Subí los escalones empinados hasta la entrada del laberinto y cuando, exhausto y sudoroso, me planté en la taquilla saqué mi tarjeta de crédito dispuesto a pagar los 2,53 euros de la entrada. “No se admiten tarjetas de crédito”, me dijo el señor de las taquillas. Siglo XXI. La vida triste del que no lleva efectivo. Media vuelta y para casa.

Aproveché para entrar en el Velòdrom que no había visitado desde que el italiano Fabio Casartelli ganó la medalla de oro de ciclismo en ruta en los Juegos Olímpicos de Barcelona. En este lugar que hubiese jurado que estaba dejado de la mano de Dios hay más vida de la esperada: unos ciclistas dan vueltas al circuito, mientras que se ha instalado un campo de futbol sala en un lateral de la pista. El bar del Velòdrom está abierto: terraza con barbacoa, leo en una pizarra en la entrada de la que fue una de las joyas de la corona olímpica.

He vuelto tres días después con euros en el bolsillo. Domingo y miércoles, gratis. Empiezo a pasear y descubro que el lugar conserva la belleza de los grandes espacios verdes, florestas para pintar. Paseando entiendes por qué los jardines (y los jardineros) son tan literarios. Virginia Woolf, Jane Austen o Jerzy Kosinski, que escribió la historia de Mister Chance, el jardinero de una mansión que nos enredó haciéndono­s creer que era un interesant­e político. Este domingo los jardines del Laberint d’horta están llenos de niños con sus padres, mayoritari­amente sudamerica­nos.

Sorprende porque en el paseo me cruzo con mexicanos, argentinos, ecuatorian­os, bolivianos y un grupo de una docena de peruanos, mayores de edad, que se lo pasan pipa perdiéndos­e y buscándose en el laberinto. Les veo divertirse, empujarse y reírse y me pregunto a qué edad uno deja de sentirse un crío. Situado justo enfrente de la escuela que me educó desde primero de EGB hasta COU, los Salesianos, no había entrado en el laberinto desde

Paseando por el parque del Laberint entiendes por qué los jardines y los jardineros son tan literarios

hacía más de cuarenta años a pesar de la insultante cercanía.

Me pierdo por el laberinto y tardo quince minutos en encontrar la salida mientras niños siguen divirtiénd­ose jugando a esta absurdidad en medio de un conjunto de cipreses recortados. Frente al bullicio de las playas nos queda la tranquilid­ad de los parques.

Paseas por los jardines mimados del entorno del laberinto como si recorriera­s los italianos de Bóboli (qué deliciosa maravilla) imaginando a Ada Colau de jardinera, sonriendo, mientras poda pittosporu­m, agracejos o hiedras.

Al salir de los jardines, una docena de mexicanos, sentados en unas mesas y sillas de plástico traídas para la ocasión en una furgoneta, debaten a gritos sobre el uso de la mascarilla. Unos pinos les sirven de parasol. Cerca, en unas mesas de madera, unos padres con tres niños meriendan unos bocadillos envueltos en papel de plata. Y pasa la vida... y la gente elimina del calendario otra tarde de domingo, en una Barcelona de verano, con la paz de un jardín, la felicidad (o la alegría) de un laberinto. Y todo gratis miércoles y domingo. El resto, en efectivo.

(Mañana: el Poble Espanyol)

 ?? XAVIER CERVERA ?? LABERINT D’HORTA
P.º de los Castanyers, 1 El parque ocupa los terrenos de una antigua finca del marqués de Poal, Alcarràs y Llupià. Es un enorme jardín museo
XAVIER CERVERA LABERINT D’HORTA P.º de los Castanyers, 1 El parque ocupa los terrenos de una antigua finca del marqués de Poal, Alcarràs y Llupià. Es un enorme jardín museo
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain