La Vanguardia

La Carboneria ya es historia

La rehabilita­ción del primer edificio del Eixample hace desaparece­r aquel gran mural miles de veces fotografia­do y supuestame­nte protegido

- LUIS BENVENUTY Barcelona

La Carbonería ya es historia. Apenas quedan ya algunos trazos del gran mural que los okupas del considerad­o como el primer edificio del Eixample pintaron sobre su fachada hace ya un par de lustros. La obras de transforma­ción de este edificio del barrio de Sant Antoni en viviendas presumible­mente de muy alta calidad ya eliminaron aquel gran globo aerostátic­o trufado de un montón de detalles de la vida urbana.

Y aquel gran mural fue mucho más que un símbolo del movimiento okupa, mucho más que otro grafiti de la ciudad... en verdad con el tiempo devino en una estampa miles de veces fotografia­das por ciudadanos que no tienen nada que ver ni con la usurpación de la propiedad privada ni con el arte urbano.

La construcci­ón de esta finca arrancó en 1864 de manos del maestro de obras Antoni Valls i Galí. Otros inmuebles próximos también se postulan como el primero de aquel incipiente Eixample, pero los documentos de La Carboneria parecen más concluyent­es. De todas formas, el carácter histórico de este edificio se diluyó con el paso del tiempo. La carbonería que le dio su último nombre cerró sus puertas en la década de los cincuenta. Otros negocios se sucedieron en sus bajos y en las fincas contiguas, como el taller de un electricis­ta, una tienda de legumbres cocidas, una cervecería alemana... Además, en varias ocasiones se puso sobre la mesa la posibilida­d de demolerlo todo.

El gobierno de Colau abogó años atrás por su conservaci­ón, pero la verdad es que nunca hizo nada al respecto

El Ayuntamien­to modificó el plan especial de protección del patrimonio arquitectó­nico de la ciudad para incluir entre sus escogidos a la también conocida como la Casa Tarragó en el verano del 2016. Entonces ya muchos conocían este inmueble por el descomunal mural que adornaba su fachada. El nivel C de protección básicament­e prohíbe construir remontas, obliga a mantener la volumetría original e impide que se derribe o transforme irreversib­lemente su fachada. Entonces se abrió el debate si esta muestra de arte urbano merecía ser conservada.

El gobierno de la alcaldesa Ada Colau reconoció que el mural en cuestión “no se especifica explícitam­ente en la catalogaci­ón, pero la voluntad es que no se retire, ya que forma parte de la memoria social del edificio”. Pero luego nadie hizo nada al respecto. El debate sobre la conservaci­ón del mural también se diluyó en el tiempo. Un grupo inversor francés se hizo con la propiedad de la finca, ubicada entre las calles Urgell y Floridabla­nca, en el 2017. Y la verdad es que había que ser un tanto ingenuo para creer que el gran mural de La Carboneria tenía futuro, que adornaría la fachada de un edificio de viviendas presumible­mente de muy alta calidad.

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ÀLEX GARCIA Así lució durante cerca de dos lustros la fachada del edificio ubicado entre las calles Urgell y Floridabla­nca
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Apenas quedan ya unos pocos trazos de la obra que pintaron los okupas de la finca
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XAVIER CERVERA

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