La Vanguardia

Críquet para tiempos de crisis

Es el juego del verano por excelencia, pero el virus lo ha dejado sin espectador­es, algo que no logró ninguna de las dos guerras mundiales

- Rafael Ramos

Cuando los británicos se lamentan de que no hay verano, suelen referirse a la deprimente meteorolog­ía que con frecuencia castiga las islas. Pero no este año, con un tiempo sensaciona­l desde abril, y menos estos días, en que las temperatur­as superan los treinta grados y casi se puede freír huevos en el asfalto, como si fuera Écija. Este año no hay verano porque no hay críquet, o al menos críquet como Dios manda.

Ni siquiera dos guerras mundiales pararon el críquet como lo ha hecho la pandemia, porque siguieron disputándo­se las ligas inferiores, partidos amistosos con fines caritativo­s y hasta encuentros en los campos de prisionero­s europeos o de la jungla de Tailandia (en los que se sobornaba a los carceleros alemanes o italianos para que fueran a recoger las pelotas que pasaban por alto de la valla). Sobre Lord’s, la catedral del deporte en el barrio londinense de Saint John’s Wood, se instalaron unos globos gigantes a considerab­le altura, atados a bloques de cemento, para que los aviones de la Luftwaffe no pudieran acercarse como Pedro por su casa, y a pesar de ello cayó alguna bomba que otra. Cuando sonaba la alarma, árbitros y jugadores se ponían cuerpo a tierra sobre el césped, y al cabo de un rato el juego continuaba.

Los cronistas de la época agradecier­on a Hitler que retrasara la invasión de Polonia hasta que el campeonato inglés estuvo prácticame­nte decidido, y solo hubo que cancelar las últimas jornadas, tras la declaració­n de hostilidad­es el 3 de septiembre por el gobierno de Neville Chamberlai­n. En India se siguió jugando como si tal cosa, tanto después de 1914 como de 1939, y estrellas inglesas trasladaro­n allí sus habilidade­s. Como De- nis Compton, destinado con el Ejército Territoria­l a Mhow, que en un partido memorable anotó 249 carreras. Una viñeta mostró un bateador británico golpeando una granada lanzada por Benito Mussolini. Detener por completo el críquet habría sido una victoria propagandí­stica para Goebbels.

La Primera Guerra Mundial coincidió con una gira por Inglaterra del equipo de las Indias Occidental­es (la selección del Caribe), y también la reanudació­n este año del deporte tras el confinamie­nto. Pero sin espectador­es en las gradas. Si el sonido del fútbol es el de los hinchas rugiendo con un gol o cantando en las tribunas, el del críquet –mucho más silencioso– es del bate al conectar con la pelota. Pero no hay nadie que lo pueda disfrutar. Ni siquiera en India, que esta vez también ha caído, y la decimoterc­era edición de su Premier League –la más rica del mundo– ha sido suspendida. Estadios como los Eden Gardens de Calcuta, el Wankhede de Bombay o el Feroz Shah Kotla de Delhi (el segundo más antiguo del mundo, data de 1883) tienen el candado puesto. Solo hay silencio.

El último partido de primera categoría que se disputó en 1939 enfrentó a los condados de Yorkshire y Sussex en Hove, y los aficionado­s visitantes tuvieron problemas para regresar a casa porque el gobierno confiscó inmediatam­ente los trenes para el desplazami­ento de las tropas. Para el lanzador Hedley Verity fue también su último encuentro, ya que encontrarí­a la muerte en 1943 en Sicilia, antes de que se pudiera reanudar el críquet. Su tumba en la ciudad italiana de Caserta es objeto de peregrinac­ión por los aficionado­s. Hubo muchas más víctimas –sudafrican­os, australian­os...–, pero ni siquiera esas desgracias personales tuvieron un impacto tan drástico como el de la actual pandemia.

El críquet es un juego lleno de simbolismo en el mundo de la Commonweal­th, y en Gran Bretaña es el deporte estival, cuando para el fútbol. Sin él no hay verano. Desde hace unas semanas lo hay, aunque sea a medias, porque Inglaterra ha jugado (sin público) contra las Indias Occidental­es y lo está haciendo contra Pakistán, pero sobre todo porque ha regresado a nivel amateur a los greens (esplanadas verdes) de los pueblos y barrios, y los hombres vestidos de blanco inmaculado, con el bate en la mano y las piernas cubiertas hasta por encima de la rodilla, vuelven a formar parte del paisaje. Y se vuelve a escuchar el ruido inconfundi­ble de la madera golpeando la pelota.

En Inglaterra hay registrado­s tresciento­s mil jugadores de críquet. Y aunque la selección nacional juegue con las gradas vacías, a nivel de club se permiten espectador­es, eso sí, con distancia social, gel hidroalcoh­ólico, flechas en el suelo para indicar un sistema unidirecci­onal, bares y vestuarios cerrados, sin apretones de manos ni abrazos. La pelota se ha de lavar, pasteuriza­r e hidrofiliz­ar cada vez que cambia de manos. Pero algo es algo. Se ha salvado lo que se ha podido del verano.

Tanto en 1914 como en 1939 se siguió jugando en India, y hubo muchos amistosos en Inglaterra

 ?? DAN MULLAN / AP ?? Ben Stokes durante el partido entre Inglaterra y Pakistán del pasado viernes en Old Trafford
DAN MULLAN / AP Ben Stokes durante el partido entre Inglaterra y Pakistán del pasado viernes en Old Trafford
 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain