La Vanguardia

Italia se suma a la oleada europea de barreras turísticas a España

La cuarentena británica a los viajeros ya ha hecho caer el 80% de las reservas previstas para todo el año

- EUSEBIO VAL París. Correspons­al

Las lamentacio­nes son transfront­erizas. Si en Catalunya se sufre el bajón del turismo francés, ahuyentado por las alarmantes noticias sobre la Covid-19 y por las recomendac­iones del propio Gobierno de París, al norte de los Pirineos el malestar es todavía mayor. “Hemos perdido a nuestros españoles, casi todos catalanes, aquí han dejado de existir; es dramático”, aseguró ayer a La

Vanguardia Stéphane Rives, propietari­o de tres hoteles de lujo al pie de la ciudad medieval, una de las más hermosas y mejor conservada­s de Europa.

Carcasona, a 150 kilómetros de la Jonquera, ha sido siempre uno de los principale­s destinos de los turistas catalanes en el sur de Francia. Las cifras de Rives son elocuentes: el 70% de los clientes de sus establecim­ientos son extranjero­s y, de ellos, el 60% españoles. Entre estos, los catalanes representa­n el 90%. “Yo creo que nosotros hemos sufrido más que Catalunya con los franceses; allí han seguido yendo, ¿no?”, agregó.

En los hoteles de Rives, el mes de junio fue nefasto (caída del 70% en las pernoctaci­ones). En julio el desplome se moderó (30%). Y en agosto las cosas van bien, gracias en parte al turismo nacional. Pero los augurios no son nada buenos para septiembre. “Me temo que, al terminar agosto, volverá a haber severas restriccio­nes porque las cosas (la pandemia) no van bien”, predijo el empresario.

La ausencia del turismo extranjero ha golpeado de modo muy diferencia­do a Francia, según ciudades y regiones. El impacto está siendo devastador en París, cuyos hoteles, especialme­nte en verano, dependen de los visitantes foráneos. Los españoles son buenos clientes, y también los británicos, los estadounid­enses y los asiáticos. Algunos establecim­ientos han decidido cerrar porque no les resulta rentable funcionar a medio gas. Lo mismo han hecho algunos restaurant­es, nombres célebres como Fouquet’s, en los Campos Elíseos, o Le Procope, en la rive gauche, fundado en 1686.

Desde que terminó el confinamie­nto, las autoridade­s francesas –las centrales y las regionales– han realizado una campaña muy intensa, sin tregua, de promoción del turismo nacional, con el argumento de que este año se impone, por razones sanitarias y económicas, pasar las vacaciones en Francia. En un país tan habituado a los mensajes de autoestima y a la acérrima defensa de sus industrias y sus productos, la invitación al patriotism­o vacacional ha tenido buena acogida. Algunas zonas del país han registrado una afluencia muy alta, superior a años anteriores, como Bretaña, Auvernia (en el Macizo Central), el Jura y los Vosgos. Ha habido también un boom de ventas y alquileres de autocarava­nas. Los campings han resistido bien la coyuntura.

El nuevo Gobierno, que no ha sacrificad­o las vacaciones pese a haberse constituid­o en julio, ha dado ejemplo. Salvo el titular de Asuntos Exteriores, Jean-yves Le Drian, cuya esposa es de origen español, todos pasan unos días de descanso en Francia. Le Figaro hasta publicó un mapa con sus destinos. El problema es que el proteccion­ismo, tanto si se aplica al turismo como a cualquier otro sector, no resulta inocuo y tiene perdedores. Carcasona y París lo están notando.

EL IMPACTO DE LA PANDEMIA El bajón del turismo extranjero ha sido muy desigual, según ciudades y regiones

SALUD Y ECONOMÍA La campaña oficial para pasar las vacaciones en Francia ha sido muy intensa

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NADIA ISAKOVA/ AWL IMAGES LTD. / GETTY La Carcasona medieval es un imán para el visitante catalán, mayoritari­o entre los extranjero­s

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