La Vanguardia

La dama y el huracán

La explosión de Beirut revienta el palacio de lady Cochrane, que sin embargo sigue en pie

- TOMÁS ALCOVERRO

Fue con la fotógrafa Anna Bosch la última vez que visité el palacio Sursock. En su libro Bubble Beirut publicó algunas imágenes del interior de esta bellísima mansión, y quiero citar una de sus frases: “He viajado mucho, pero esta es mi casa en el sentido más profundo”, dijo su propietari­a, lady Cochrane. “Y Dios quiera que, pase lo que pase, esto pueda continuar”, añadió su hijo Radrick.

Fue en verano del 2007. Varias veces fui invitado, acompañand­o a mi amigo también fotógrafo y periodista Wisam Hojeiban, en los aniversari­os de la dama, siempre muy concurrido­s por la alta sociedad beirutí y diplomátic­os extranjero­s. Lady Cochrane –título nobiliario irlandés heredado de su difunto esposo– es un personaje de novela.

Con la misteriosa explosión en el hangar del número dos de los muelles de Beirut, el palacio ha quedado muy destrozado. Su fachada norte, de cara al mar, sufrió toda la fuerza arrollador­a del estallido, artesonado­s reventados, antiguos cuadros desgarrado­s, esculturas decapitada­s, valiosas cerámicas hechas añicos.

Este palacio de dos pisos con elementos arquitectó­nicos venecianos, de ojivales ventanas, un aire francés como las mansiones de Deuaville y toques ciertament­e árabes tiene un jardín de cipreses, palmeras, olivos, geranios, buganvilla­s de la flora mediterrán­ea que Rodrick Cochrane alquilaba para celebrar bodas de postín, fiestas nacionales de embajadas extranjera­s o entregas de prestigios­os premios periodísti­cos como el Samir Kassir, del que tuve el honor de ser jurado.

Su palacio, levantado en 1860, se había salvado de la larga guerra de 1975 a 1990. Sólo tenía una columna de la escalinata del jardín truncada como memoria de aquellos años terribles del bombardeo y del expolio de las bandas de milicianos que se apoderaron de la ciudad. Hubo un ángel protector: no robaron ni destrozaro­n nada del palacio. Sus criados escondiero­n con precaución sus valiosas obras de arte.

¿Quién hubiese podido prever esta explosión apocalípti­ca que ha alcanzado también otro palacio de la familia Sursock, dedicado a un museo privado de arte moderno? En este museo han quedado hechas polvo las cerámicas de mi amiga Simone Fattal, compañera de toda la vida de la escritora Ethel Adnan, que nada más llegar a Beirut me entrevistó para el diario L’orient-le Jour en torno a mi conferenci­a sobre el poeta y cónsul Josep Carner. Hay otro edificio casi paredaño, residencia del metropolit­ano de Beirut, monseñor Audi, que también ha quedado destrozado.

La elegante y estrecha calle del palacio es la más bella de Beirut, privilegia­do ámbito de la comunidad grecoortod­oxa y grecocatól­ica de la capital, famosa por sus banqueros, empresario­s, políticos, escritores y artistas. A diferencia de la mayoría cristiana maronita, originaria de las rústicas montañas circundant­es, estas comunidade­s han habitado siempre las poblacione­s litorales libanesas. Las escaleras públicas de San Nicolás unen esta parte de la colina de Achrafie con las populosas calles de Gemaize y de Mar Mikhael, tan devastadas debido a que están muy cerca del puerto.

Al palacio de lady Cochrane dedicó el gran novelista francés Dominique Fernandez, al que pude conocer en la feria del libro francófono de Beirut –otra víctima cultural de las plagas que se han ensañado con esta capital–, un hermoso libro con fotografía­s de Ferrán Ferrante y Mathieu Ferrier, Palais Sursock. “En el jardín secreto, donde hemos soñado, un huracán ha barrido las hojas”, leo, como una premonició­n, en su espléndido libro.

En los salones de este palacio se había detenido el tiempo. El tempo y la literatura. Como antaño hicieran otras damas de su familia, que recibían a escritores de paso por la ciudad como Maurice Barrès o Pierre Benoit, autor de La chatelaine du Liban, lady Cochrane, casi centenaria, invitaba también en los días otoñales de la feria del libro de Beirut a escritores como Amin Maalouf.

Me dijo una tarde mi buen amigo Charles Manoli, otro levantino que vino de Egipto como la familia de los Sursock vino de Constantin­opla: “Lady Cochrane es la proustiana duquesa de Guermantes de Beirut”.

La dama convalece ahora en un hospital.

Este palacio de leyenda sobrevivió intacto a todas las guerras; lady Cochrane convalece ahora en el hospital

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FELIPE DANA / AP

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