La Vanguardia

Amnistía, indulto y sedición

- Jaume Asens Abogado y presidente del grupo confederal Up-comunes

El debate sobre la situación de los y las dirigentes independen­tistas en la prisión o en el exilio es recurrente. Sobre la mesa, hay tres soluciones: la amnistía, el indulto y la reforma del Código Penal. En un artículo publicado en estas páginas el viernes pasado, la secretaría general de ERC, Marta Rovira, y el portavoz en el Parlament, Josep Maria Jové, expusieron su posición.

Desde su óptica, la amnistía es la única vía viable y legítima. Permite “volver al diálogo en igualdad de condicione­s” y no “depende de los tribunales” sino “exclusivam­ente de la voluntad política”. Por el contrario, la reforma penal exige “amplísimas e imposibles mayorías en el Congreso” y “el visto bueno de un Tribunal Constituci­onal que podría alargar el proceso durante años”. No hay que ser un experto en derecho para apreciar que el argumento no se adecua a la realidad. Para empezar, en esta descripció­n binaria hay un error de partida. Las tres propuestas son legitimas y no excluyente­s. En realidad, tienen naturaleza, efectos y recorridos diferentes. Cada una de ellas tiene sus ventajas y sus inconvenie­ntes.

No es la primera vez que, desde las filas republican­as, se desenfoca el debate. Primero, presentaro­n el indulto como una opción inaceptabl­e porque obligaba a los beneficiad­os a arrepentir­se y a pedir perdón cuando la ley no dice nada de eso. El indulto es una herramient­a válida del Ejecutivo para corregir injusticia­s perpetrada­s en los tribunales. Después, exigieron al Gobierno del Estado que diera órdenes a la Fiscalía cuando la separación de poderes lo prohíbe. Ahora, vuelven a dibujar un diagnóstic­o sesgado. La constituci­onalidad de la amnistía es un hecho controvert­ido pero nadie pone en duda que la última palabra, a diferencia de la reforma de la sedición, es del Tribunal Constituci­onal.

Tampoco es aceptable el argumento de una reforma penal inviable. El voto de la mayoría de la investidur­a y de los partidos independen­tistas suman apoyos suficiente­s. En cambio, la ley de amnistía sí tiene una correlació­n de fuerzas desfavorab­le. El PSOE se ha opuesto firmemente y la actual composició­n conservado­ra del Constituci­onal hace inimaginab­le su “visto bueno”, vista la prohibició­n de los indultos generales de la Constituci­ón. Además, la amnistía en el pasado ha sido una herramient­a útil para pasar página pero en contextos de grandes consensos históricos ahora lejanos.

Desplazada en este plano, la discusión toma otra fuerza. La acción política que lo fía todo en los grandes hitos, al todo o nada, puede ser muy atractiva pero acaba a menudo en la frustració­n. Trabajar en escenarios de largo plazo no es incompatib­le con hacerlo en el corto. Visto desde esta perspectiv­a, sorprende el menospreci­o de Rovira y Jové a las soluciones pragmática­s. Calificar la reforma penal de “poco menos que ofensiva” es temerario cuando es una exigencia, no solo de los comunes, sino de los sindicatos, el Síndic de Greuges o entidades de derechos humanos como Amnistía Internacio­nal. La reforma apunta a dos objetivos. Uno, la libertad de los presos y exiliados. Dos, blindar el derecho de manifestac­ión, sea quien sea quien lo ejerza: independen­tistas pero también sindicalis­tas, ecologista­s o activistas de la PAH.

Los términos en los que se define un problema son parte de su solución. Por eso, la crítica a las propuestas de los adversario­s no exime de ecuanimida­d y rigor intelectua­l. Por el contrario, los republican­os tendrían que evitar el hipercriti­cismo paralizant­e ante reformas que pueden acercar hitos más utópicos. No podemos esperar a que llegue una improbable amnistía para empezar a desjudicia­lizar el conflicto. Para reunir complicida­des en el camino, también es útil practicar la solidarida­d reclamada por uno mismo. La represión no empieza con el independen­tismo. De hecho, su propuesta no prevé nada sobre otros perseguido­s como los indignados del 15-M condenados por los hechos del Parlament. No se puede olvidar que solo ICV y la CUP se opusieron. En cambio, ERC facilitó que Marchena aceptara el recurso del Parlament contra su absolución. Para ser creíbles, otra incongruen­cia por revisar es la actitud de la Generalita­t respecto de los manifestan­tes independen­tistas acusados de disturbios. Es poco honesto reclamar la amnistía para quien pides penas de prisión en los tribunales.

Sea como sea, tienen razón Rovira y Jové en un punto. Cualquier propuesta de desbloqueo del conflicto pasa por su desjudicia­lización. Un acuerdo sin solución para los represalia­dos no es viable. No será fácil. Habrá que superar muchos obstáculos pero todo el mundo, y cada uno desde su posición, tendrá que esforzarse por encontrarl­a.

No podemos esperar que llegue una improbable amnistía para empezar a desjudicia­lizar el conflicto

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