¿Cuánto tardó Hitchcock en rodar la escena de la ducha de ‘Psicosis’?
Cuando Alfred Hitchcock decidió adaptar al cine la novela Psicosis de Robert Bloch, publicada en 1959, ya era todo un cineasta respetado. El británico había triunfado con el glamuroso technicolor de Con la muerte en los talones y para él Psicosis no era más que un chiste de serie B, un juguete con el que entretener, manipular y sorprender al espectador filmado en blanco y negro, al mismo tiempo que era todo un toque de atención a esa cándida sociedad norteamericana aferrada a la aparente tranquilidad de su espacio doméstico que pensaba que jamás podría ser víctima de un desequilibrado en su propia casa... y más concretamente en la intimidad de su propio baño.
Hasta el estreno de la película, hace ya 60 años, el terror había procedido casi siempre del espacio exterior, de criaturas alienígenas o de monstruos clásicos como Drácula o Frankenstein. El tímido Norman Bates, inspirado en el asesino en serie de Wisconsin Ed Gein e interpretado en la gran pantalla por Anthony Perkins, bien podría ser el típico vecino de al lado. “Mi intención era hacer que la gente gritara, chillara y todo eso... pero no más que en una montaña rusa”, declararía el maestro del suspense respecto al propósito de su magnífica obra.
La actriz Janet Leigh encarnaba a Marion Crane, la secretaria que huía de su empresa con un botín de 40.000 dólares y recalaba de noche en el motel Bates. Su personaje moría a los 40 minutos de metraje, algo impensable para un público acostumbrado a ver cómo sus actores preferidos desfilaban ante sus ojos hasta el final de la historia.
Los gritos de la intérprete en la bañera mientras era apuñalada por Bates asombraron aquel 16 de junio de 1960 en el Demille Theatre de Nueva York a unos espectadores que chillaban como descosidos ante la visión de tan macabro destino, tal y como recuerda el cineasta Peter Bogdanovich, que ejercía de crítico por aquel entonces: “Fue la primera vez en la historia del cine en la que no estabas a salvo en la sala”.
En total fueron necesarias 78 tomas y 52 cortes para elaborar una escena revolucionaria e icónica de tan solo 45 segundos que transformó para siempre la manera de hacer cine y que Hitchcock modeló y mimó de forma obsesiva durante una semana entera como una pieza independiente del resto de la película, cuyo rodaje transcurrió entre el 11 de noviembre de 1959 y el 1 de febrero de 1960.
Y es que el poder de la magia cinematográfica está omnipresente en todo momento a lo largo de ese antológico espectáculo, desde la manera de rodar las imágenes desde distintos ángulos de cámara, pasando por la inolvidable música compuesta por Bernard Herrmann o la estudiada coreografía en la que el desdichado personaje de Leigh intenta defenderse de su asesino hasta caer desplomada agarrada a las cortinas de la bañera. Insuperable.
Y MAÑANA... ¿Qué personajes de Peyo cambiaron de color para
su edición en EE.UU.?