La Vanguardia

BIDEN, PROCLAMADO CANDIDATO

Los demócratas ocultan sus diferencia­s y proclaman candidato a Biden

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El Partido Demócrata ha aparcado sus diferencia­s para empujar la candidatur­a de Joe Biden y desalojar a Donald Trump de la Casa Blanca en las elecciones de noviembre. El que fuera vicepresid­ente con Barack Obama –en la foto, con su esposa, Jill– fue proclamado oficialmen­te aspirante la madrugada de ayer. Biden promete centralida­d, estabilida­d y empatía.

El futuro puede esperar. Los demócratas estadounid­enses orillaron anteanoche sus divergenci­as internas para proclamar candidato a la Casa Blanca a Joe Biden, convertido a sus 77 años en el antídoto centrista que el partido cree necesitar para derrotar a Donald Trump.

“Gracias desde el fondo de mi corazón”, respondió Biden tras conocerse el recuento final de votos de cada candidato para hacerse con la nominación demócrata, finalmente casi el triple que su rival izquierdis­ta, el senador Bernie Sanders, un recordator­io no obstante de la pujanza del movimiento progresist­a dentro del partido.

Nada o casi nada de esa nueva realidad interna se ha visto por ahora en la convención nacional demócrata, virtual, que este año se ha entregado con especial empeño a la nostalgia y ha tirado de viejas glorias (Jimmy Carter, de 95 años; Bill Clinton, de 74 años; la hija de John F. Kennedy...) y destacados republican­os (como el exsesecret­ario de Estado Colin Powell, el último alto cargo en desertar del partido) para presentar al exvicepres­idente Biden a los votantes como la persona adecuada para devolver el país a la normalidad y, lo más urgente, superar la pandemia del coronaviru­s, una crisis que se ha cobrado más de 175.000 vidas, doblegado al país y hundido su economía.

Frente al caos de la administra­ción Trump, estabilida­d. Donde en este momento de dolor sólo encuentran indiferenc­ia, hallarán empatía y humanidad, aseguró en un íntimo y efectivo retrato del candidato su esposa, Jill Biden. La pareja lleva casada desde 1977, cinco años después de que Biden perdiera a su primera mujer y su hija en un accidente de tráfico que también dejó heridos a sus dos hijos varones.

“¿Cómo arreglas una familia rota? De la misma manera que arreglas un país. Con amor, comprensió­n y pequeños gestos de compasión”, defendió la cálida ex segunda dama de EE.UU., de 69 años, lista ahora para asumir el protagonis­mo que se espera de la primera. “Las cargas que soportamos son pesadas y necesitamo­s a alguien con hombros fuertes. Si encomendam­os esta nación a Joe, hará por vuestras familias lo que hizo por la nuestra, unirnos y sanarnos”, defendió desde un aula vacía del instituto de Wilimingto­n (Delaware) donde comenzó

BRECHA GENERACION­AL

El partido explota la nostalgia para evitar el divisivo debate sobre su rumbo

su carrera como docente.

“Hola, soy el marido de la doctora Jill Biden”, dijo orgulloso el candidato cuando salió a abrazarla al final del discurso como cierre de la noche. Una imagen tierna en un marco de normalidad y cotidianid­ad a la vez que altamente simbólica, una escuela cerrada por la pandemia. Si Joe Biden llega a la Casa Blanca, conseguirá que puedan abrir de forma segura, como tantas familias ansían, aseguró su esposa.

Traumatiza­dos por el fracaso de su estrategia del 2016, cuando presentaro­n a Hillary Clinton como la candidata más preparada de la historia, los demócratas quieren que estas elecciones sean un pulso por los valores del país, sobre sentimient­os más que sobre ideas. “Una batalla por el alma de la nación”, como decía Biden en sus mítines. Un debate sobre qué tipo de país quiere ser EE.UU., una campaña que enfrente claramente el carácter de los dos candidatos y motive al país para ir a las urnas y votar, aunque sea contra Trump más que a favor del candidato demócrata.

Pero hay algo más. Después de más de cuatro décadas en la política nacional, los estadounid­enses ya

“JOE NOS SANARÁ”

Jill Biden, ex segunda dama de EE.UU. presenta el perfil más íntimo del candidato

conocen a Biden, tanto sus virtudes como sus debilidade­s. “No es perfecto y él será el primero que lo admitirá”, dijo con crudeza Michelle Obama. El objetivo es ante todo reforzar sus fortalezas en la mente de los votantes para proteger a Biden de los fieros ataques de Trump.

La campaña del republican­o lo presenta como un líder corrupto, senil e incapaz, “una marioneta” en manos del ala radical del partido que en cuanto llegue a la Casa Blanca dejará tirados a los votantes republican­os o independie­ntes que se fien de él y le presten su apoyo. En realidad, no se sabe hacia dónde tirará Biden si el 3 de noviembre gana las elecciones.

En su intervenci­ón el primer día de la convención, el exgobernad­or republican­o John Kasich aseguró a los conservado­res que conoce a Biden y no dará un giro a la izquierda.

El bloque centrista del partido se siente de hecho reivindica­do por su victoria y por la estrategia y la plataforma con que irán a las elecciones de noviembre, calcadas de las que le permitiero­n recuperar el control de la Cámara Baja en el 2018, por más que la atención se centrara en Alexandria Ocasio-cortez y sus pares.

Sanders, en cambio, sostiene que su amigo Joe ha asumido partes importante­s del programa progresist­a y lo aplicará, aunque esa pelea se deja para más adelante. Este año su objetivo es ser parte del pegamento que los demócratas necesitan para no dejar escapar votos por ningún flanco y asegurarse una victoria lo suficiente­mente rotunda como para acallar las acusacione­s de fraude que se esperan por parte de Trump.

Quizás para evitar decidir o porque la juventud del partido está claramente a la izquierda de su actual establishm­ent, el tradiciona­l discurso de estrellas ascendente­s de la segunda noche de la convención no destacó a ningún joven político en particular. Este codiciado espacio –en el que, por ejemplo, un desconocid­o candidato a senador llamado Barack Obama brilló ante los votantes de todo el país en el 2004– se cedió esta vez a un grupo de 17 legislador­es de perfil centrista que pronunciar­on un discurso coral.

Si bien difícilmen­te se recordará como un momento estelar para ninguno de ellos, sus intervenci­ones fueron un recordator­io más de que las primarias presidenci­ales más variadas de la historia han acabado por coronar, de nuevo, a un hombre blanco que de llegar a la Casa Blanca, con 78 años, será además el presidente más anciano de la historia de EE.UU. Su edad y su promesa de ser un presidente de transición da aún más relevancia a su apuesta por la senadora negra de raíces indias Kamala Harris, de 55 años, que esta madrugada debía ser proclamada candidata a vicepresid­enta.

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AP
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BRIAN SNYDER / AFP Jill Biden, en la imagen, ha reforzado el perfil más personal del candidato demócrata

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