BIDEN, PROCLAMADO CANDIDATO
Los demócratas ocultan sus diferencias y proclaman candidato a Biden
El Partido Demócrata ha aparcado sus diferencias para empujar la candidatura de Joe Biden y desalojar a Donald Trump de la Casa Blanca en las elecciones de noviembre. El que fuera vicepresidente con Barack Obama –en la foto, con su esposa, Jill– fue proclamado oficialmente aspirante la madrugada de ayer. Biden promete centralidad, estabilidad y empatía.
El futuro puede esperar. Los demócratas estadounidenses orillaron anteanoche sus divergencias internas para proclamar candidato a la Casa Blanca a Joe Biden, convertido a sus 77 años en el antídoto centrista que el partido cree necesitar para derrotar a Donald Trump.
“Gracias desde el fondo de mi corazón”, respondió Biden tras conocerse el recuento final de votos de cada candidato para hacerse con la nominación demócrata, finalmente casi el triple que su rival izquierdista, el senador Bernie Sanders, un recordatorio no obstante de la pujanza del movimiento progresista dentro del partido.
Nada o casi nada de esa nueva realidad interna se ha visto por ahora en la convención nacional demócrata, virtual, que este año se ha entregado con especial empeño a la nostalgia y ha tirado de viejas glorias (Jimmy Carter, de 95 años; Bill Clinton, de 74 años; la hija de John F. Kennedy...) y destacados republicanos (como el exsesecretario de Estado Colin Powell, el último alto cargo en desertar del partido) para presentar al exvicepresidente Biden a los votantes como la persona adecuada para devolver el país a la normalidad y, lo más urgente, superar la pandemia del coronavirus, una crisis que se ha cobrado más de 175.000 vidas, doblegado al país y hundido su economía.
Frente al caos de la administración Trump, estabilidad. Donde en este momento de dolor sólo encuentran indiferencia, hallarán empatía y humanidad, aseguró en un íntimo y efectivo retrato del candidato su esposa, Jill Biden. La pareja lleva casada desde 1977, cinco años después de que Biden perdiera a su primera mujer y su hija en un accidente de tráfico que también dejó heridos a sus dos hijos varones.
“¿Cómo arreglas una familia rota? De la misma manera que arreglas un país. Con amor, comprensión y pequeños gestos de compasión”, defendió la cálida ex segunda dama de EE.UU., de 69 años, lista ahora para asumir el protagonismo que se espera de la primera. “Las cargas que soportamos son pesadas y necesitamos a alguien con hombros fuertes. Si encomendamos esta nación a Joe, hará por vuestras familias lo que hizo por la nuestra, unirnos y sanarnos”, defendió desde un aula vacía del instituto de Wilimington (Delaware) donde comenzó
BRECHA GENERACIONAL
El partido explota la nostalgia para evitar el divisivo debate sobre su rumbo
su carrera como docente.
“Hola, soy el marido de la doctora Jill Biden”, dijo orgulloso el candidato cuando salió a abrazarla al final del discurso como cierre de la noche. Una imagen tierna en un marco de normalidad y cotidianidad a la vez que altamente simbólica, una escuela cerrada por la pandemia. Si Joe Biden llega a la Casa Blanca, conseguirá que puedan abrir de forma segura, como tantas familias ansían, aseguró su esposa.
Traumatizados por el fracaso de su estrategia del 2016, cuando presentaron a Hillary Clinton como la candidata más preparada de la historia, los demócratas quieren que estas elecciones sean un pulso por los valores del país, sobre sentimientos más que sobre ideas. “Una batalla por el alma de la nación”, como decía Biden en sus mítines. Un debate sobre qué tipo de país quiere ser EE.UU., una campaña que enfrente claramente el carácter de los dos candidatos y motive al país para ir a las urnas y votar, aunque sea contra Trump más que a favor del candidato demócrata.
Pero hay algo más. Después de más de cuatro décadas en la política nacional, los estadounidenses ya
“JOE NOS SANARÁ”
Jill Biden, ex segunda dama de EE.UU. presenta el perfil más íntimo del candidato
conocen a Biden, tanto sus virtudes como sus debilidades. “No es perfecto y él será el primero que lo admitirá”, dijo con crudeza Michelle Obama. El objetivo es ante todo reforzar sus fortalezas en la mente de los votantes para proteger a Biden de los fieros ataques de Trump.
La campaña del republicano lo presenta como un líder corrupto, senil e incapaz, “una marioneta” en manos del ala radical del partido que en cuanto llegue a la Casa Blanca dejará tirados a los votantes republicanos o independientes que se fien de él y le presten su apoyo. En realidad, no se sabe hacia dónde tirará Biden si el 3 de noviembre gana las elecciones.
En su intervención el primer día de la convención, el exgobernador republicano John Kasich aseguró a los conservadores que conoce a Biden y no dará un giro a la izquierda.
El bloque centrista del partido se siente de hecho reivindicado por su victoria y por la estrategia y la plataforma con que irán a las elecciones de noviembre, calcadas de las que le permitieron recuperar el control de la Cámara Baja en el 2018, por más que la atención se centrara en Alexandria Ocasio-cortez y sus pares.
Sanders, en cambio, sostiene que su amigo Joe ha asumido partes importantes del programa progresista y lo aplicará, aunque esa pelea se deja para más adelante. Este año su objetivo es ser parte del pegamento que los demócratas necesitan para no dejar escapar votos por ningún flanco y asegurarse una victoria lo suficientemente rotunda como para acallar las acusaciones de fraude que se esperan por parte de Trump.
Quizás para evitar decidir o porque la juventud del partido está claramente a la izquierda de su actual establishment, el tradicional discurso de estrellas ascendentes de la segunda noche de la convención no destacó a ningún joven político en particular. Este codiciado espacio –en el que, por ejemplo, un desconocido candidato a senador llamado Barack Obama brilló ante los votantes de todo el país en el 2004– se cedió esta vez a un grupo de 17 legisladores de perfil centrista que pronunciaron un discurso coral.
Si bien difícilmente se recordará como un momento estelar para ninguno de ellos, sus intervenciones fueron un recordatorio más de que las primarias presidenciales más variadas de la historia han acabado por coronar, de nuevo, a un hombre blanco que de llegar a la Casa Blanca, con 78 años, será además el presidente más anciano de la historia de EE.UU. Su edad y su promesa de ser un presidente de transición da aún más relevancia a su apuesta por la senadora negra de raíces indias Kamala Harris, de 55 años, que esta madrugada debía ser proclamada candidata a vicepresidenta.