La Vanguardia

“Demasiado bonito para ser verdad”

Un policía retirado de Denver encuentra al prófugo de la justicia que casi lo mató en 1971

- FRANCESC PEIRÓN

Luis Archuleta figuró a en la lista de “los estadounid­enses más buscados”. Y no precisamen­te para darle la noticia de que alguien le había dejado inesperada­mente una herencia millonaria.

Luego se olvidaron de él. Todos, salvo un policía.

Durante cerca de 40 años. Archuleta residió en Española, ciudad en el estado de Nuevo México, bajo la identidad de Ramón Montoya. Ocupaba una casa modesta. Llevaba una existencia tan discreta que, después de décadas de convivenci­a, sus vecinos sabían muy poco de Montoya.

Tal vez, montoya jamás pudo imaginarse que se había convertido en una obsesión para una persona que conoció en su otra vida.

Hay a quien le da por fotografia­r puestas de sol, visitar lugares donde pasaron cosas absurdas o por observar mariposas monarca.

A Daril Cinquanta le dio por perseguir un pájaro. Solo uno.

“Siempre he dicho a la gente que era como un hobby, mi pasatiempo preferido”, declaró hace uno días al canal CBS.

A Cinquanta, de 72 años, hoy policía jubilado de la ciudad de Denver (Colorado), jamás se le borró la imagen de aquel hombre que le disparó en 1971 estando de servicio. Ni dejó de buscarle.

Aquel pistolero era Archuleta. En 1974 se escapó de prisión, desapareci­ó, y el agente Cinquanta supo cuál era su misión.

Han pasado 46 años y a Archuleta, de 77 y conocido además como Larry Pusateri, lo detuvieron este agosto en su hogar. Tras el proceso de extradició­n, regresó esta semana al penal de Colorado gracias, o por culpa, de la perseveran­cia de Cinquanta.

El primer encuentro entre ambos data del 2 de octubre de 1971. Cinquanta era un policía novato. Archuleta y dos mujeres iban en un vehículo. Ese hombre le pareció sospechoso al uniformado.

El agente le solicitó la documentac­ión y le requirió que se bajara del coche. Los dos se dirigieron a la parte trasera. Archuleta sacó una pistola. El policía intentó quitársela, forcejearo­n. Archuleta le disparó en el estómago.

En esa época los policías no disponían de chalecos antibalas ni radio fuera del coche patrulla, al que Cinquanta llegó gateando para pedir auxilio.

Archuleta huyó, como ya lo había hecho cinco meses antes de un presidio de California en el que cumplía condena por robo con lesiones y tráfico de drogas. Fabricó una especie de muñeco con almohadas entre las sábanas y desapareci­ó del penal.

Lo detuvieron al cabo de unos meses en México, en una operación antidroga.

Las autoridade­s del país vecino supieron que Archuleta estaba buscado en Estado Unidos. Después de todo el proceso judicial, en 1973 recibió en Denver una sentencia de 14 años de prisión por maherir a un uniformado.

A los 17 meses, protagoniz­ó otra fuga. Simuló estar enfermo para que lo trasladara­n a un hospital. “Fue una huida a lo Hollywood, con rehenes, un coche listo para escapar y un colega armado”, dijo Cinquanta a la CBS.

Ese colega respondía al nombre de Sidney Riley, que una vez en el hospital insistía una y otra vez en ir al lavabo. Archuleta hizo lo propio y jamás regresó. Un par de funcionari­os fueron a buscarlo. Archuleta y su cómplice les aguardaban apuntándol­es con sus armas. A Riley lo apresaron a los cuatro días.

Ahí empezó la obsesiva misión de Cinquanta. En los años ochenta, una informació­n lo llevó hasta

San José, en California. Nada.

Una llamada anónima le aseguró el pasado 24 de junio que Archuleta se llamaba Ramón Montoya y que residía en Española. En su investigac­ión de los registros de antecedent­es halló que en febrero del 2011 lo detuvieron por conducir ebrio. Al ver la ficha policial, el fotografia­do con el cartel de “liberado” tenía el aspecto de un envejecido Archuleta.

Los agentes del FBI interrogar­on a la exesposa de Archuleta y su hijo. Los dos lo conocían por Ramón Montoya. Les enseñaron un cartel de 1978 con la imagen de Archuleta y los dos confirmaro­n que ese era Montoya. El hijo incluso explicó que su padre le confesó que su verdadero apellido era Pusateri y que se lo cambió por ser un huido de la justicia.

“No me lo podía creer, demasiado bonito para ser verdad”, reconoció Cinquanta al certificar el final de su cacería, de décadas, siguiendo pistas en vano.

El agente Daril Cinquanta inició su misión en 1974, cuando Luis Archuleta huyó de un penal de Colorado

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DAMIAN STROHMEYER / GETTY

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