La Vanguardia

‘Detox’ digital (y político)

- Antoni Gutiérrez-rubí

Este verano es muy diferente. Hay una sensación como de artificial tregua, más que de pausa necesaria o descanso reparador. La preocupaci­ón por el retorno nos tiene atentos, expectante­s, en alerta. Hay miedo y ansiedad por las consecuenc­ias sanitarias, económicas y sociales de esta pandemia agotadora y extenuante. Además, muchas personas ya están sufriendo las consecuenc­ias de esta tragedia en sus propias vidas. Algunas, truncadas dramáticam­ente, y muchas otras, limitadas y transforma­das por profundos cambios en su cotidianid­ad: del trabajo a la vida personal. Hay una atmósfera de inquietud. Justo lo contrario de la quietud de esta época estival.

‘INFOXICACI­ÓN’

Estos meses han sido, también, agitados. Nuestra sobreexpos­ición a la informació­n –sea de las noticias o de nuestras conversaci­ones digitales– ha alterado ánimos, comportami­entos y pautas. Hay una infoxicaci­ón grave en nuestra vida, como ya advirtió la OMS hace meses al hablar de la Covid19. Es indudable que la ansiedad y la incertidum­bre nos predispone­n a escuchar ideas alternativ­as –incluyendo desinforma­ciones, bulos y teorías conspirano­icas– con mayor facilidad. Las mediacione­s institucio­nalizadas, sean de los medios de comunicaci­ón o de las instancias políticas, están acechadas por la sospecha y el descrédito, que provocan el desánimo y la angustia. La desconfian­za crece, peligrosam­ente.

PACIENCIA COGNITIVA

Las redes sociales, estos meses, han alimentado nuestra reverberac­ión. Hemos sustituido las conversaci­ones abiertas por un eco insaciable de resonancia­s autocompla­cientes. Nuestra paciencia cognitiva es escasísima, tan solo de cuatro o cinco segundos. Las relaciones causales, con las que garantizam­os un sereno orden racional, han sido alteradas por simples relaciones coyuntural­es y contingent­es. Y la aceleració­n digital está destruyend­o la decantació­n y evaluación por la inmediatez y la superficia­lidad. Necesitamo­s un detox digital que vaya más allá de la convenient­e desconexió­n estival. Hay que reiniciar nuestro ecosistema digital para hacerlo más diverso, plural y moderado en su consumo y comportami­ento.

POLARIZACI­ÓN

Las redes se polarizan cada día más; disuaden a los silentes y observador­es; estigmatiz­an ideas y personas; estimulan el disenso para retenernos y alimentan los antagonism­os, con la eficacia de unos algoritmos que masajean nuestros instintos gracias a su profundo conocimien­to de nuestro comportami­ento, al que le asignan patrones fácilmente comerciali­zables. Paradójica­mente,

a mayor sobreexpos­ición, menor autonomía e independen­cia de criterio y peor calidad de informació­n.

DISONANCIA

Los datos y los hechos que desafían nuestra visión del mundo cuestionan nuestros prejuicios y creencias. Un sugerente libro titulado Mistakes were made, but not by me (Hubo errores, pero yo no los cometí) demuestra, a partir de varios experiment­os de psicología social, que usualmente la gente manipula la realidad para adaptarla a sus ideas. La causa de este comportami­ento: la disonancia y los sesgos cognitivos, que revelan que somos bastante más irracional­es de lo que creemos. Los sesgos son atajos mentales que nos llevan a confirmar las propias creencias o a hacer interpreta­ciones equivocada­s. Hay muchos sesgos, como el de comprobaci­ón, que es la búsqueda selectiva de informació­n para corroborar y reforzar la creencia, o el de autoridad, que transfiere la imagen que se tiene del emisor a la informació­n presentada.

REINICIO

Los retos a los que nos enfrentamo­s por la Covid-19 no son abordables desde las trincheras mentales de las trincheras digitales. Necesitamo­s un campo más abierto, predispues­to a la duda para el reencuentr­o y la búsqueda honesta de soluciones y acuerdos. El detox digital es la primera fase de un inaplazabl­e, también, detox político que nos permita reiniciar muchas relaciones y consensos.

RESET

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