La Vanguardia

Lo que los médicos nos esconden

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No son de fiar por el lugar que ocupan o por las decisiones que toman. El que se cuela en la cola del cine o del supermerca­do porque cree tener más prisa que tú. El que te adelanta por la derecha a 200 km/h en la autopista. El que salta de unas rocas altas aun a riesgo de partirse la espalda. Donald Trump. El engreído, el sexista, el narcisista, el gañán, el racista, el manipulado­r, el mentiroso, el charlatán profesiona­l. Los hay de varios tipos: los inofensivo­s, los útiles (la masa borreguera ante el líder malvado) y los peligrosos. Luego están Miguel Bosé y los 2.500 manifestan­tes antimascar­illas de la plaza Colón de Madrid de este domingo, o Josep Pàmies y sus 200 adeptos ayer en Sant Pere de Ribes.

Los estúpidos.

Ahora resulta que la Covid no existe, que los médicos nos esconden la verdad, que todo es falso, que los gobiernos exageran las infeccione­s con el propósito de recortar las libertades civiles, que el uso de la mascarilla es inútil y puede matarnos, que Bill Gates lidera una clase de élites globales que quieren controlar a la población, o despoblar el planeta o incluso implantar en las personas microchips controlado­s por 5G a través de la vacuna. Gates aparece aquí como Joker, el villano de Batman, en coalición con un Pedro Sánchez que en realidad es un farsante bajo cuya piel se esconde un lagarto como los de la mítica serie V de los años ochenta.

Tengo la sensación de que en esta pandemia se han multiplica­do los estúpidos peligrosos como lo hacen las esporas bacteriana­s del coronaviru­s. Era cuestión de tiempo que llegara a España un fenómeno global en el que los antimascar­illas se mezclan con los antivacuna­s, los conspirano­icos, los antisistem­a, los cienciólog­os, los libertario­s, los terraplani­stas y los que esnifan lejía.

La osadía de la ignorancia.

Los sociólogos y los filósofos ya teorizan sobre el individual­ismo incívico creciente que bebe de los discursos de extrema derecha o izquierda y de la pseudomedi­cina. Servidora maneja una tesis mucho más simple: la gente ha dejado de leer diarios y solo se informa mediante los mensajes que le llegan por Whatsapp, las redes sociales o el último zumbado que sale en Youtube.

No hay mayor amenaza que el virus de la estupidez, tanto o más dañina que la maldad. Nadie está a salvo, ni siquiera usted, ni yo. No da risa porque da miedo. Decía Quevedo que todos los que parecen estúpidos lo son y que, además, también lo son la mitad de los que no lo parecen. En efecto, estamos rodeados.

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