Afición a prueba de pandemia
El público de la Schubertíada se emociona con unos Quiroga pletóricos el primer día de festival
Festivales como la Schubertíada de Vilabertran están demostrando que es más difícil poner puertas al campo de la cultura que al propio coronavirus. Especialmente si se trata de la gran cultura europea. Ya pueden ir exigiendo desde el Gobierno de Boris Johnson que todo artista que viaja a España ha de respetar luego una cuarentena en su país –en Alemania o Austria les vale con un PCR...–, o ya pueden en Holanda aplicarnos el código naranja y prohibirnos ir siquiera a concluir la grabación de un disco, como le ha sucedido al Cuarteto Quiroga... Que ladren en nombre de la Covid-19, pues al final es en las salas de conciertos –por poner un ejemplo– donde se comprueba que la correa de contagio cultural es incluso más expansiva que la de este virus que lleva camino de acabar con la unión de Europa.
Estos y otros pensamientos asomaban ayer en la entrada de la canónica de Vilabertran, en la que el público –menos abundante pero igualmente militante– seguía las instrucciones de ingreso escalonado, mascarilla en ristre. En sus miradas había emoción, incredulidad y agradecimiento: una parte de sus vidas podía seguir adelante. Y esa parte era nada menos que la Schubertíada de Vilabertran, el edén del lied y la música de cámara que para esta afición a prueba de pandemia pone siempre punto y final al verano agosteño del Empordà.
Antes de que comenzara a sonar el Cuarteto para cuerdas en Re bemol mayor, op. 24/3, de Boccherini –italiano que fue muy activo en España, al servicio del infante Luís–, el Cuarteto Quiroga era recibido por un aforo limitado –130 localidades, todas vendidas aunque con algunas bajas–, pero con el aplauso más entrañable que hayan escuchado las paredes de esta canónica que, por cierto, relucía como los chorros del oro tras la preceptiva limpieza y desinfección. Con el escenario más bajo y central –lamparita
incluida–, la Schubertíada se acercaba al aire de los salones en los que el propio Schubert tocaba en familia. La sensación de seguridad hacía posible un cierto relax de cara al disfrute del concierto.
Los Quiroga, pletóricos, en estado de gracia –era el tercer concierto del verano para una formación que fue Premio Nacional de la Música 2018–, dieron la bienvenida a continuación a la cellista alemana Erica Wise, con la que han desarrollado una gran amistad musical y un notorio entendimiento, a juzgar por la intensidad con la que interpretaron el extraordinario quinteto para dos cellos de Schubert –Quinteto para cuerdas en Do mayor, D. 956–. La cellista de la formación, Helena Poggio, se confabuló con Wise para sumergir al público en ese abismo de profundidad y nobleza que es Schubert en su etapa tardía, ahondando en la muerte y la finitud. Romanticismo vienés que cobra otro sentido en la era pandémica, especialmente en este festival de melómanos para melómanos. Como despedida, una vuelta a Boccherini con su famoso Minueto del Quinteto núm. 5.