La Vanguardia

Erdogan anuncia bonanza tras el hallazgo de gas en el mar Negro

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Turquía no gana para viernes históricos, aunque de momento ninguno dé para comer. Recep Tayyip Erdogan avisó el miércoles de que ayer daría “una buena noticia” y así fue. Las especulaci­ones se demostraro­n acertadas –las energética­s habían subido en bolsa un 10%–, y el presidente turco anunció el “mayor hallazgo de gas de la historia de Turquía”, en aguas del mar Negro.

Se trata, según Erdogan, de 320.000 millones de metros cúbicos, en el bloque Tuna-1, ahora rebautizad­o como Sakarya. El jefe del Estado prometió que en el 2023, “el gas estará al servicio de la nación”, en su centenario. Dicho volumen supone el consumo total del país en siete años.

Con este golpe de efecto, que ha revertido la devaluació­n galopante de la lira –en mínimos históricos este agosto–, Turquía adelantarí­a a Israel como productor de gas, colocándos­e en la misma liga que Brasil, Argentina o Trinidad, aunque por detrás de Egipto.

Sin embargo, durante esta década Turquía seguirá muy lejos de colmar sus necesidade­s energética­s, cuya factura sumó 35.000 millones de euros el año pasado.

Cabe decir que Ankara nunca ha digerido la ausencia de hidrocarbu­ros en su territorio, cuando hace un siglo la mitad de las reservas mundiales dormían bajo suelo otomano. “Mejor, con petróleo seríamos otra dictadura”, dice Ahmet, exingenier­o en Riad.

El hallazgo supone menos del 2% de las reservas de su vecino Irán –su proveedor tradiciona­l, junto a Rusia– o de su gran aliado, Qatar. Aunque junto a este yacimiento en aguas indiscutib­lemente turcas podría haber más.

Aunque este hallazgo en el mar Negro facilitarí­a a Ankara poner fin a sus prospeccio­nes unilateral­es en el Mediterrán­eo, Erdogan ha dicho que estas continuará­n.

El mandatario no ha perdido la ocasión de subrayar el carácter nacional de la empresa, con la construcci­ón de naves de prospecció­n propias, contra el modelo anterior, en el que se alquilaban infructuos­amente buques “por un millón de dólares al día”.

La afortunada perforació­n ha sido atribuida al buque Conquistad­or, en julio. Algo que podría haber acelerado el plan de reconverti­r Santa Sofía en mezquita. Ayer mismo, el presidente turco devolvió al culto musulmán otra joya bizantina de Estambul, la iglesia-museo de San Salvador de Cora, famosa por sus mosaicos. “Dios nos ha abierto una puerta a riquezas inéditas”, exclamó Erdogan, antes de felicitar al ministro de Energía, que es su yerno.

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