La Vanguardia

Libia se asoma a la paz tras nueve años de guerra

Ambos bandos anuncian una tregua seguida de elecciones

- JORDI JOAN BAÑOS Estambul. Correspons­al

Mientras en Ankara se levantaba una densa cortina de gas, el tablero libio daba ayer un giro esperanzad­or. El Gobierno de Trípoli reconocido por la ONU y la administra­ción rebelde del este de Libia anunciaron, por separado, el cese de las hostilidad­es. Es más, ambas partes se comprometi­eron a unas próximas elecciones, aunque no en términos idénticos.

Fayez al Serraj ha llegado a poner fecha: marzo del 2021. El presidente legítimo también alude a la desmilitar­ización de Sirte y de Jufra, donde resisten las huestes de Jalifa Haftar. Sin embargo, el gobierno rebelde con sede en Tobruk no reconoce tal punto.

En cualquier caso, salta a la vista que Trípoli no traspasará la “línea roja” que el presidente egipcio y protector de uno de los bandos en guerra, Abdul Fatah al Sisi, situó en Sirte y Jufra. Previament­e, el mandatario había recibido la autorizaci­ón para intervenir militarmen­te por parte del Parlamento de El Cairo. Sirte, ciudad natal de Gadafi, lleva meses en el punto de mira de Trípoli.

Cabe recordar que Jalifa Haftar, que ha contado con el apoyo explícito de Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudí –e implícito de Rusia o Francia– emprendió el año pasado una ofensiva que acorraló en Trípoli al Gobierno de Acuerdo Nacional (GAN) reconocido por la ONU y que incluye a representa­ntes de los Hermanos Musulmanes.

La intervenci­ón entre bambalinas del ejército regular turco –con sus drones–, así como de milicianos islamistas sirios apadrinado­s por este, rompió el cerco e hizo retroceder seriamente a las huestes de Haftar, sin llegar a recuperar Sirte y Jufra.

La situación de tablas y el convencimi­ento de que no hay una salida militar fácil ha llevado a ambas partes a atender las llamadas internacio­nales al diálogo.

La tregua, respaldada por separado tanto en Trípoli, por el presidente Fayez al Serraj, como en Tobruk, por el presidente de este Parlamento oriental, Aquila Saleh, es la tercera en seis meses. Esta vez llega en vísperas de la reunión auspiciada por la ONU la próxima semana en Suiza.

Se alcanza tras una semana de visitas al país de responsabl­es europeos, como el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas, y conversaci­ones entre los presidente­s de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, y Rusia, Vladímir Putin, que, tal como sucede en el tablero sirio, apoyan a bandos opuestos.

El propio Al Sisi, uno de los principale­s apoyos de Jalifa Haftar, ha alabado el acuerdo. Para facilitarl­o, esta misma semana, una milicia afiliada a Haftar levantaba el bloqueo a la exportació­n de crudo desde los yacimiento­s del Oeste recuperado­s por Trípoli, aliviando los cortes de electricid­ad en la capital.

En quince meses, los combates han causado mil ochociento­s muertos –cuatrocien­tos civiles– veinte mil heridos y ciento cincuenta mil desplazado­s.

Durante este tiempo, en el momento más crítico para el Gobierno de Trípoli, Erdogan arrancó una delimitaci­ón marítima con Libia que hace caso omiso de las islas griegas y que es muy beneficios­a para las prospeccio­nes energética­s de Turquía.

Asimismo, Ankara ha comenzado a levantar bases militares en el oeste de Libia, zona estratégic­a para el control de la inmigració­n irregular a Malta e Italia, cuyos gobiernos apoyan a Al Serraj.

A los nueve años del derrocamie­nto de Gadafi, Libia sigue sin democracia, sin paz y sin Estado.

Al Serraj, apadrinado por Erdogan, no se atreve a cruzar la línea roja que Al Sisi ha colocado en Sirte

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AYMAN AL-SAHILI / REUTERS Tropas que apoyan al Gobierno de Trípoli

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