La Vanguardia

Flix toca fondo y busca un futuro al margen de la química

Acabada al fin la descontami­nación en el río Ebro, el municipio quiere salir de la depresión

- ESTEVE GIRALT

La basura tóxica y radiactiva del pantano de Flix (Ribera d’ebre), vertida durante más de un siglo por la industria química en el fondo del río Ebro, se ha limpiado al fin después de casi dos décadas de espera (2004-2020). Se han superado los incumplimi­entos, incluido un escándalo de corrupción política aún en manos de la justicia, y los delicados trabajos de extracción de los residuos, mezclados y ocultados en forma de fangos. Acabada la pesadilla y eliminada la montaña de vertidos –se han tenido que movilizar 800.000 metros cúbicos de lodos contaminad­os–, el pueblo y parte de la comarca miran con esperanza un futuro que era negro.

“Estamos satisfecho­s, vemos el final, la contaminac­ión ya es histobitan­tes ria. Quiero poner en valor la persistenc­ia de todos hasta que la descontami­nación ha sido completa y verificabl­e”, destaca Francesc Barbero (ERC), alcalde de Flix. Extraídos los últimos 70.000 m³ de fangos tóxicos, solo queda pendiente el desmantela­miento de las instalacio­nes y la restauraci­ón de la zona, que se prevé acabar en diciembre.

La desactivac­ión de la bomba contaminan­te va más allá de lo tangible, un pantano y un río como el Ebro ahora limpios a su paso por Flix, antes de empezar su viaje hacia la desembocad­ura y el delta del Ebro. Con una ubicación privilegia­da, en un meandro –los vecinos cuentan con orgullo que el Ebro pasa dos veces por Flix–, el pueblo confía que la descontami­nación será un revulsivo.

Un cambio de tendencia para frenar la despoblaci­ón, pues Flix no ha parado de perder vecinos en los últimos quince años, con el éxodo de buena parte de las generacion­es de jóvenes del pueblo. “La gente se va a Barcelona o Tarragona. En mí quinta éramos sesenta, la de mi hija, que nacerá en octubre, serán quince. La administra­ción no hace nada. Mira el tren o las carreteras... Pueblos como el nuestro desaparece­rán”, dice Nerea Castellví (32 años), maestra, que junto a su marido acaba de volver a su pueblo, y para quedarse.

Aunque últimament­e hay algunas parejas jóvenes que regresan, el saldo es muy negativo. La población ha caído por debajo de los 3.500 haen un municipio estratégic­o para la comarca que en los años 90 superó la barrera de los 5.000 vecinos. “Se explica por la falta de trabajo, pero no solo por eso; hay jóvenes formados que se van y ya no piensan en volver”, añade el alcalde.

Hay dos sectores que deberían salir especialme­nte beneficiad­os en el nuevo escenario descontami­nado. El turístico, con negocios que ya llevan algunos años aprovechan­do el tirón de la navegación por el Ebro, y la reserva natural de Sebes, sobre todo con canoas. El otro, el agroalimen­tario, con productos de enorme calidad como el aceite.

Un entorno limpio y seguro, y con tradición industrial, debería ser también un reclamo para atraer nuevas industrias, en un enclave situado a escasos kilómetros de la central nuclear de Ascó (Ribera d’ebre), con el agua y la electricid­ad garantizad­as. Las energías renovables y la economía circular son dos de los mercados en los que quiere pescar Flix.

El Consistori­o hace siete años que trabaja, junto a la Generalita­t, para atraer nuevas inversione­s industrial­es capaces de compensar, al menos en parte, la marcha de Ercros, en el origen de la contaminac­ión, que ahora solo emplea a 90 personas, pero que llegó a dar trabajo a 1.500 vecinos. La cruda realidad es que hasta ahora los resultados han sido escasos.

“Los planes europeos de reactivaci­ón pueden ser un escenario de oportunida­d para Flix y la Ribera d’ebre; estaremos atentos a cualquier proyecto que pueda encajar en una zona que necesita girar página, pero también un nuevo impulso industrial”, destaca Jordi Just, presidente de la Cambra de Comerç de

DESPOBLACI­ÓN

Desindustr­ialización y falta de oportunida­des causan el éxodo de jóvenes bien formados

DOS DÉCADAS DE ESTIGMA La pésima imagen de pueblo contaminad­o ha ahuyentado a inversores y negocios

Reus, que representa también los intereses de esta comarca. “Hay que fijar la población en el territorio y revertir la despoblaci­ón”, añade.

Uno de los debates abiertos en Flix, y en toda la comarca, es sobre la convivenci­a entre industria, energía, turismo y sector agroalimen­tario. Preocupan a una parte de la población la sombra, alargada, de inversione­s con fuerte impacto ambiental, como el controvert­ido depósito de residuos industrial­es abierto a principios de año en la vecina Riba-roja d’ebre.

Pilar Ortega, de 42 años, segunda generación de una empresa familiar de transporte y obra pública, de Flix, aboga por la reindustri­alización, que ve “compatible” con el desarrollo del turismo y el agroalimen­tario. “La cultura industrial forma parte de nuestro ADN, pero nos hemos sentido solos, sin ayuda de las administra­ciones; hay un gran déficit de infraestru­cturas”, destaca Ortega.

En un municipio de interior, apartado de las grandes urbes, la red ferroviari­a es pésima, del siglo pasado, y las carreteras insuficien­tes. A lo que hay que añadir problemas de cobertura móvil e internet, en vías de solución (fibra).

“Tenemos que trabajar entre todos para poner en valor la descontami­nación, el contador ambiental de

Flix está a cero; era uno de los principale­s obstáculos para cualquier proyecto de recuperaci­ón económica, una losa”, admite el alcalde. Durante años, ha penalizado la incertidum­bre de no poder poner fecha al final de las obras de limpieza, con la empresa adjudicata­ria que dio incluso por acabada la descontami­nación cuando no lo estaba.

Ahora se respira optimismo en Flix, pero sin ingenuidad­es. Esta es una región azotada desde hace casi dos décadas por la despoblaci­ón rural, la desindustr­ialización y la desatenció­n pública. La industria química transformó Flix desde finales del siglo XIX, cuando los alemanes vieron una oportunida­d en un pequeño pueblo regado por el Ebro.

Pero aquel maná, vigente durante más de 100 años, que adelantó la revolución industrial y elevó la calidad de vida de los flixancos, se esfumó y dejó una herida profunda.

El mundo miró atónito, en el 2004, hacia Flix, con escasos precedente­s comparable­s en el nefasto historial de episodios de contaminac­ión fluvial. El final de la descontami­nación, en medio de la pandemia, y con muchos años de demora, no ha conseguido los mismos titulares. Hará falta tiempo y perspectiv­a para valorar el camino recorrido. “Ha de ser un punto de inflexión, hemos de ser capaces desde todos los puntos de vista, el económico pero también el social, de ponerlo en valor”, apostilla el alcalde.

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XAVI JURIO Luces y sombras. El final de la extracción de los 800.000 m³ de fangos contaminad­os abre esperanzas en un pueblo en declive
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