La Vanguardia

España a dos velocidade­s

Palomero compite en Málaga con ‘Las niñas’, espejo de la falsa modernidad del país en los 90

- FERNANDO GARCÍA

Desde la Guerra Civil y más atrás se viene diciendo que tenemos dos Españas, y hoy es el día en que continuos y agrios conflictos lo siguen confirmand­o. El filme Las niñas, que la debutante Pilar Palomero presentó ayer en el Festival de Málaga tras la buena acogida que obtuvo en la pasada Berlinale, enriquece esa idea y nos habla de una España a dos velocidade­s. La historia se desarrolla a primeros de los noventa, cuando con las Olimpiadas y la Expo o con la campaña del Póntelo, pónselo nos creímos ya supermoder­nos mientras en muchos colegios y hogares del país los chavales seguían recibiendo una formación casi tan carca como la del franquismo. ¿Una dicotomía superada o todavía vigente?

Pilar Palomero (Zaragoza, 1980) nos expone así su planteamie­nto inicial: “El 92 nos parece muy reciente y lejano a la vez. Por un lado podemos pensar que para entonces habíamos superado muchas cosas, pero cuando rascamos un poco vemos hasta qué punto éramos aún conservado­res y de qué modo determinad­os prejuicios y enseñanzas religiosas seguían pesando en gran parte de nosotros”.

La realizador­a, inicialmen­te formada como fotógrafa en la Escuela de Cine de Madrid y después en distintos oficios cinematogr­áficos, decidió hacer esta primera película precisamen­te para contar cómo fue la educación que recibió, tanto en el cole y en casa como en las limitadas parcelas del exterior que compartía con sus compañeras de clase. El impulso le vino cuando se topó con un viejo cuaderno con redaccione­s dictadas por las monjas de aquella escuela. Una de ellas llevaba por título La sexualidad al servicio del Señor, y su mensaje central era que el sexo “forma parte de un plan divino, siempre dentro del matrimonio”, recuerda la cineasta. La lectura del texto ocupa una de las escenas escolares que vive la protagonis­ta, Celia, a la que interpreta de manera admirable Andrea Fandos.

Encerradas en ese mundo de olor a incienso en la escuela y a naftalina en el hogar, Celia y sus amigas apenas vislumbran la España que parece viajar a toda prisa en su flamante AVE hacia el colmo del progreso. Ellas apenas ven esa España

a través de los carteles de promoción de los condones que aparecen en su parada del bus, carteles que por cierto una asociación de padres católicos pronto lograría arrancar por la vía judicial.

Celia empieza a descubrir otros mundos a través de su nueva y atrevida compañera Brisa (Zoe Arnao), recién llegada de Barcelona. Juntas

aprenderán las primeras letras en los abecedario­s de la rebeldía y la libertad que todo adolescent­e ha de incorporar a su lenguaje.

En casa, Celia choca con una mamá nerviosa y algo autista, claramente atribulada por su condición de madre soltera. Interpreta este papel Natalia de Molina, quien define al personaje como “una mujer que no sabe expresar lo que le pasa y todo lo lleva hacia adentro”. Una señora a la que “nadie ha enseñado a hablar ni a desarrolla­rse como persona sino solo a cumplir lo que la sociedad le ha marcado”. Esos valores más bien pacatos se los intenta transmitir a su hija, a quien, “como muchos padres, trata de convertir en un espejo de lo que ella cree lo mejor de sí misma”.

La directora pone por delante que la suya es ante todo una historia de emociones. Y, en cuanto al panorama social que describe, duda que pueda compararse al de hoy. “Entre aquel momento y ahora, los adolescent­es han vivido una revolución que lo ha cambiado todo, incluida su forma de relacionar­se con los mayores y entre ellos; la revolución de internet”. Lo que no cambia a través de las generacion­es es “lo emocional, como tampoco el sentido de rebelión”, dice.

Natalia de Molina, en cambio, sí ve extrapolab­le a la actualidad el contraste entre inmovilism­o y progreso que señala el filme. “Aún parece

Mientras España se subía al AVE en algunas escuelas las monjas enseñaban ‘Sexualidad al servicio del Señor’

“Parece que avanzamos mucho, pero parte de la sociedad sigue siendo muy conservado­ra”, dice Natalia de Molina

que vamos hacia un lugar muy avanzado, pero una parte de la sociedad sigue anclada en una mentalidad muy conservado­ra; gente a la que le cuesta entender las libertades y aceptar que uno tiene que ser el que quiere ser”, afirma. “Y si no, mira qué polémicas siguen creándose a cuenta de las distintas identidade­s sexuales”.

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JORGE FUEMBUENA Natalia de Molina y Andrea Fandos en una escena de Las niñas, de Pilar Palomero

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