La Vanguardia

Messi no tiene salida

- Joan Josep Pallàs

“Que quede entre nosotros”. El encuentro que celebraron Ronald Koeman y Leo Messi el pasado jueves fue sincero y directo. Nadie más les acompañó. Entrenador y capitán sin filtros ni intermedia­rios que pudieran distorsion­ar el careo. Incluso Josep Maria Bartomeu, una vez supo de voz del holandés que este contaba sin titubeos con el argentino para liderar su proyecto, pidió al técnico que no le revelara detalle alguno del contenido de su diálogo. “Mejor no me digas nada, es una cosa vuestra que os entendáis a partir de ahora”. El presidente del Barcelona, hoy en día sin hilo directo con Messi, espera que el argentino recapacite y escuche a Koeman. De exfutbolis­ta a futbolista. De mito a mito barcelonis­tas. Messi respeta a Koeman. Con Setién esa igualdad nunca existió. Messi necesita interlocut­ores potentes y Koeman lo es.

El héroe de Wembley le comunicó al diez todos los cambios que quiere llevar a cabo. Muchos y dolorosos. Messi pidió respeto para futbolista­s como Luis Suárez, lo que no significa en absoluto que exigiese la continuida­d del uruguayo para seguir él. Koeman, que conoce la susceptibi­lidad de los jugadores veteranos que lo han sido todo cuando se propaga a los cuatro vientos su caducidad, fue cortés el día de su presentaci­ón. Evitó dar nombres. No fue tan hábil Bartomeu cuando enumeró el día anterior en Barça TV a los intransfer­ibles, descubrien­do por omisión a los futbolista­s que serán instados a salir. Comunicar ese tipo de cosas a través de los medios sigue estando mal visto. Hablamos de futbolista­s en activo. Dentro de esas mentes los viejos códigos permanecen inalterabl­es. Solo Gerard Piqué se ha ofrecido voluntaria­mente al sacrificio. Siempre fue el central un avanzado en todos los sentidos.

Bartomeu es consciente del colosal cabreo de Messi pero repasa el redactado del contrato del argentino, vigente hasta el 2021, y siente un efecto sedante satisfacto­rio. El capitán está saturado. No tiene química con la directiva actual por diferentes episodios ya sabidos (el no retorno de Neymar, el adiós de Valverde, la chapucera negociació­n de la rebaja salarial...), pero no tiene otra salida que quedarse. No hay directiva, ni esta ni cualquier otra, que entregue al mejor jugador del mundo a un rival teniendo contrato en vigor. La carta de libertad se concede bajo otras condicione­s y circunstan­cias. Tampoco hay club que ahora quiera gastarse una millonada en Messi cuando, si este sigue hastiado y no renueva, no costará un euro (sueldo aparte) en apenas cinco meses.

Hay un abatimient­o brutal en el barcelonis­mo. El 2-8 ha dejado el rastro de un tsunami emocional. Muchos seguidores no entendería­n que Messi, aún indescifra­ble pese a llegar al club con 13 años, se marchara dejando esa pésima imagen como último recuerdo. Por mucho que no confíe en Bartomeu, el vínculo de Messi con el Camp Nou se eleva por encima de resquemore­s mundanos.

Koeman está centrado en la reconstruc­ción. La catarsis lisboeta fortalece su posición, aunque no la necesite. En apenas unos días ejerciendo en el club el contraste entre la dubitativa directiva actual, siempre temerosa del vestuario, y

UNA RELACIÓN MALTRECHA

El argentino está molesto con Bartomeu, pero sabe que ninguna directiva le daría ahora la carta de libertad

EL MISMO IDIOMA

La reunión entre Koeman y Messi fue muy sincera; el presidente pidió que el contenido quedara entre ellos

LA HORA DE LA VERDAD

En cuatro días Koeman habrá acabado de hablar con toda la plantilla para dar las buenas y las malas noticias (empezó ayer)

ESTILO HOLANDÉS

“Si no hago cambios no duro un mes”, ha confesado el técnico, directo y nada influencia­ble, “como Cruyff”

la firmeza del holandés para aplicar su plan es tan grande que abochorna a algunos miembros de la junta. Y a algunos ejecutivos. Es así la forma de ser de los holandeses, algo más que un tópico. No temen el qué dirán, emiten mensajes directos porque lo contrario puede ser considerad­o hipocresía. Es cultural. Para una mentalidad mediterrán­ea puede resultar incluso chocante.

Directo y nada influencia­ble, Koeman entronca ahí con la manera de desenvolve­rse de Cruyff, a quien no le temblaba el pulso cuando tomaba decisiones radicales o controvert­idas. “Si no hago cambios aquí no duro un mes”, ha confesado Koeman estos días. El neerlandés ha empezado a hablar con algunos jugadores para decirles que cuenta con ellos. También con otros para comunicarl­es todo lo contrario. “Si te quedas no jugarás”. En tres o cuatro días habrá hablado con toda la plantilla. Llegará entonces el turno de la directiva para forzar las bajas. Les iría bien un profesor en protocolo holandés. Koeman no lo puede hacer todo.

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MANU FERNANDEZ / AP Leo Messi, cabizbajo en Lisboa
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