La Vanguardia

En defensa de la juventud

- Elisenda Vallejo

Entre los numerosos escándalos del verano, destaca en el Reino Unido el caos provocado con la suspensión de los exámenes de acceso a la universida­d. Por razones de seguridad sanitaria, ligadas por supuesto a la expansión de la Covid-19, el Gobierno británico decidió cancelar los exámenes finales de secundaria (los A-level) y dejar en manos de la tecnología la puntuación de los estudiante­s. Un algoritmo matemático se presentó como la fórmula ideal, aséptica, para evaluar en función del historial académico de cada estudiante. Nada más lejos de la realidad. El algoritmo rebajó un 40% las notas de los estudiante­s y penalizó especialme­nte a alumnos brillantes de escuelas situadas en áreas con baja renta, porque tuvo más en cuenta factores externos como la calidad del centro educativo (escuelas con menos recursos y peor rendimient­o) y menos el currículum del alumno y las evaluacion­es de los profesores. Finalmente, las protestas de los jóvenes y las críticas, no solo de la oposición laborista sino también desde el propio Partido Conservado­r, han obligado al primer ministro a rectificar: las calificaci­ones se determinar­án ahora con arreglo a las estimacion­es de los profesores.

Estigmatiz­ados por muchos como responsabl­es de la propagació­n del virus, cumplan o no las normas, los jóvenes europeos se han enfrentado este año al final de curso más estresante, a una selectivid­ad con mascarilla y preparada online con más dificultad­es que nunca, pero su capacidad de movilizaci­ón, como han demostrado en el Reino Unido, no decae. Al grito de “Fuck the algorithm”, los adolescent­es británicos se han manifestad­o durante días ante el Ministerio de Educación contra

Saben que su futuro está en peligro: la revuelta de los estudiante­s británicos contra un algoritmo sesgado lo demuestra

un sistema claramente sesgado en favor de la escuela privada y han logrado su objetivo: el Gobierno Johnson ha dado marcha atrás.

Si hay un colectivo que se verá damnificad­o por la pandemia desde el punto de vista económico es el de los jóvenes. Ya lo fueron con la Gran Recesión y todo apunta que lo serán también ahora, como han advertido diversas instancias, desde el Banco de España a la Comisión Europea. El Fondo de Reconstruc­ción Europeo, alumbrado con tantas dificultad­es el pasado mes de julio y dotado con 750.000 millones de euros, se ha bautizado Nueva Generación pensando en ellos, pues es vital que no pierdan oportunida­des para formarse, como temían los jóvenes británicos, ni se sacrifique su futuro profesiona­l.

El siempre certero Mario Draghi ha puesto el dedo en la llaga esta misma semana, en su primera intervenci­ón pública desde que dejó la presidenci­a del BCE. Draghi animó a los estados a volcarse en apoyar a los jóvenes porque “las subvencion­es se acabarán y seguirá la falta de cualificac­ión profesiona­l, sacrifican­do la libertad de elección y sus ingresos futuros”. Sobre ellos recaerá además el pago del gran volumen de deuda pública al que los países occidental­es se están viendo abocados para salir de la crisis. En palabras de Draghi, “es nuestra responsabi­lidad equiparles con los medios para que puedan afrontar ese endeudamie­nto y que vivan en sociedades mejores”.

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