Confinamiento parcial de Birmingam, la segunda ciudad de Inglaterra
El Gobierno británico, al que tanto le gusta dar lecciones e imponer cuarentenas aquí y allá, también tiene un problema con el aumento de los casos de coronavirus como consecuencia de la relajación del verano, y antes de que esté prevista la reanudación de las clases en septiembre. Birmingham, la segunda ciudad del país, ha regresado a un estado parcial de confinamiento.
Pero a diferencia de lo que ocurre en latitudes más meridionales, que no consiguen sacarse de encima los tics autoritarios que llevan dentro, las medidas anunciadas por el Gobierno Johnson son voluntarias y no obligatorias, meras recomendaciones en vez de órdenes. Al millón de habitantes de Birmingham se les ha pedido que por el momento no se reúnan en grupos de más de treinta personas, excepto para rezar, ni tampoco de más de dos familias distintas, que lleven la mascarilla puesta en los taxis, y que suspendan las visitas a los geriátricos. La metrópolis permanece abierta, sin límites a las entradas y salidas.
Las recomendaciones responden a un incremento de los casos de Covid-19 durante las últimas dos semanas a 29,1 por 100.000 habitantes, aproximadamente una quinta parte de los que se están registrando en España. En el conjunto de Inglaterra, la incidencia de la enfermedad ha aumentado un 27% desde el pasado domingo, el nivel más alto desde mediados de junio, en la misma línea de lo que ocurre en la gran mayoría de países europeos.
El confinamiento parcial de Birmingham sigue a los aplicados anteriormente a Oldham, Blackpool, Blackburn, Preston y la ciudad escocesa de Aberdeen. Por el momento las autoridades británicas se sienten capaces de mantener a raya el avance de la pandemia con restricciones a nivel local, a pesar de que el sistema de rastreo (que el premier Boris Johnson prometió que sería el mejor del mundo) tiene sus fallos, y una quinta parte de las personas próximas a quienes han sido infectados nunca son contactados. Los hospitales han empezado a notar un incremento de la presión.
En el Reino Unido no hay un problema con el ocio nocturno como propagador del virus como en España, porque las discotecas nunca se han llegado a abrir, no existe la costumbre del botellón y los horarios son más tempraneros. Las mayores concentraciones son en los pubs, en los que hay que registrarse con nombre, dirección de correo electrónico y número de teléfono móvil. Los teatros y locales musicales pueden abrir desde el pasado fin de semana respetando las nomas de distancia social, pero la inmensa mayoría no lo ha hecho. El Gobierno pretende que en otoño empiecen a regresar los espectadores a los estadios. La deuda pública del Reino Unido ha alcanzado los dos billones (un 100.5% del PIB), y la economía se ha contraído un 20.4%.