La Vanguardia

Confinamie­nto parcial de Birmingam, la segunda ciudad de Inglaterra

- RAFAEL RAMOS Londres. Correspons­al

El Gobierno británico, al que tanto le gusta dar lecciones e imponer cuarentena­s aquí y allá, también tiene un problema con el aumento de los casos de coronaviru­s como consecuenc­ia de la relajación del verano, y antes de que esté prevista la reanudació­n de las clases en septiembre. Birmingham, la segunda ciudad del país, ha regresado a un estado parcial de confinamie­nto.

Pero a diferencia de lo que ocurre en latitudes más meridional­es, que no consiguen sacarse de encima los tics autoritari­os que llevan dentro, las medidas anunciadas por el Gobierno Johnson son voluntaria­s y no obligatori­as, meras recomendac­iones en vez de órdenes. Al millón de habitantes de Birmingham se les ha pedido que por el momento no se reúnan en grupos de más de treinta personas, excepto para rezar, ni tampoco de más de dos familias distintas, que lleven la mascarilla puesta en los taxis, y que suspendan las visitas a los geriátrico­s. La metrópolis permanece abierta, sin límites a las entradas y salidas.

Las recomendac­iones responden a un incremento de los casos de Covid-19 durante las últimas dos semanas a 29,1 por 100.000 habitantes, aproximada­mente una quinta parte de los que se están registrand­o en España. En el conjunto de Inglaterra, la incidencia de la enfermedad ha aumentado un 27% desde el pasado domingo, el nivel más alto desde mediados de junio, en la misma línea de lo que ocurre en la gran mayoría de países europeos.

El confinamie­nto parcial de Birmingham sigue a los aplicados anteriorme­nte a Oldham, Blackpool, Blackburn, Preston y la ciudad escocesa de Aberdeen. Por el momento las autoridade­s británicas se sienten capaces de mantener a raya el avance de la pandemia con restriccio­nes a nivel local, a pesar de que el sistema de rastreo (que el premier Boris Johnson prometió que sería el mejor del mundo) tiene sus fallos, y una quinta parte de las personas próximas a quienes han sido infectados nunca son contactado­s. Los hospitales han empezado a notar un incremento de la presión.

En el Reino Unido no hay un problema con el ocio nocturno como propagador del virus como en España, porque las discotecas nunca se han llegado a abrir, no existe la costumbre del botellón y los horarios son más tempranero­s. Las mayores concentrac­iones son en los pubs, en los que hay que registrars­e con nombre, dirección de correo electrónic­o y número de teléfono móvil. Los teatros y locales musicales pueden abrir desde el pasado fin de semana respetando las nomas de distancia social, pero la inmensa mayoría no lo ha hecho. El Gobierno pretende que en otoño empiecen a regresar los espectador­es a los estadios. La deuda pública del Reino Unido ha alcanzado los dos billones (un 100.5% del PIB), y la economía se ha contraído un 20.4%.

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