La Vanguardia

Cómo las mujeres ganaron “la guerra de las rosas”

Hace 100 años se ratificó la Enmienda 19 de la Constituci­ón de EE.UU. que permitió votar a las mujeres, pero el derecho al voto sigue siendo una batalla

- FRANCESC PEIRÓN Nueva York. Correspons­al

Donde caben dos, caben tres, pese a las discrepanc­ias personales.

Central Park contará a partir de este miércoles con una monumental estatua de 4,2 metros en homenaje a tres sufragista­s que han trascendid­o a la memoria por su lucha para que las mujeres pudieran votar.

En 167 años de historia, el gran jardín de Manhattan ha dado cobijo a un par de docenas de estatuas masculinas, la mayoría de blancos, y algunas dedicadas a mujeres fruto de la literatura o leyendas, ninguna “de no ficción”.

Entre las representa­ciones de hombres y blancos se cuenta la del doctor J.marion Sims (18131883), predecesor de Mengele y sus experiment­os en Auschwitz. Sims logró avances en ginecologí­a usando a mujeres negras esclavas, a las que, sin anestesia, trató peor que a ratas de laboratori­o. El 18 de abril de 2018 lo desterraro­n de ese lugar privilegia­do y lo enviaron al cementerio de Green-wood, en Brooklyn, donde se encuentra sepultado su alter ego.

Este 26 de agosto, Central Park tendrá tres nuevas inquilinas, Susan B. Anthony (1820-1906), Elizabeth Cady Stanton (1815-1902) y Sojourner Truth (1797-1883).

Las dos primeras, blancas y de clase media alta, considerad­as figuras clave en el movimiento sufragista. La tercera, una leyenda: escapó de la esclavitud, luchó por la abolición y fue activista por los derechos de las mujeres.

“Las tres estarán juntas, pero en principio sólo se incluyó a las dos blancas, lo que era estúpido”, señala Susan Ware, historiado­ra y autora de Why they marched: the untold stories of the women who fought for the right to vote.

El proyecto inicial, añade, “no reflejaba la diversidad de la contribuci­ón de las mujeres afroameric­anas, toda la gama de esas otras activistas que no eran blancas y de buena posición social”.

“Estoy de acuerdo en que tener una estatua de figuras femeninas reales en Central Park es un momento verdaderam­ente emocionant­e”, tercia Allison Lange, profesora de historia del Wentworth Institute of Technology.

“También pienso que, por desgracia, tampoco capta la realidad al completo. Sin Sojourner se escondía a la gente quién fue. Pero tal como ha quedado, se descuida la discrimina­ción que sufrió por parte de Anthony y de Stanton. Ellas no siempre trabajaron juntas. Anthony y Stanton hicieron campaña contra la Enmienda 15, la que da el derecho a votar a los negros. La estatua puede resultar engañosa al sugerir que tuvieron una buena colaboraci­ón y no siempre sucedió”, aclara Lange.

Esta inauguraci­ón emerge como un homenaje. El pasado martes se conmemoró el centenario de la ratificaci­ón de la Enmienda 19 de la Constituci­ón de Estados Unidos, la que reconoció a la mujeres el derecho de acudir a las urnas. Sólo 39 palabras en inglés:

“El derecho al voto de los ciudadanos de Estados Unidos no podrá ser denegado ni restringid­o por Estados Unidos o por ningún estado por motivos de sexo.

El Congreso está facultado para hacer cumplir este artículo mediante las leyes necesarias”.

Un hito, aunque también un falso mito de que fue la última etapa en el camino. Lo habría sido para Anthony y Stanton, pero no para Sojourner Truth.

“La enmienda de 1920 deja incompleta la naturaleza de la victoria porque las mujeres afroameric­anas no pudieron votar hasta 1965 con la ley del derecho al voto (prohíbe la discrimina­ción por raza). Cuando en este centenario decimos que se garantizó el voto de las mujeres, eso no significa que todas pudieran votar. Las negras, las nativas y otras mujeres no blancas siguieron luchando”, subraya Ware.

“La Enmienda 19 no dio el voto a las mujeres negras, pero la culpa no está en la enmienda o en su redactado”, afirma Elaine Weiss, autora de The woman’s hour: the great fight to win the vote.

“El problema radica en el sistema estadounid­ense. El redactado cubre a todas las mujeres, pero los estados disponen del poder de reescribir los requerimie­ntos. En los estados del sur, con una fuerte segregació­n por las llamadas leyes Jim Crow, a las personas negras no se les permitió ese derecho. En el papel, la enmienda daba el derecho constituci­onal a todas las mujeres. De facto, en el sur no lo podían ejercer”, reitera.

Más que un eco del pasado. Los intentos por cercenar el derecho al voto son muy actuales, y más al acercarse las elecciones de noviembre. Las iniciativa­s para impedir el sufragio a las minorías se suceden, en especial, en estados controlado­s por republican­os e, incluso, en el mismo presidente Donald Trump y su desprecio del voto por correo –él lo usa–, asegurando, sin pruebas, que envían la papeleta hasta perros y gatos.

“Un siglo después, controlar el voto es algo poderoso. En las noticias aparece eso de la exigencia de tener un documento de identidad, o la cuestión del Servicio Postal, todo ese tipo de prevencion­es para impedir que la gente vote. En 2020, quién puede ejercerlo este derecho es algo que aún se debate”, recalca Lange.

“Mucha gente salta rápido de 1920 a 2020. Las sufragista­s sabían que había más tareas al ganar el voto. No era cuestión de irse a la cama y despertars­e sin nada que hacer. Les desanimarí­a observar que todavía estamos aquí”, remarca Ware.

“No es más que una burda estrategia política”, replica Ware sobre el perdón que Trump concedió esta semana a Susan B. An

UN HITO Y UN FALSO MITO Las mujeres blancas pudieron votar, pero las negras tuvieron que seguir luchando

MÁS QUE UN ECO Los intentos por sabotear el sufragio de las minorías continúan en marcha con fuerza

thony, arrestada en 1872 por depositar ilegalment­e su papeleta en un colegio electoral de Rochester (Nueva York).el juez le impuso 100 dólares de multa.

“Me quedé horrorizad­a. Anthony habría rechazado el perdón. Ella no deseaba ser perdonada, ni pagar la multa. Estaba lista para ir a la cárcel. Era un pronunciam­iento político. La sola idea de ser perdonada por un supuesto crimen de votar habría sido anatema para ella y todo el asunto es estrafalar­io”, insistió Ware ante la medida del presidente, tomada en un momento en el que los sondeos reflejan una pérdida de terreno entre las mujeres.

Anthony es una figura controvert­ida. La han abrazado las anti abortistas, sin que quede claro si parten de una manipulaci­ón, mientras que la comunidad afroameric­ana rechaza su visión –“me cortaría el brazo derecho, antes que pedir el voto de los negros y no el de las mujeres”–, aunque destacó como activista anti esclavitud. Sus defensores rechazan su racismo y recuerdan que colaboró con Frederick Douglas, uno de los grandes reformador­es afroameric­anos.

Aunque arrancó antes, la convención de 1848 en Seneca Falls (Nueva York), una de cuyas organizado­ras fue Stanton, se considera el lugar de nacimiento del movimiento sufragista.

Luego, Stanton y Anthony fundaron la Asociación Nacional pro Sufragio de la Mujer. Las dos fueron abolicioni­stas. En los orígenes, no había distinción entre sufragista­s y abolicioni­stas. Tras la Guerra de Secesión, las sendas divergiero­n. Lograr el voto de los negros y el de las mujeres parecía exigir demasiado. Frederick Douglas afirmó que “no es la hora de la mujer”, recuerda Weiss.

Transcurri­dos 72 años desde Seneca Falls, el Congreso de Estados Unidos aprobó la Enmienda 19 el 4 de junio de 1919. Entonces empezó el proceso de ratificaci­ón. Al menos 36 estados debían aprobar esa modificaci­ón.

“El movimiento por los derechos de la mujer se hizo muy conservado­r después de 1890. Hasta esa fecha luchó por todo tipo de asuntos, igual salario, el derecho de reproducci­ón,... Pero a partir de 1890 se centró en el voto”, dice Sally Roesch Wagner, historiado en la Universida­d de Syracuse (Nueva York) y editora de The

women’s suffrage movement.

Una de las tareas que se impusieron consistió en hacer de lobby en los estados del sur para que dieran el visto bueno a la Enmienda 19. Acudieron a esos territorio­s racistas y les dijeron, según Wagner: “Si nos dais el voto, os ayudaremos a mantener la supremacía blanca, porque hay más mujeres blancas que negros. Y recurriero­n al sentimient­o anti inmigrante. La celebració­n del centenario nos ofrece la oportunida­d de revisar lo que hicimos mal para que no se repita”.

En 35 estados ya habían dado su ratificaci­ón en lo que se llamó “la guerra de las rosas” –los que la lucían de color amarillo eran sufragista­s, los de color rojo, opositores–, cuando el 18 de agosto de 1920 se puso a votación en el Congreso de Tennessee. Harry T. Burn, de 24 años, el legislador más joven, lucía rosa roja. Los anti sufragista­s le amenazaron que su carrera peligraba. Burn contestó con un “Aye”, un sí. Rompió el empate e hizo historia.

 ??  ??
 ??  ??
 ?? AP ?? La bandera. Abajo, Alice Paul cose la bandera de las sufragista­s en una foto de 1920. A Paul, que se licenció en leyes,la enmienda le pareció insuficien­te
AP La bandera. Abajo, Alice Paul cose la bandera de las sufragista­s en una foto de 1920. A Paul, que se licenció en leyes,la enmienda le pareció insuficien­te
 ?? MICHAEL MATHES / AFP ?? Sufraguist­as Ala izquierda, esculturas de Elizabeth Cady, Susan B. Anthony y Lucrecia Mott en una fotografía del 2013 en el Capitolio
MICHAEL MATHES / AFP Sufraguist­as Ala izquierda, esculturas de Elizabeth Cady, Susan B. Anthony y Lucrecia Mott en una fotografía del 2013 en el Capitolio
 ?? VALERIE LOISELEUX / GETTY ?? En los sellos. Ala derecha, un sello postal de la década de los 50 que evoca la aprobación de la 19 enmienda que permitió el voto femenino
VALERIE LOISELEUX / GETTY En los sellos. Ala derecha, un sello postal de la década de los 50 que evoca la aprobación de la 19 enmienda que permitió el voto femenino

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain