La Vanguardia

La historia de nunca acabar

Esta semana se ha conocido que el rey Juan Carlos estaba en Abu Dabi y Corinna Larsen ha dado una entrevista a la BBC

- Mariángel Alcázar Barcelona

“Y cuando veo que no puedo seguir soportándo­lo, aguanto aún un momento más y entonces sé que puedo soportar cualquier cosa.” La frase la decía Meryl Streep, cual Karen Blixen, al final de Memorias de África, cuando después de quemársele la cosecha de café, su amante Denis Finch-hatton, en la piel de Robert Redford, se mataba en un accidente aéreo. Así están las cosas en la Zarzuela: cuando ya parece que han superado una dura prueba, se les presenta otra peor, pero también la aguantan.

El último capítulo del caso del emérito no está escrito, sino grabado y además, en la BBC, la icónica emisora británica que en su día albergó las proclamas de Winston Churchill y que el pasado jueves radió una entrevista con Corinna Larsen, quien a punto de ser sometida al escrutinio de la justicia, en Suiza y en España, optó por lanzar un órdago. No era la primera vez y quizá no sea la última, desde que hace un par de años el fiscal suizo Yves Bertossa optara por investigar­la por blanqueo de capitales y fraude fiscal para averiguar el origen de 65 millones de euros que pasaron a sus manos, procedente­s de la cuenta de una fundación del rey Juan Carlos. Y desde entonces, la estrategia de defensa de Larsen ha consistido en mostrar todas sus cartas, tuviera o no buen juego.

La entrevista de la BBC llegó tres días después de que la Casa del Rey confirmara que el rey Juan Carlos no solo viajó de Vigo a Abu Dabi (Emiratos Árabes Unidos), como ya se sospechaba, sino que desde el 3 de agosto, día de su llegada, aún permanecía allí. No fue una escala, como se suponía, sino una estancia de cuya duración no se tienen noticias.

La Zarzuela había tragado durante dos semanas con el sambenito de la

Corinna Larsen dio una entrevista a la BBC relatando los detalles de su relación amorosa y económica

falta de transparen­cia, por no comunicar el paradero del rey Juan Carlos, habida cuenta de que sí habían comunicado oficialmen­te su salida de España. No lo hicieron, en parte, porque no se lo podían creer.

El rey Juan Carlos, en lo que él denominó “un paréntesis”, había elegido EAU, a pesar del sofocante calor que estos meses hace imposible allí la vida exterior, y concretame­nte Abu Dabi, la base de operacione­s de los negocios que organizó Corinna Larsen, amparada por su condición de amante real.

Quien fue considerad­o piloto del cambio, quien transformó un régimen dictatoria­l en una monarquía parlamenta­ria, la cara internacio­nalmente reconocida de la democracia española se refugiaba en un país de monarquía absoluta, en el que no hay elecciones, ni división de poderes, ni institucio­nes libres, por más que en los últimos años hayan proyectado al mundo una imagen de modernidad. La operación salida, presentada como un alivio de la presión que tanto el Rey, como la Zarzuela, sufrían desde que se conocieron las presuntas irregulari­dades financiera­s del rey Juan Carlos, se desbarató tras conocerse su estancia en la capital emiratí.

Mientras tanto, los Reyes acometían con rigor, austeridad y cercanía los actos programado­s durante su estancia de diez días en Mallorca, incluidos los desplazami­entos a Menorca y Eivissa. Unas no vacaciones dedicadas al contacto con la ciudadanía y a alejarse de los habituales escenarios de regatas, cenas y paseos intrascend­entes heredados del anterior reinado. “Que nada me turbe, que nada me espante”,parece ser el lema, prestado por Santa Teresa de Jesús, que ha adoptado el Rey en estos tiempos convulsos, en los que su propio padre incumple con su manifiesto deseo de facilitarl­e el ejercicio de sus funciones “desde la tranquilid­ad y el sosiego que requiere tu alta responsabi­lidad”, según consta en la carta en la que le anunció su traslado, “en estos momentos”, fuera de España.

Pero, el rey Juan Carlos también tiene quien le escriba. Más de setenta exministro­s, expresiden­tes autonómico­s, embajadore­s y otros altos cargos, desde Esperanza Aguirre a Alfonso Guerra, que ejercieron sus funciones durante el reinado de Juan Carlos I, hicieron público el pasado miércoles un comunicado en el que defendían su figura y su legado. La reivindica­ción de un pasado glorioso frente a un presente confuso y un futuro incierto.

 ?? MARIO RUIZ / EFE ?? El rey Juan Carlos, en una fotografía tomada hace dos años en Santiago de Chile, donde acudió a la toma de posesión de Sebastián Piñera
MARIO RUIZ / EFE El rey Juan Carlos, en una fotografía tomada hace dos años en Santiago de Chile, donde acudió a la toma de posesión de Sebastián Piñera
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