El PP, el centro y los pactos de Estado
Pablo Casado, líder del Partido Popular, formalizó el jueves ante la junta directiva nacional de su formación su giro hacia el centro, anticipado con la previa destitución de Cayetana Álvarez de Toledo, hasta hace pocos días portavoz conservadora en el Congreso de los Diputados. Según dijo Casado, “el PP no tiene vocación de minoría indomable, sino de mayoría imbatible”. Lo cual le impulsa ahora a ensanchar su partido, con la voluntad, por una parte, de alejarse de los postulados de Vox, con los que a veces pareció coincidir, y por otra, de abrirse a “liberales, cristianos y socialdemócratas desencantados” con el PSOE.
Una sucesión de virajes a la derecha y al centro ha caracterizado la línea política verbalizada por Casado desde que relevó a Mariano Rajoy en el PP. Ahora, en vísperas del nuevo curso, Casado parece apostar claramente por el centro, que suele asociarse a posiciones más templadas y, llegado el caso, a una mejor disposición al diálogo con los rivales.
Sin embargo, no parece que esto último vaya a suceder. Durante la misma junta directiva nacional, Casado fue explícito al rechazar cualquier posible gran pacto con el Gobierno que encabeza el socialista Pedro Sánchez. Las esperanzas que en este sentido pudieran haber albergado algunos, por ejemplo tras las declaraciones en primavera de Casado o de su segundo, Teodoro García Egea, ahora muy reforzado, sobre una posible abstención en la votación de los presupuestos que contribuyera a aprobarlos, quedaron el jueves diluidas. “El PP no está para ser muleta de Sánchez”, remarcó Casado.
Los hipotéticos grandes pactos con el PSOE a los que aludía Casado se sitúan, sobre todo, en dos ámbitos: el económico y el judicial. Los económicos se concretan en los presupuestos generales del Estado, cuyos apoyos políticos deben negociarse este otoño. Casado ha hecho un cálculo político según el cual el Gobierno experimentará serias dificultades para aprobar esas cuentas, motivo por el cual su situación será insostenible. Y acaso fatal si se viera obligado a recurrir a unos presupuestos prorrogados que datan de cuando el popular Cristóbal Montoro era ministro de Hacienda. En lo judicial, están temas de resolución larga e injustificadamente demorada, como el pacto para la renovación del Poder Judicial.
La estrategia del líder popular es, en términos políticos, comprensible y legítima. Otra cosa es si es la mejor posible. Quizás pudiera llegar a serlo en términos de partido. Pero no es evidente que lo sea en términos de interés nacional. España ha sufrido ya y sufre todavía los estragos sanitarios de la crisis de la Covid-19 y se está abismando ahora en la subsiguiente crisis económica. Podríamos recordar también el insomne pulso del independentismo catalán al Estado, y ahora, la crisis asociada al rey emérito y sus dudosas actividades económicas. Son muchas cosas, y ninguna favorece la buena marcha del país.
Cada palo debe aguantar su vela. Pero algunas de las velas que Casado y su equipo directivo han decidido ignorar en los próximos meses, como si no fueran con ellos, son las que mueven España. A veces los intereses del partido no son exactamente los mismos del país. Y hay que ser consciente de que pueden elegirse unos en detrimento de otros.
La política española orbita, con mucha frecuencia, alrededor del planeta del enfrentamiento. Demasiadas fuerzas anteponen una supuesta pureza ideológica y de intenciones –no siempre confirmada por los hechos posteriores– a la conveniencia de determinados pactos de Estado. Es sabido que la cultura de acuerdo y coalición no goza de gran tradición en nuestro país, tras tantos años de alternancia bipartidista. Pero eso no quita que sea pertinente. Ni que, además de criticar al rival, una tarea central de los grandes partidos es trabajar en pos de acuerdos de Estado que den estabilidad al país. Y, con mayor motivo, en tiempos tan agitados como son estos.
Cada palo debe aguantar su vela, pero alguna vela que Casado va a ignorar es de las que mueven el país