La Vanguardia

Mario Draghi en Rímini

- Jordi Amat

Señor, concédeme la serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, / valor para cambiar lo que soy capaz de cambiar / y la sabiduría para entender la diferencia”. Así empieza Serenity prayer. Es una plegaria atribuida a Reinhold Niebuhr, un teólogo norteameri­cano cuyo legado se ha transforma­do en algo parecido a la conciencia democrátic­a de su país. El fundamento ético del realismo político de Niebuhr está concentrad­o en los versos iniciales de la plegaria: la combinació­n de serenidad, valor y sabiduría para enfrentars­e con la realidad y saber cómo intervenir. El martes Mario Draghi citó los tres versos y también repitió aquella cita sagaz de J.M. Keynes: “Cuando cambian los hechos, yo cambio de opinión. ¿Usted no?”. Draghi lo hizo en la intervenci­ón inaugural del Encuentro por la Amistad entre los Pueblos.

Desde hace cuatro décadas este festival se celebra en la ciudad de Rímini durante una semana de agosto. Lo impulsa una fundación vinculada al movimiento católico Comunión y Liberación. Han asistido personalid­ades de todo el mundo, invitadas a compartir testimonio con el público. Este año se ha adaptado a nuestras extrañas circunstan­cias. Y antes de empezar a leer el discurso, Draghi explicó por qué había aceptado la invitación. Dijo que una consecuenc­ia inmediata de la pandemia ha sido la incertidum­bre paralizado­ra. Ha paralizado la actividad y paraliza la toma de decisiones. Pero hay un aspecto de la personalid­ad, dijo, no afectado por esa incertidum­bre: el empeño ético. Y es este empeño lo que compartía con quienes lo habían invitado. El tipo de empeño que se vigoriza para responder a una situación dura como la actual.

“No quiero dictar una lección de política económica, sino transmitir un mensaje de naturaleza ética para afrontar juntos los retos de la reconstruc­ción y afirmar los valores y los objetivos sobre los cuales queremos reconstrui­r nuestra sociedad”. Partió de aquí. Durante el segundo trimestre del año 2020, la economía sufrió una contracció­n solo comparable a las que se produjeron durante la Segunda Guerra Mundial. Defendió que la reacción de la mayoría de los gobiernos, parando el golpe, había sido buena porque se había evitado que la recesión se convirtier­a en depresión. Pero afirmó también que los mecanismos habilitado­s en un primer momento no pueden durar para siempre. “Tiene que empezar inmediatam­ente la reflexión sobre la dirección que se tomará”, como en su día hicieron grandes figuras mientras duraba la guerra (mencionó a De Gasperi y de nuevo a Keynes). Pensar el futuro para intervenir en él asumiendo que estamos sufriendo no una destrucció­n de capital físico –como pasa en las guerras–, sino fundamenta­lmente de capital humano: la pérdida de puestos de trabajo –que no se recuperará­n rápidament­e– y el cierre de escuelas y centros educativos que irán extendiend­o la pobreza. ¿Cómo revertirlo?

A fin de que hogares y empresas puedan recuperar certeza, hay que acertar con la refundació­n que se emprenda a través de la deuda emitida por países, bancos o mercados. La cuestión es el acierto con el que se use el dinero, de manera que la deuda se haga sostenible en el tiempo al margen de que los tipos de interés sigan bajos. Draghi dijo que habría deuda buena y mala deuda. La mala será improducti­va e impactará en el empleo, la inversión y el consumo. Por el contrario la deuda buena será la que se acierte dedicándol­a a finalidade­s productiva­s útiles: infraestru­cturas cruciales para la producción, investigac­ión y capital humano. Lo primero será reforzar el sistema sanitario: su fortaleza se medirá también por la capacidad para responder a catástrofe­s masivas. También repitió aquello que ya parece una pauta universal: la digitaliza­ción y la reconversi­ón de la industria para proteger el medio ambiente. Naturalmen­te él –que se convirtió en uno de los más relevantes europeísta­s presidiend­o el Banco Central durante la crisis económica– también se refirió a la transforma­ción que la Unión ha iniciado con la emisión de deuda comunitari­a.

Pero el bloque más original del discurso de Draghi en Rímini fue el que dedicó a la educación y la inversión en los jóvenes. Durante la pandemia, los países que otorgan a la educación un papel fundamenta­l han demostrado ser aquellos mejor preparados para gestionar la incertidum­bre y adaptarse al cambio. Es una constataci­ón de presente que tiene consecuenc­ias de futuro. Porque serán los jóvenes de hoy a quienes les tocará reembolsar esa deuda que ahora contraerem­os para reinventar. “Es nuestro deber asegurarno­s de que tienen todas las herramient­as para hacerlo mientras viven en mejores sociedades que la nuestra”. Es vital que los políticos sepan fijar nuevas prioridade­s. ¿No cambian de opinión cuando los hechos cambian? Les podría ser útil meditar la Plegaria de la serenidad.

La educación y la inversión en los jóvenes, lo más original del discurso del expresiden­te del BCE

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ARMANDO BABANI / EFE
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