El gran desafío que afronta Nueva York
Una conversación oída entre dos padres con hijos en la escuela pública.
–¿Te fías de Richard Carranza y de Bill de Blasio?
–¡Qué voy a hacer!, prefiero que mi hijo vaya a colegio.
Carranza es el canciller, el titular del departamento de Educación, y De Blasio, el alcalde de Nueva York. Los dos, pero en especial el alcalde, se enfrentan a un reto que será referencia a nivel nacional.
El 10 de septiembre arranca el curso escolar, la vuelta al colegio más excepcional. Nueva York, que fue epicentro mundial del coronavirus y hoy tiene uno de los porcentajes de contagio más bajos de Estados Unidos, cuenta con 1,1 millones de niños y adolescentes en su sistema escolar, el más grande del país. En esa liga de los sistemas más densos, el de Nueva York es el único que, salvo incidentes de última hora, tiene previsto ofrecer clases en persona, en una combinación mixta de uno o dos días a la semana con asistencia física y los otros en remoto.
Los Ángeles, que sigue a Nueva York en dimensión, empieza el curso mañana con todo a distancia.
Reina la incertidumbre entre los padres neoyorquinos. Un 30% ha respondido preferir que sus hijos empiezan el curso en casa. El resto, como los de la conversación del inicio, se ha pronunciado a favor de ese régimen mixto, aunque sea cargados de dudas y temor.
A falta de escasas dos semanas para la reapertura, el sistema afronta un desafío logístico desconocido. Los directores todavía no saben con certeza cuántos alumnos acudirán a las instalaciones y aún no han determinado el número de profesores que necesitan.
Los directores dudan y los profesores amenazan con “ponerse enfermos” si no tienen garantías de que se han tomado las medidas adecuadas. En Phoenix arrancaron y han cancelado temporalmente el curso porque los educadores hicieron huelga encubierta.