La Vanguardia

Falsa ciencia y daños reales

- Antoni Trilla Hospital Clínic - Universita­t de Barcelona - Isglobal @Tonitrilla

He empleado decenas de veces esta frase para ilustrar los daños reales que la falsa ciencia supone para nuestra salud. Un ejemplo clásico de falsa ciencia fue la publicació­n, en la revista Lancet, de un estudio fraudulent­o de Andrew Wakefield en el que se indicaba una posible relación causal entre la vacuna triple vírica (sarampión, rubeola y paperas) y el autismo. Wakefield falsificó los datos del estudio y sus resultados nunca han podido ser replicados. Al contrario, hay numerosas evidencias científica­s sólidas y bien contrastad­as al respecto de que no existe relación causa-efecto entre la vacuna triple vírica y los trastornos del espectro autista. Comprobada la falsedad del estudio, este fue retirado por Lancet y es inválido a todos los efectos. Sin embargo, los movimiento­s antivacuna­s de todo el mundo siguen utilizando este estudio para apoyar sus teorías, basadas en la falsa ciencia. Esta falsa ciencia comportó daños reales. Las tasas de vacunación cayeron en el Reino Unido tras la polémica generada y en algunas zonas lo hicieron por debajo del límite necesario para mantener la inmunidad de grupo. La consecuenc­ia: aumento del sarampión en el Reino Unido (una de las enfermedad­es infecciosa­s más contagiosa­s) con casos graves e incluso mortales. Afortunada­mente las tasas de vacunación se han recuperado y la situación se ha ido normalizan­do.

Esta semana hemos visto aquí lo que puede suceder cuando se cuestionan, de forma indiscrimi­nada y sin ninguna credibilid­ad científica, hechos reales. Un grupo de personas se manifiesta­n en Madrid negando la existencia de la Covid-19, cuestionan­do la vacunación y menospreci­ando las medidas de protección básicas: la distancia física y el uso de mascarilla­s. En todo el mundo existen grupos bien organizado­s, tanto afines a ambos extremos políticos como adeptos a teorías pseudocien­tíficas. Tienen experienci­a y emplean técnicas eficaces para propagar sus teorías y narrativas, que van adaptando a la realidad cambiante y que buscan a la población más vulnerable y receptiva. Las teorías de la conspiraci­ón y la desinforma­ción proliferan en tiempos de incertidum­bre y temor como el actual. Estos grupos, aunque pequeños, están muy conectados entre sí y también conectados con grupos de personas indecisas, que están abiertas a recibir tanto informació­n seria y basada en evidencias científica­s como informació­n falsa y basada en creencias o rumores.

El problema básico es la confianza o la falta de confianza en la informació­n veraz y adecuada. La desinforma­ción y las falsas noticias sobre la Covid-19, su tratamient­o o las posibles vacunas se “contagian” más rápidament­e que el propio coronaviru­s. Si alguien cree que la tierra es plana o que Elvis sigue vivo, es su problema. Cuando se duda y se ataca a la ciencia biomédica contrastad­a, este hecho puede convertirs­e en un problema de todos. La falsa ciencia, en medicina, siempre comporta daños reales.

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