La Vanguardia

Laicismo creciente

- Daniel Arasa

Soñé que el vicepresid­ent de la Generalita­t, Pere Aragonès, reaccionab­a furioso ante otros que querían quitar a su familia la masía en Pineda de Mar o en Vinyols i els Arcs. Él alegaba que sus ancestros habían construido la casa y llevaban allí de modo continuado desde el siglo XIV, más de veinticinc­o generacion­es, y si hasta fecha reciente no habían immatricul­ado la finca a su nombre es porque con tantos siglos de residencia, trabajo y usufructo todo el mundo daba por supuesto que era suya.

En el sueño apareció un personaje que se me antoja el profeta Daniel y, como al rey Nabucodono­sor, le dijo: “Aragonès. Lo que están haciendo con tu familia, es lo que tú has hecho con la Iglesia. Con tu misma moneda te pagan. ¿Podía alguien dudar de que los templos, ermitas, cementerio­s milenarios no eran propiedad de la Iglesia o de sus institucio­nes que los habían erigido, usado y cuidado durante siglos y siglos?”

Pocos días antes, el vicepresid­ent Aragonès, junto a la consellera de Justícia, Ester Capella, ambos de ERC, habían presentado a bombo y platillo, con la caja de resonancia de los medios de comunicaci­ón de la Generalita­t, miles de propiedade­s immatricul­adas por diócesis catalanas presentánd­olas, como mínimo, como apropiació­n indebida. Muy bien explicó Antoni Matabosch en La Vanguardia qué son las inmatricul­aciones, por lo que no entro en aspectos técnicos y jurídicos. Me limito a preguntar: ¿correspond­e a la Generalita­t hacer esto? Entiendo que presenten alegacione­s y reclamen aquellas personas que creen que alguna de las fincas es suya, y pueden tener razón, pero que se dedique a ello la Generalita­t

como institució­n suena a campaña contra la Iglesia. Ya en los años 30 hubo en aquel partido muchos comecuras. Oriol Junqueras que se prepare porque le segarán la hierba bajo los pies.

Las propiedade­s materiales y los edificios son, en mi opinión, lo menos importante en la Iglesia, y me preocupa poco que muchos dejen de pertenecer­le. Pero atacar por ahí forma parte de iniciativa­s laicistas de gobiernos. Una más. Aquí y fuera, algunos aprovechan la pandemia para asestar más golpes. Como limitar a mínimos la asistencia a las iglesias y meter en la gente la idea de que ir a misa es peligroso. En el estado norteameri­cano de Nevada se fijó que el número máximo de asistentes a las iglesias fuera de 50 personas, por

Los edificios son lo menos importante en la Iglesia, pero atacar ahí es más laicismo de los gobiernos

grandes que fueran los templos, pero los casinos de Las Vegas podían trabajar al 50% de su aforo. Otros van a más desde ámbitos no gubernamen­tales. En Francia los ataques y profanacio­nes de templos católicos son frecuentes aunque los medios se hagan escaso eco. Baste recordar que, además de Notre Dame de París, otros cinco grandes templos han sufrido incendios en poco más de un año: Nantes, Rennes, Saint-sulpice, Lavaur y Pontoise, aparte de otros de menor dimensión. Es poco probable que todos los incendios sean fortuitos. Mucho forma parte de un creciente y agresivo laicismo.

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