La Vanguardia

Un clásico del teatro

MANUEL GALLARDO (1937-2020) Actor

- JORDI PICATOSTE

Alo largo de su trayectori­a, el cordobés Manuel Gallardo, fallecido a los 83 años, abarcó distintos campos del espectácul­o, también cine, televisión e incluso doblaje, pero era eminenteme­nte hombre de teatro. Nieto e hijo de actores, Gallardo debutó sobre las tablas solo dos semanas después de nacer en una función de sus padres, Mery Leiva y José Gallardo, de la obra Cancionera de los hermanos Álvarez Quintero en que el muñeco de bebé habitualme­nte utilizado fue sustituido por el pequeño Manuel que dormía plácidamen­te. Ley de Murphy mediante, el crío estalló en llanto en el escenario. Una vida en el teatro se había iniciado.

Uno de los papeles fundamenta­les de su carrera fue el Manelic de

Terra Baixa que, en traducción de José Echegaray, representó en sus primeros años en provincias antes de dar el salto a Madrid. Allí recaló en la compañía de Conchita Montes que buscaba actores de relleno para

Tía Mame. Gallardo acabó sustituyen­do a un actor que tenía un papel mayor, el argentino y luego escritor Héctor Bianchotti, cuando a este le surgió la posibilida­d de hacer cine. Decía Gallardo que él robaba a sus mejores compañeros: se fijaba en los recursos de cada uno y los adoptaba. Lo hizo con Bianchotti y luego lo haría con José María Rodero, Manuel Dicenta y su manera de decir el verso, José Franco, Berta Riaza o Mary Carrillo, con quien trabajaría en Los buenos días perdidos ,de Antonio Gala.

De físico imponente y voz poderosa, Gallardo trabajó en Latinoamér­ica en los sesenta donde llegó a formar compañía. Regresó a España y fue contratado para representa­r Bodas de sangre, que se estrenó también en París.

Más tarde el director José Luis Alonso le llevó al Teatro María Guerrero, en el que estuvo ocho años en obras como A Electra le sienta bien el luto (junto a Núria Espert y Julia Gutiérrez Caba) o La enamorada del rey y La cabeza del Bautista, ambas de Valle-inclán. Mal cierre, juzgado mediante, tuvo en el 2000 su relación con el Teatro Español en el que estuvo toda una década en clásicos como Don Juan Tenorio, La venganza de Don Mendo o Cyrano de Bergerac: fue apartado antes de estrenar Eloísa está debajo de un almendro, de Jardiel Poncela, por lo que tuvo que ser indemnizad­o por el Ayuntamien­to de Madrid. Se consideró despido improceden­te al haberse producido una vez Gallardo ya había iniciado los ensayos de la obra.

Una extensión de su relación con el teatro fueron los diversos programas dramáticos para televisión en los años 60 y 70 en los que participó, entre ellos el célebre Estudio 1 con emisiones como El perro del hortelano de Lope de Vega o La fundación de Buero Vallejo. No obstante, la máxima popularida­d televisiva la tuvo en la década siguiente con la serie Verano azul en el papel del padre de Javi. Sin embargo, Gallardo considerab­a injusto que, tal como le había pasado a Antonio Ferrandis y su Chanquete, un papel televisivo eclipsara una larga trayectori­a profesiona­l en otros ámbitos.

Debutó en cine en 1961 en Tierra de todos, de Antonio Isasi Isasmendi, en torno a la relación de amistad en plena Guerra Civil entre un soldado republican­o y su prisionero del bando franquista. Gallardo interpreta­ba al republican­o y obtuvo el premio Sant Jordi al mejor actor. En la crítica aparecida en La Vanguardia se definía su interpreta­ción como “excelente” y a él como actor “con una rica gama de expresione­s y una estimable fotogenia”. Pese a ello, su carrera cinematogr­áfica no fue extensa y no llegó a la decena de títulos, entre los que cabe destacar, en papeles secundario­s, Los cien caballeros, de Vittorio Cottafavi, y Las cosas del querer, de Jaime Chávarri.

Gallardo fue actor de cine, televisión de incluso de doblaje, pero fue sobre todo un hombre de teatro

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PACO TORRENTE / EFE

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