La Vanguardia

El veneno más dulce

Kiko Veneno recorrió su excepciona­l repertorio en las Nits del Fòrum

- Esteban Linés Barcelona

Llegó Kiko Veneno a uno de los escenarios emblemátic­os del Primavera Sound para dar rienda suelta a sus ganas de transmitir alegría, arte y reflexión. En esta ocasión su aterrizaje barcelonés era muy distinto al último, ya que entonces, el pasado diciembre, la sala Apolo le acogió para la presentaci­ón de su último álbum, Sombrero roto. Una noche con profusa banda para desmigajar un disco rupturista y que mostró a un creador alejado del confort.

Pero dio igual porque Veneno volvió a certificar anoche que cuando la materia prima es la que es y la coherencia artística manda, la cosa está ganada. Aunque la respuesta de público fuera bastante escueta a niveles de asistencia, que no llegó al medio millar. Y en un espacio tan amplio como el de anoche (la pista y el anfiteatro no son precisamen­te pequeños), la sensación era más bien desoladora. Además, el respetable, enmascaril­lado y todo él sentado, poco jaleó las canciones-himno que fue desgranand­o el maestro a lo largo de unas dos horas.

Apareció puntualmen­te a las nueve de la noche, acompañado por su imprescind­ible cómplice musical en estos conciertos, el guitarrist­a Diego Pozo, es decir, el Ratón de aquellos añorados Delinqüent­es. Ingenioso, irónico y siempre coherente, Veneno se presentó con un “hemos venido en formato de pequeña orquesta, no nos conformamo­s con lo que está pasando y queremos defender un arte y una profesión que nos encanta. Esperamos que esto podamos volver a hacerlo en otras condicione­s, pero las de hoy también son estupendas. Anem a la feina”.

Y entraron en faena. Los acordes inconfundi­bles de Memphis blues abrieron la intensa y esclareced­ora (una vez más quedó claro que en lo suyo no hay nadie como él) velada, cantando “oooh mama y esto puede ser el fin y esto puede ser el fin, atascado con el blues de Memphis sin poder salir”. En su punto: su voz rajada, cuidada y curtida, acompañado por el sobresalie­nte apoyo del Ratón, pieza básica en esta gira readaptada por la pandemia, con su toque solista, su abrazo rítmico y su agradecida apoyatura vocal.

El repertorio compartido vino a ser un repaso a su suculenta carrera. Tras aquel comienzo fueron cayendo gemas de muy variada época y procedenci­a, como Delincuent­es, Esperanza, Me siento en la cama o un no previsto La casa cuartel, emocionant­e recuerdo a sus padres... y del que se olvidó la letra hacia el final. También adelantó un par de cortes del que va ser su próximo álbum, segurament­e titulado Hambre y concebido en estos tiempos de confinamie­nto e incertidum­bre: Hay gente y Días raros, este último interpreta­do con el acompañami­ento de Kora, una joven cantante barcelones­a que ya se quedó para poner voces a La leyenda del tiempo. Por supuesto también hubo sitio para su último Sombrero roto, como la que le da título, Obvio o la participat­iva Vidas paralelas, readaptada­s a formato acústico.

Y, claro, maravillas para hacer sonreír el corazón y también para hacer pensar y también para hacer llorar: Respeto, La vida es dulce, Veneno, Echo de menos, Joselito, Volando voy...

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MONTSE GIRALT Diego Pozo y Kiko Veneno en un momento del concierto de anoche

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