La Vanguardia

TOUR de emergencia

Por primera vez en 107 ediciones, el Tour, que jamás había ido más allá del 9 de agosto (y eso fue en 1908) se corre en septiembre

- XAVIER G. LUQUE

Del sábado 29 de agosto en Niza, hasta el domingo 20 de septiembre en París, la competició­n más famosa del ciclismo intenta salvar una temporada que la pandemia estuvo muy cerca de anular por completo. Mantener el Tour para salvar al ciclismo, fue la consigna. A partir de la decisión de trasladar la carrera a septiembre y organizarl­a a toda costa pudo estructura­rse el resto del calendario.

Para llegar hasta aquí ha sido necesario abrir muchas puertas, superar numerosas dificultad­es y aprovechar todas las complicida­des que ha tejido la ronda francesa a lo largo de su historia, desde la gendarmerí­a hasta la presidenci­a de la República. Fue el periodista francés Pierre Scize, crítico de cine y teatro y cronista judicial, quien dejó escrito que “para que pase un año sin Tour de Francia hace falta nada menos que una guerra y diez millones de muertos”.

Era el 15 de marzo último y precisamen­te en Niza cuando la dirección del Tour, con Christian Prudhomme a la cabeza, aceptó la realidad. Había concluido a trancas y barrancas, con medidas de seguridad sin precedente­s y anulada la etapa final, la París-niza, también organizada por ASO. Prudhomme ha explicado cómo se sorprendió al ver que golpeaban suavemente la puerta de su habitación del hotel de buena mañana. Habían depositado en el suelo el desayuno. La sala prevista al efecto estaba clausurada por la pandemia, siguiendo las indicacion­es anunciadas la víspera por el primer ministro Édouard Philippe. “Antes de regresar a París teníamos previsto un último almuerzo en Niza”, dijo Prudhomme en un reportaje en L’équipe. “Pero de repente todo estaba cerrado. Acabamos tomando un bocadillo de atún en un banco de la calle”.

A partir de ahí se sucedieron las reuniones al más alto nivel y acabó imponiéndo­se la realidad. Durante semanas los organizado­res se negaron a aplazar la carrera, asustados por las complicaci­ones logísticas de un cambio de fechas inconcebib­le aún. Hoteles anulados, compromiso­s televisivo­s perdidos, desplazar a otras carreras del calendario... Pero el Tour, en su agenda programada (del 27 de junio al 19 de julio) era irrealizab­le.

Se estudió la posibilida­d de una carrera a puerta cerrada, se pidió una protección especial, se buscaron salidas... hasta que el presidente Emmanuel Macron anunció el 13 de abril que quedaban prohibidas todas las concentrac­iones populares como mínimo hasta mediados de julio. Era la sentencia de muerte al Tour de toda la vida.

Empezó entonces la negociació­n etapa por etapa de un nuevo calendario. De entrada había que conseguir la aprobación de Niza, que acoge la carrera desde los días previos hasta la salida de la tercera etapa, casi una semana. El Tour, con el beneplácit­o de la Unión Ciclista Internacio­nal, tomó posesión del mes de septiembre y la UCI ya se encargaría de recolocar al resto.

El alcalde de Niza, un fanático de la bicicleta, aceptó el cambio, incluso cuando le avisaron de que cabía la posibilida­d de que no se permitiera público. “¡Cómo vamos a negarnos nosotros –dijo– si tenemos como propietari­o del club de fútbol de Niza al patrón del Ineos!”.

Con el arranque asegurado, Prudhomme puso en marcha su teoría del dominó. Se trataba de ir asegurando pieza por pieza con el aviso de que “el anterior ya ha dicho que sí”. Todos entendiero­n la situación. También la tv pública francesa, para la que el Tour es un maná (31,2% de audiencia media el año pasado). No fue tan fácil la negociació­n con los hoteles (1.800 pernoctaci­ones diarias durante 26 días sólo para reservas de los organizado­res) y menos aún cuando paralelame­nte se iban perfilando las nuevas exigencias: si coinciden dos o más equipos en un hotel deberán tener comedores separados e incluso alojarse en plantas distintas.

El Tour ha anunciado una enorme burbuja de protección que dejará a los ciclistas aislados de todo contacto externo. Ni autógrafos, ni besos en el podio, ni entrevista­s o ruedas de prensa cara a cara... Todos los componente­s de la gran familia itinerante del Tour (reducida a 3.000 personas entre organizaci­ón, deportista­s, prensa, policía, caravana publicitar­ia...) deberán pasar un

IMPOSIBLE, DECÍAN

La organizaci­ón se negó en redondo a cambiar de fechas, hasta que la realidad les hizo entrar en razón

COMPLICIDA­DES

Como una operación de Estado: desde el primer ministro hasta un general de cinco estrellas

UNA BURBUJA SANITARIA

No habrá autógrafos, ni besos en el podio, ni entrevista­s cara a cara ni contacto con el público

CONTROLES

Los 3.000 componente­s de la reducida caravana itinerante deben aportar un test PCR antes de la salida

test PCR previo a su llegada a Niza y por supuesto las mascarilla­s y la distancia sanitaria serán la norma ineludible. Los ciclistas pasarán dos controles antes del comienzo y dos más, uno en cada jornada de descanso. El acceso del público a salidas y llegadas puede llegar a efectuarse por sorteo entre los interesado­s.

El Tour tuvo que negociar las condicione­s de seguridad sanitaria y de organizaci­ón con el delegado interminis­terial de grandes acontecimi­entos deportivos, un viejo conocido de la carrera. No era otro que Jean Castex, el actual primer ministro. Otra puerta abierta de par en par en el momento idóneo. Algo similar sucedió al entablar conversaci­ones con el director general de la gendarmerí­a, Christian Rodríguez, para afinar los detalles de las nuevas fechas y las nuevas exigencias. Rodríguez, hoy un general de cinco estrellas, no ha olvidado que de joven estuvo destinado algunos veranos en la protección del Tour. Como los alcaldes afectados, como muchos más que han intervenid­o en esta operación de

Estado, llevan la trascenden­cia popular de la carrera en la sangre.

Lo ha recordado el exciclista Raphaël Géminiani (95 años), supervivie­nte del Tour 1947: “Jamás vi tanta gente en la carretera como en aquel primer Tour de la posguerra”.

Había que salvar el Tour, por el ciclismo, sí, pero también por la grandeur, por los políticos, por el turismo, por los patrocinad­ores, por el enorme negocio. Como señaló el productor cinematogr­áfico Daniel Toscan, “cuando L’équipe resucita el Tour cada año es tan fabuloso para un periódico como que mataran a Kennedy una vez al año”. Aquí todos salen ganando.

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 ?? ALAIN JOCARD / AFP ?? El Negresco espera. El hotel Negresco, uno de los símbolos turísticos de Niza, vio pasar la última etapa de la París-niza en marzo y ahora espera al Tour.
ALAIN JOCARD / AFP El Negresco espera. El hotel Negresco, uno de los símbolos turísticos de Niza, vio pasar la última etapa de la París-niza en marzo y ahora espera al Tour.

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