La Vanguardia

El clásico de la amistad

- Antoni Puigverd

El gran Harold Bloom, lector luminoso y apasionado, murió a finales del 2019. Estudió a fondo los grandes libros de la literatura occidental y los ordenó en forma de canon. Fue el último defensor de la jerarquía del sentido y la forma. Mientras Bloom envejecía (gozó de una vida larga y fértil) se pusieron de moda en la universida­d americana las lecturas relativist­as y sectoriale­s (perspectiv­a gay, racial, de género) que ahora se imponen en todas partes a la manera de un catecismo doctrinari­o.

Bloom sitúa a Shakespear­e en lo alto del canon, pero dice que Cervantes es su único posible rival. Destaca que comparten época y que podrían haber muerto el mismo día. Sugiere que Shakespear­e leyó a Cervantes, aunque segurament­e el novelista español no tuvo noticia del dramaturgo inglés. Todo esto es más o menos sabido y carece de importanci­a. Mucho más interesant­e es la comparació­n que establece entre uno y otro autor a propósito de la amistad. No hay en la obra de Shakespear­e nada que se parezca a la relación entre Don Quijote y Sancho, sostiene Bloom.

En El Quijote se suceden las aventuras más variopinta­s y extravagan­tes, pero predomina la conversaci­ón, que es el núcleo de la novela. A veces los dos protagonis­tas se pelean, pero siempre se respetan. Se aconsejan, se critican, se consuelan. El materialis­mo rústico de uno contrasta con el idealismo caballeres­co del otro. Los delirios del lector de libros fantasioso­s encuentran contrapunt­o en la cebolla, el queso y los mendrugos de pan del labriego. Sus miradas son opuestas. A menudo discuten con gran ardor. Pero siempre se escuchan, subraya Bloom. Escuchándo­se, aprenden uno del otro. Unamuno habló de la fusión de ambos: la quijotizac­ión de Sancho. En el lecho de muerte, dice Alonso Quijano: “Perdóname, amigo, de la ocasión que te he dado de parecer loco como yo, haciéndote caer en el error en que yo he caído”. Pero Sancho se agarra al clavo ardiente de la fantasía: “Quizá tras de alguna mata hallaremos a la señora doña Dulcinea desencanta­da”.

Se dice que El Quijote es la quintaesen­cia de la cultura española, pero la virtud de escuchar y aprender unos de otros no parece representa­tiva de una tradición tan intransige­nte. No es Cervantes el padre de la cultura española, sino el formidable caricaturi­sta Quevedo. No se necesitan orejas en España. ¿Conversaci­ón, diálogo? Impera el monólogo. Solo abrimos la boca para caricaturi­zar y degradar. Para ridiculiza­r verbalment­e a aquel que no piensa, no vive o no siente como uno.

No se necesitan orejas en España: ¿conversaci­ón, diálogo?; ¡impera el monólogo!

 ??  ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain