Martínez de Pisón narra una relación maternofilial
Martínez de Pisón narra una enfermiza relación maternofilial en ‘Fin de temporada’
Un muchacho que no había de llegar a nacer ayuda a su madre y una amiga a llevar un camping en la Costa Daurada. Nació en Bilbao, aunque sus orígenes están en Plasencia, pero su progenitora, madre soltera, se cuidará muy mucho de que no eche raíces en ninguna parte, y menos en Extremadura. Pero la vida no se detiene y un buen día el protagonista de Fin de temporada (Seix Barral) descubrirá su familia y sus raíces en el otro lado de la Península.
Es la nueva novela de Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960), que muestra cómo, aunque queramos ignorar el pasado, siempre se hace presente. “Es como una tragedia griega –afirma–. El arranque viene de una conversación de bar. Un amigo extremeño me contó la historia de una parejita de los años setenta, en que la chica, que no había terminado el bachiller, se había quedado embarazada. Decidieron ir a abortar a una clínica clandestina en Portugal y de camino tuvieron un accidente. Él murió y eso lo cambió todo: ella decidió tener el bebé. Me dice que no ha vuelto a saber más de esa chica y ahí se puso en marcha un resorte: decidí no investigar sobre esas personas, sino imaginar qué les había pasado”.
La novela parte de esta mujer “que tenía un novio pero no iba a tener un hijo y, de repente, va a tener un hijo pero ya no tiene el novio; y de cómo ese hecho marca la vida de estas personas”. Son los años setenta en una ciudad pequeña, Plasencia: “Lo normal es que ella no quisiera quedarse allí, porque las cosas en seguida se saben: una chica que ha ido a abortar, algo condenado socialmente, y encima se queda como madre soltera”. Martínez de Pisón narra la historia de esta mujer que va huyendo con su hijo de ese momento del pasado que los marca a los dos, “pero el pasado los persigue y los acaba encontrando”.
Después de haber vivido en muchas ciudades, “borrando las pistas para crearse una vida nueva en la que solo dependan de sí mismos”, se establecen en un camping de la Costa Daurada, cerca de las tres centrales nucleares, “el peor sitio de España, un lugar en que prácticamente nadie vive allí todo el año”. El chico, Iván, que ya tiene 20 años, “se parece a su padre y tiene la edad del padre, Juan, cuando murió. Ahí aparece ya una relación casi incestuosa, con una madre posesiva, Rosa”.
A pesar de esta vida provisional, “a salto de mata, que contrasta con el peso de la historia de Plasencia”, el chico empieza a independizarse. “Iván queda fascinado con la que podría haber sido su otra vida, pero no sabe que en esa vida no podían estar los dos, o estaba el padre o estaba él”. En la novela, Iván piensa: “¿Se podía ser rico y pobre a la vez, pertenecer al mismo tiempo a dos clases sociales?”.
“Extremadura está cargada de historia, con el emblemático monasterio de Yuste, donde se fue a retirar un emperador, y esto contrasta con las centrales nucleares junto a las que está el camping, el lugar más provisional de todos”, describe Martínez de Pisón.
Junto a esta relación maternofilial enfermiza, aparecen otros personajes positivos, como Mabel, que se asocia con Rosa en el camping; Alberto, de Plasencia, el mejor amigo del difunto, que vela por los intereses de Iván; y Céline, su novia de Toulouse. Esta ciudad es la referencia para que el exilio republicano en el sur de Francia también recuerde “el pasado de nuestros padres y nuestros abuelos, que también tomaron sus decisiones”. La plaza Wilson era el lugar de encuentro de los cientos de miles de republicanos que fueron a parar a la zona, que Céline revisita con Iván como lo hacía con su abuelo Miguel. El escritor lanza la idea de que aún no se ha escrito la gran novela del exilio republicano en Toulouse.
Martínez de Pisón perdió a su padre de niño, a los nueve años, y el tema reaparece en sus novelas: “Son cosas que afectan a tu vida y van saliendo. Mi primera novela era la historia de un chico que pierde a su padre; en otra es la madre... Sin proponérmelo, veo que va apareciendo esa pérdida. Cuando no te psicoanalizas, la literatura te sirve para soltar esos traumas de la infancia”, sonríe. Pero matiza: “Quizá haya también algo en el carácter de Rosa, la madre, porque la mía, al quedarse viuda, tuvo que volverse autoritaria. Mi padre era militar, pero la que estaba realmente militarizada era mi madre, tenía un carácter fuerte. Quizá Rosa tenga algo de ella, pero es más cariñosa que mi madre”.
La novela acaba cuando llega el año 2000: “Es mi novela más cercana a la actualidad. En esta aparecen por primera vez los teléfonos móviles, que dificultan mucho las tramas. Los años noventa están poco marcados por la realidad política, por eso es una novela más intimista”, concluye.
“EL PEOR LUGAR DE ESPAÑA” Un camping de la Costa Daurada junto a las nucleares acentúa la vida provisional
“COMO UNA TRAGEDIA GRIEGA” “El hijo no sabe que en esta vida no podían estar los dos, o estaba el padre o estaba él”