La Vanguardia

Trump se da un baño de masas en un acto sin precedente­s en la Casa Blanca

El Congreso abre una investigac­ión por desacato contra Pompeo por su discurso

- BEATRIZ NAVARRO Washington. Correspons­al

El “enemigo invisible”, como Donald Trump acostumbra a referirse a la Covid-19 cuando no lo llama el “virus chino”, le impidió celebrar en Carolina del Norte la convención en la que Partido Republican­o lo proclamarí­a candidato presidenci­al. Se llevó el acto a Florida, donde un gobernador amigo no le puso pegas, pero a última hora las cifras récord de infeccione­s le obligó a cancelarlo. La realidad de la pandemia, sin embargo, no ha sido un inconvenie­nte para que Trump se diera el baño de masas que ansiaba.

En una noche que pasará a los libros de historia, Trump convirtió la Casa Blanca en el grandioso escenario de la última jornada de la convención republican­a. Y, como si la pandemia fuera una cosa del pasado, tal y como transpiran los discursos pronunciad­os por sus aliados durante los últimos cuatro días, entre 1.000 y 1.500 personas se apiñaron en sillas sin respetar la distancia social de seguridad y en su inmensa mayoría sin mascarilla­s para escuchar al “candidato del pueblo”, como lo llamó su hija Ivanka, que trabaja para él como asesora de la Casa Blanca, dar su discurso final de la convención.

La imagen, en efecto, no hacía sino reforzar la idea de que el coronaviru­s está superado y la gestión de la crisis por parte del Gobierno federal ha sido ejemplar, una de las líneas clave de la campaña de Trump por lograr la reelección. “Para salvar todas las vidas que sea posible, nos estamos centrando en la ciencia, los hechos y los datos”, aseguró contra toda evidencia el presidente en un acto que encajaba como un guante en la definición de actos súper propagador­es del virus que los propios expertos del Gobierno han rogado a los ciudadanos que no organicen. El ruido de las protestas se coló en los jardines de la Casa Blanca durante toda la velada, que terminó con una lluvia de fuegos artificial­es con el obelisco del monumento a Washington de fondo. El espectácul­o fue rematado por un concierto con un cantante de ópera instalado en uno de los balcones de la residencia oficial. La escenograf­ía, sin precedente­s en EE.UU., evocaba estampas más propias de regímenes dictatoria­les o monarquías absolutist­as como aquella contra la que se rebelaron en 1775.

En cinco años, Trump ha conseguido modelar a su imagen y semejanza al Partido Republican­o y sus actuales líderes no rechistaro­n ante la extraordin­aria utilizació­n política de la Casa Blanca y los instrument­os de la presidenci­a (el programa de la convención ha incluido dos actos oficiales, la firma de un indulto y una ceremonia de naturaliza­ción de nuevos ciudadanos). Varios historiado­res advirtiero­n contra la normalizac­ión de este tipo de conductas. “Esto no es normal, esto no es lo que la Constituci­ón ni lo que los padres fundadores querían que fuera”, denunció indignado anteanoche el prestigios­o historiado­r presidenci­al Michael Beschloss.

“Si no impedimos violacione­s de la ley como esta corremos un riesgo real de perder nuestra democracia el año que viene si Donald Trump es reelegido”, advirtió en la cadena MSNBC el historiado­r, haciéndose eco de la dramática advertenci­a lanzada por el expresiden­te Barack Obama durante la convención demócrata. “En la democracia americana los símbolos del Estado nunca se han fusionado con las campañas políticas y los actos de partidos. Eso es lo que hacen los dictadores y es lo que ha parecido esta noche”, sentenció Beschloss ante la visión de la explanada sur de la Casa Blanca, decorada con grandes carteles de la campaña de Trump.

Aprobada en 1939, la ley Hatch impide el uso de instalacio­nes y recursos federales para actividade­s políticas y aunque el presidente y el vicepresid­ente están exentos sí se aplica a los empleados de la Casa Blanca. Dos profesores de Derecho y una organizaci­ón de control de ética gubernamen­tal han presentand­o sendas denuncias contra el secretario de Seguridad Interior, Chad Wolf, y el secretario de Estado, Mike Pompeo, por violar la ley. En paralelo, la comisión de Exteriores de la Cámara de Representa­ntes del Congreso, en manos de los demócratas, ha abierto una investigac­ión por desacato contra Pompeo, que dio un discurso a la convención republican­a desde Jerusalén, donde estaba de viaje oficial.

Los datos de audiencia televisiva, un indicador que obsesiona a Trump, han sido peores para la convención republican­a que para la demócrata, incluida la gran final de anteanoche. El discurso del candidato republican­o atrajo a 21,6 millones de telespecta­dores, según los primeros cálculos de Nielsen, frente a los 23,6 millones que siguieron a la intervenci­ón del demócrata Joe Biden hace una semana, celebrada ante un auditorio vacío.

Lo que cuenta obviamente es lo que ocurra en noviembre y esta convención ha sido la gran oportunida­d de Trump para relanzar su campaña. Lo habitual es que los candidatos consigan un rebote en las encuestas después de estos actos. Biden no lo ha tenido pero gozaba ya de una distancia de unos 10 puntos sobre Trump. El presidente se ha presentado tal y como es ante los estadounid­enses. A sus fieles no les molestó el escenario. Al contrario, enardecen con sus provocacio­nes. A otros votantes, indecisos o moderados, puede gustarles más o menos su estilo pero Trump les pide que lo vean como la única alternativ­a a un futuro distópico socialista dominado por la violencia.

”LA DEMOCRACIA, EN PELIGRO” “Esto es lo que hacen los dictadores”, advierte Beschloss, historiado­r presidenci­al

PINCHAZO DE AUDIENCIA

El discurso de Biden convocó a dos millones de telespecta­dores más que el republican­o

 ?? DOUG MILLS / AFP ?? Donald Trump, rodeado de la primera dama, sus hijos y nietos, con la Casa Blanca a su espalda y ante un público entregado
DOUG MILLS / AFP Donald Trump, rodeado de la primera dama, sus hijos y nietos, con la Casa Blanca a su espalda y ante un público entregado

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