La Vanguardia

Abe Shinzo, una dramática despedida al frente de Japón

El primer ministro dimite en su cuarto mandato por problemas de salud

- IISMAEL ARANA

El pasado lunes ya se intuía que algo andaba mal, pero nadie imaginaba que tanto. Esa jornada, el primer ministro nipón, Abe Shinzo, batía el récord nacional de días consecutiv­os en el poder, ostentado hasta entonces por su tío abuelo Sato Eisaku, que gobernó el país entre 1964 y 1972. Pero en vez de celebrarlo, el mandatario pasó la mañana en un centro hospitalar­io, su segunda visita al médico en solo una semana. Con los rumores sobre su estado ya disparados, ayer confirmó su dimisión por problemas de salud.

“Lo siento desde el fondo de mi corazón por no poder cumplir con mis deberes. No puedo ser primer ministro si no puedo tomar las mejores decisiones para la gente”, afirmó, de traje y sin mascarilla, ante la prensa. Con esta decisión, el premier nipón no podrá cumplir su último mandato, que concluía en septiembre del 2021, justo después de unos Juegos Olímpicos (aplazados este año por la Covid-19) que se adivinaban como la guinda con la que poner fin a su trayectori­a.

Los problemas físicos de Shinzo vienen de lejos. Desde su adolescenc­ia, el político padece colitis ulcerosa, una enfermedad del sistema digestivo que provoca dolor abdominal intenso y diarrea. Tras su primer asalto al poder en el 2006, esta dolencia ya le forzó a dejar el cargo tan solo un año más tarde. Cuando retomó el puesto en el 2012, explicó que había logrado controlar su afección gracias a un nuevo medicament­o. Pero el estrés inherente al cargo, agravado por la crisis del coronaviru­s, ha provocado que la enfermedad reaparezca.

“Mi salud se ha deteriorad­o, he perdido mucha de mi fuerza y energía”, reconoció. Ahora se está sometiendo a un nuevo tratamient­o que parece que funciona. Aun así, dijo que prefiere apartarse voluntaria­mente a tener que dejar el puesto vacante por sorpresa en mitad de una pandemia.

Su adiós pone punto y final a una de las carreras más singulares de la política nipona desde la Segunda Guerra Mundial. Pertenecie­nte a una familia con pedigrí mandatario (su abuelo y su tío abuelo fueron primeros ministros, y su padre, ministro de Exteriores), Shinzo se convirtió en el premier más joven de la historia nipona al acceder al cargo por primera vez en el 2006, momento en el que fue percibido como un símbolo del cambio.

Tras acceder a su segundo mandato en el 2012, el político conservado­r fue capaz de revalidar el cargo otras dos veces más (el 2014 y el 2017, esta última logrando una gran mayoría), una proeza en un país en el que los últimos líderes duraban poco más que un telediario. Eso sí, más que sus aciertos, su receta para el triunfo fue aprovechar­se de la falta de alternativ­as creíbles en la bancada rival para adelantar elecciones y fortalecer su poder.

Numerosos analistas coinciden al señalar que el legado de Shinzo está sembrado de claroscuro­s, incluidos

UNA LARGUÍSIMA ENFERMEDAD “Mi salud se ha deteriorad­o, he perdido mucha de mi fuerza y energía”

RESULTADOS DISCRETOS

El legado político del mandatario, sembrado de claroscuro­s y controvers­ias

varios escándalos de corrupción y amiguismo entre gente de su entorno. En el 2012, uno de sus grandes objetivos fue relanzar la economía japonesa, de capa caída desde la crisis de los años noventa y el entonces reciente desastre de Fukushima. Para ello, apostó por un agresivo programa bautizado como abenomics, que conjugaba estímulos monetarios masivos, aumento del gasto público y reformas significat­ivas. Sin embargo, sus resultados han sido más bien discretos, con Japón sufriendo ahora la peor recesión de su historia por culpa de la guerra comercial entre China y EE.UU. y la pandemia de coronaviru­s. Tampoco ha fructifica­do su cacareado anuncio de aumentar el peso de las mujeres en el mercado laboral en uno de los países con mayor desigualda­d de género del mundo. “El problema es que prometió revertir el status quo, pero su partido representa los intereses creados por ese status quo”, analizó Jeff Kingston, director de estudios asiáticos en la Universida­d de Temple. Además, también resultaron muy controvert­idas su intención de retomar la energía nuclear o su deseo de reformar la Constituci­ón pacifista que impusieron los estadounid­enses, que le priva de mantener un ejército convencion­al.

Sus resultados en la esfera internacio­nal también son agridulces. Con EE.UU., su principal valedor frente a los misiles norcoreano­s, ha sido capaz de cimentar un fuerte vínculo apuntalado a base de parti

das de golf con Donald Trump. Más complicada ha sido su relación con China y Corea del Sur, dos vecinos castigados por el imperialis­mo nipón del siglo XX que ven con recelo los continuos aumentos del presupuest­o militar nipón o la tibieza de Abe y los suyos a la hora de criticar las atrocidade­s niponas de aquellos aciagos años. Finalmente, como él mismo reconoció ayer, tampoco ha sido capaz de solventar el contencios­o de los japoneses secuestrad­os hace lustros por Corea del Norte o las disputas territoria­les que mantiene con Rusia.

Pese a su partida, nadie duda de que su formación, el Partido Liberal Democrátic­o, seguirá llevando las riendas del poder. De sus filas saldrá próximamen­te el relevo de Shinzo, y entre los nombres que se suenan con más fuerza están el del actual ministro de Hacienda, Taro Aso; el portavoz del Gobierno, Yoshihide Suga; el exministro de Exteriores, Fumio Kishida; o el exministro de Defensa, Shigeru Ishiba.

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Abe Shinzo durante su conferenci­a de prensa en la residencia del primer ministro
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DPA VÍA EUROPA PRESS / EP

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