La Vanguardia

Volar sin Messi

- Sergi Pàmies

El 26 de diciembre del 2016 Jordi Basté entrevista a Gerard Piqué en el programa Fora de sèrie (TV3). Piqué habla de Messi y, en concreto, del Barça sin Messi. Lo hace sin los aspaviento­s dramáticos que podemos permitirno­s los aficionado­s. “Será como cuando tu padre se muere y tendremos que volar sin él”, afirma. Y: “Parecerá que nos hemos quedado desnudos”. Cuatro años después, la madurez preventiva de Piqué ha sido dinamitada por las desgracias que confirman el inapelable adiós del jugador. Un Messi que, a medida que pasan las horas, va perdiendo el control del relato (hasta que decida recuperar el rumbo de un objetivo que ya no concilia los intereses de ambas partes). El relato ha cambiado. El padre no ha muerto, sino que ha pedido el divorcio sin, por ahora, pactar régimen de visitas ni custodia compartida. El impacto en la familia es atómico. Pero hay parientes encantados porque ya no soportaban la omnipresen­cia económica, futbolísti­ca y mediática del jugador. Para justificar­se, ahora se aferran a la gran patraña de nuestros tiempos: “Las crisis son una oportunida­d”. También hay culés que, desconsola­damente indignados, comprenden que Messi se quiera ir, porque se lo ha ganado y porque Lisboa es una frontera definitiva de dolor (ayer Maria Fernández Vidal hablaba, con acierto, de dramatismo wagneriano).

La metáfora del padre muerto ya no sirve. En vez de luto, habrá que ser lo bastante inteligent­es para superar una ausencia que no es ley de vida. Aprender a volar sin Messi conecta con la grandeza evolutiva del club, víctima de abismos como que un presidente se suicide (no en sentido figurado) y otro sea fusilado (tampoco en sentido figurado). Eso significa adaptar los objetivos a una complejida­d de gestión que sepa prescindir de los que nos han dirigido con la aquiescenc­ia de la mayoría minoritari­a de los socios que se toman la molestia de ir a votar. Socios que han acompañado la hemorragia que culmina con un Messi que, con el individual­ismo propio de las rupturas, prefiere ser el arquitecto de su propio destino (por decirlo con las palabras de Luis Suárez en El País).

Desnudo y vulnerable, el Barça tendrá que decidir si se refugia en la trinchera de un divorcio turbulento o si es capaz de estar a la altura del gran amor vivido recordando una gran canción de Les Rita Mitsouko: “Les histoires d’amour finissent mal, en général”. Y en la cabina, el comandante Bartomeu tiene el reto de no estrellars­e y, al mismo tiempo, de no tomar ninguna decisión coherente con sus años como presidente.

Hay culés que, desde el desconsuel­o, comprenden que Messi se quiera ir

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