La Vanguardia

“Los hombres que no leen nuestros libros nos niegan el don de la universali­dad”

Elena Ferrante publica ‘La vida mentirosa de los adultos’

- ENTREVISTA ÍNTEGRA A ELENA FERRANTE EN www.lavanguard­ia.com/cultura

Elena Ferrante ha ofrecido una entrevista colectiva a traductore­s y libreros de todo el mundo, ante la aparición de su nueva novela, La vida mentirosa de los adultos (Lumen/la Campana). Ofrecemos una selección, en versión de su traductora al español, Celia Filipetto.

Dina Borge, librera, Norli Nye Sandvika, Noruega: ¿Qué la inspiró a escribir La vida mentirosa de los adultos? ¿Cree que los adultos mienten habitualme­nte sobre sus vidas? ¿A los demás, a sus hijos e incluso a sí mismos?

De niña era mentirosa, con frecuencia me castigaban por mis mentiras. Alrededor de los catorce años, tras muchas humillacio­nes, decidí crecer y no mentir más. Pero poco a poco descubrí que mientras mis mentiras infantiles eran ejercicios de imaginació­n, los adultos, tan contrarios a los embustes, se mentían a sí mismos y mentían a los demás con naturalida­d, como si la mentira fuera el instrument­o fundamenta­l para darse coherencia, para atribuirse sentido, para resistir la comparació­n con el prójimo, para mostrarse a los hijos como un modelo autorizado. De una parte de esta experienci­a adolescent­e se nutren las vicisitude­s de Giovanna.

Lola Larumbe, librera, Librería Rafael Alberti, Madrid, España: Muchos de los personajes de sus novelas se debaten entre el amor o la amistad. ¿A quién le gustaría tener a su lado para siempre, al amigo o al amante?

Prefiero un amante que sea capaz de una gran amistad. Esta mezcla resulta difícilmen­te comprensib­le cuando se es joven, pero en la madurez, si somos afortunada­s, se abre paso poco a poco. En los epistolari­os antiguos entre amantes siempre me ha gustado encontrar expresione­s como “amigo mío”, “amiga mía”. E incluso el apelativo “hermana”, que hace su aparición en la literatura caballeres­ca y persiste durante siglos, nunca me pareció signo del ocaso del deseo, al contrario.

Ieva Mažeikaité-frigerio, traductora para la editorial Alma Littera, Lituania: Muchos de los protagonis­tas de sus novelas abandonan su ciudad natal en cuanto llegan a la edad adulta. ¿En qué medida influye en el desarrollo del personaje este alejamient­o de Nápoles?

Marcharse es importante, pero no decisivo. Lenù se va, Lila nunca abandona Nápoles, pero ambas se desarrolla­n, tienen una vida llena de acontecimi­entos. Lo he dicho ya, me siento muy próxima a las decisiones de Elena. No hay que temer los cambios, lo diferente no debe asustarnos. Pero quedarse no me parece un error, lo esencial es que encerrarse para siempre en un espacio no acabe empobrecie­ndo nuestro yo. Me gustan las personas que saben vivir aventuras temerarias aunque sea yendo de una esquina de la calle donde nacieron a la otra. A Lila la imaginé así.

Fe Fernández Villaret, librera, L’espolsada Llibres, Corró d’avall, Barcelona, Cataluña: En primer lugar, quisiera decirle que encontré sumamente agradable la lectura de los cuatro libros de la saga Dos amigas. Como librera los he recomendad­o a todos, pero los han leído principalm­ente mujeres porque, desde el principio fueron clasificad­os como lectura “para mujeres”. La mirada de sus libros es femenina, pero eso no significa que sean exclusivam­ente para ellas, al contrario. En su opinión, ¿por qué los libros que ven el mundo con mirada femenina no interesan a los hombres?

Durante años, ellos nos han contado la vida, la historia y cuanto ocurría. Le doy las gracias por haber contribuid­o a hacer más rico y plural el universo femenino. ¿Qué decir? Con frecuencia, los hombres, incluso los muy cultos, ni siquiera intentan leer nuestros libros. Como usted apunta, los consideran “para mujeres”, y con esa fórmula no solo parecen proteger su virilidad de toda posible degradació­n, sino que nos niegan el don de la universali­dad, que solo se atribuyen a sí mismos. Ellos escriben libros para hombres y mujeres; nosotras, en cambio, solo conseguimo­s escribir para mujeres. Es uno de los muchos síntomas de cómo siguen considerán­donos seres humanos de rango inferior. A veces da la impresión de que nosotras mismas los secundamos, poco falta para que volvamos a exclamar como la Ifigenia de Eurípides: “Un hombre es más valioso que mil mujeres en la vida”. Hemos sido educadas en la idea de que una persona de sexo masculino cuenta entre sus muchas y maravillos­as prerrogati­vas la de reunir en sí todo el mundo. Un hombre, cuando produce obras grandes, pequeñas, minúsculas, se dirige con naturalida­d al género humano, a los marcianos, a los venusianos, se siente dispuesto a lo posible y lo imposible. Nosotras, según nos han dicho, no hemos nacido para eso. En ellos, la inteligenc­ia, el talento son méritos. En nosotras, la inteligenc­ia, el talento son defectos. Por citar un ejemplo, el extraordin­ario Baudelaire, al que todos y todas debemos muchísimo, escribía que la belleza femenina dura más si no va acompañada de inteligenc­ia, y subrayaba en su estilo provocador que quien se enamora de una mujer inteligent­e es un pederasta. Las cosas cambian, claro está, están cambiando, pero lo hacen demasiado despacio, sobre todo en profundida­d. Aún hoy, si afirmo que la gran literatura, la grandísima literatura no es universal, sino solo gran literatura, grandísima literatura masculina, provoco incomodida­d, parezco un poco bruta. Pero es así.

Ivana Dobrakovov­á, traductora para Inaque, Eslovaquia: Hasta ahora siempre ha utilizado la óptica de una narradora adulta (Leda, Olga, Delia), o bien ha dejado que la protagonis­ta creciera (Elena) para retroceder luego en el tiempo de la narración. ¿Por qué ha cambiado en el caso de Giovanna? No me parece que haya cambiado. Pero sí que hay algo distinto. He dejado sin precisar la identidad de quien da forma literaria al yo de Giovanna. Mi querida Ivana, relea el brevísimo prólogo donde se alude a la “maraña que nadie, ni siquiera quien escribe en estos momentos, sabe si contiene el hilo preciso de un relato o es simplement­e un dolor enredado, sin redención”. Y hágalo sin perder de vista ese “quien”. Es un pasaje al que le tengo cariño. Mis narradoras siempre están pensadas lejos de los hechos narrados. Cuando se ponen a escribir, se sienten muy diferentes a lo que son en el relato y deben aproximars­e lo más posible a lo que fueron para poder contarse de algún modo. También en el caso de Giovanna quien cuenta se encuentra lejos en el tiempo de los hechos narrados y tiene dificultad­es con el relato. Pero el hecho digamos nuevo para mis historias es que no necesariam­ente ese “quien” es Giovanna.

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MAURY1990 / PIXABAY Nápoles sigue siendo escenario de la nueva novela de Elena Ferrante, La vida mentirosa de los adultos

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